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Científicos de la Academia de Ciencias de Bulgaria opinan: “La segunda planta nuclear búlgara es viable pero bajo algunas condiciones”

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Foto: BGNES

¿Habrá en Bulgaria una segunda central nuclear? Es una pregunta a la que no se acaba de dar respuesta desde hace ya una treintena de años. Unos días atrás, científicos de la prestigiosa Academia de Ciencias de Bulgaria procuraron ofrecer su propia respuesta, aguardada con gran atención tanto por los representantes del sector de Energía como por los de la clase política. La atención se ha reforzado sobre todo tras la moratoria, votada por el Parlamento en 2012, sobre las obras de construcción de la central en Bélene, en la margen del río Danubio. El problema se volvió aún más político cuando resultó que ya se habían gastado más de mil millones de euros de dinero público en este proyecto que, actualmente, se encuentra completamente abandonado, lo construido se está derruyendo, se está gastando un dineral en conservar y proteger los dos reactores nucleares, pedidos, fabricados y suministrados por una empresa rusa, que son un auténtico quebradero de cabeza para las autoridades.

Ya desde el comienzo mismo de la saga “Bélene”, la pregunta fundamental era si Bulgaria necesitaba de una nueva central nuclear, amén de la que tenía en Kozloduy, siempre a orillas del Danubio. Durante la época comunista cuando la economía búlgara tenía fama de una de las consumidoras más golosas de electricidad, la respuesta parecía más que afirmativa. Sin embargo, desde aquella época hasta ahora mucha agua ha corrido por el Danubio y muchas cosas han ido cambiando. La economía nacional sufrió cambios radicales y de los gigantes industriales de antaño ya no quedan más que montones de acero e hierro inútiles. O sea, ya no están los grandes consumidores de energía eléctrica. Además, en las nuevas plantas que han sustituido las industrias obsoletas ya no se consumen cantidades tan elevadas de corriente eléctrica, los hogares han comenzado a vigilar mucho más estrictamente su consumo eléctrico fijándose atentamente en sus facturas cuyos precios no dejan de crecer. Se ha llegado así a la situación en la que hoy Bulgaria genera más electricidad de lo que reclama su demanda y por esto exporta fluido eléctrico a países vecinos deficitarios de corriente eléctrica.

Es verdad que las centrales eléctricas existentes en el país se enfrentan a un futuro incierto, ya que las normas ecológicas se vuelven más rigurosas y conciernen directamente a las tres mayores centrales termoeléctricas de carbón en Bulgaria. Si no respeten estas normas estas centrales serán sancionadas, y, caso de atenerlas a ellas, el precio de la corriente que generen la hará invendible para la escasamente solvente población búlgara. La primera central nuclear de Bulgaria, al mismo tiempo, ya va llegando al término de su vida útil, pese a que uno de sus dos reactores ha obtenido, a comienzos del mes, una prolongación de 10 años para su explotación. En otros términos, se puede decir que actualmente Bulgaria tiene un excedente de corriente eléctrica si bien aparece como completamente real el riesgo de que a corto plazo se produzca un déficit de energía. Al mismo tiempo, no hay que olvidar que las obras de construcción de una segunda central nuclear no se podrán concluir en un año o dos, sino que durarán al menos cinco años. Justamente cuando, según los pesimistas, Bulgaria comenzará a experimentar la necesidad de mayores cantidades de energía eléctrica.

Son los anteriores unos hechos conocidos tanto por los expertos en Energía como por las autoridades. Ahora se ha conocido también la opinión de los científicos. Según éstos, el proyecto de la planta nuclear de Bélene resultará viable con un gasto en inversiones inferior a 10 500 millones de euros, una relación de 70:30 entre el capital atraído y el capital propio y un tipo de interés inferior al 4,5 %. El proyecto se volverá notablemente más viable si en el mismo participe el Estado. Sí, pero ahora el Estado se mantiene tercamente distanciado de este proyecto y no permite que se haga referencia alguna a cierta participación estatal, aunque sea incluso en forma de garantías del Estado sin la inversión de recursos públicos auténticos y reales. Esto significa que se deberá encontrar un inversor extranjero que asuma una participación del 70 % en el proyecto, que es el porcentaje que mencionan los científicos. Ya se han hecho varios intentos infructuosos, los esfuerzos por conseguir un inversor estratégico han llegado hasta China, pero aún no hay nada negro sobre blanco. Y es que lo peor sería no hacer nada, advierten desde la Academia de Ciencias de Bulgaria, dado que, además, en la región vecina a Bulgaria se está perfilando un déficit de instalaciones generadoras básicas de unos 2 mil Megavatios.

Hay una ciencia llamada economía política y los científicos de la Academia de Ciencia probablemente conocen claramente sus postulados esenciales que esclarecen los lazos entre la economía y la política. En el caso concreto del proyecto de una planta nuclear en Bélene, la relación es más que evidente. Los economistas y los expertos energéticos ya se han pronunciado, ahora toca opinar a los políticos. La propia ministra búlgara de Energía, Temenuzhka Petkova, ha enfatizado que el análisis de la Academia de Ciencias debe ser examinado por el Parlamento, con rapidez pero sin precipitación. Con toda probabilidad, también en los debates políticos trascenderá que, háblese de lo que se hable, siempre se trata, en última instancia, de dinero. Es que no hay dinero para la construcción independiente de una segunda central nuclear pero hay, en cambio, activos disponibles por un valor cercano al 30 % recomendado para la participación del Estado. De manera que, según los científicos de la Academia de Ciencias de Bulgaria, al proyecto “Bélene” se le pueda, probablemente, dar luz verde.

Versión en español por Mijail Mijailov



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