Los búlgaros que han contribuido al desarrollo del país desde la Liberación de la dominación otomana hasta la actualidad son más de uno, pero no se hace lo suficiente para que la sociedad conozca y recuerde sus nombres y obras. Algunos de ellos sólo son populares únicamente como nombres de calles o paradas del transporte urbano.
¿Cuántos búlgaros de nuestros días han oído hablar de Asén Yordanov, por ejemplo? En 1921, con 25 años, el inventor del primer avión búlgaro partió a EEUU, donde había sido invitado a participar en una vuelta al mundo en avión. No se llevó a cabo porque otros países se negaron a participar. Asén Yordanov se quedó en EEUU, aprendió rápidamente el idioma y estudió Ingeniería Aeronáutica, Química y Física. Es autor de numerosos libros sobre aviación y mantenimiento de los aparatos. En los años 50 se convirtió en parte del equipo que creó el airbag.
Esta historia es una de las muchas incluidas en el libro "Los búlgaros: los logros olvidados", en el que sus autores, Delyán Momchilov, Sten Damyanov y Nikolay Manchev, evocan la vida de 50 personalidades famosas del pasado búlgaro. Delyán cuenta qué les impulsó a publicar el libro:
No somos historiadores, ni siquiera lo parecemos. Los tres tenemos más de 30 años. Nikolay y yo nos desempeñamos más bien en la esfera de la publicidad y el marketing digital, y Sten se dedica a la ilustración. La idea del libro surgió hace ya dos años y medio. A mi me interesa desde niño la historia búlgara y mundial, o más bien, la ciencia y el arte, y su desarrollo a lo largo de los años. Llegó un punto en el que me cuestioné dónde estaban los investigadores, viajeros y científicos búlgaros, ya que no se les presta suficiente atención ni en el colegio ni en la universidad. Antes de elegir las historias creamos las secciones: ciencia, arte, educación, emprendimiento, sociedad, viajes y expediciones. A continuación seleccionamos a los protagonistas.
Una de las heroínas favoritas de los autores es la primera búlgara que dio la vuelta al mundo dos veces: Anka Lámbreva, una enfermera, escritora y viajera. Su primer viaje fue a Estambul, donde conoció a un inglés adinerado residente en Nueva Zelanda. Ella le ayudó a curarse, y en un gesto de agradecimiento, él la invitó a visitarle y le mandó un billete de barco de vapor. Anka abandonó su ciudad natal, Kárlovo, y empezó a trabajar en las antípodas y a viajar por diversos países con su anfitrión.
Otro búlgaro caído en el olvido, cuyo destino ha encontrado un lugar en el libro es Penyo Atanasov, el hombre que ayudó a terminar el Monumento a la Libertad del pico Shipka, erigido en honor a los soldados rusos y búlgaros que lucharon contra el Imperio Otomano en la guerra Ruso–Turca (1877–1878) por la Liberación de Bulgaria. De familia de albañiles, desde pequeño ayudaba a su padre en la construcción. Al cobrar fama por su talento, pronto fue invitado a ayudar en la construcción de la Biblioteca Nacional de Sofía. A los 26 años recibió una propuesta para completar la construcción del Monumento a la Libertad y con la ayuda de maestros artesanos de todo el país, tras seis años de duro trabajo, el monumento fue terminado e inaugurado oficialmente el 26 de agosto de 1934.
Las historias del libro están presentadas en un lenguaje llano y coloquial, por lo cual el libro difiere de muchas ediciones académicas poco claras y confusas que repelen a los lectores. A pesar de estar escrito de forma más atractiva y accesible, este libro no es menos riguroso: todos los hechos expuestos en él han sido verificados y confirmados por el historiador Plamen Pavlov.
Versión en español por Marta Ros
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