Ánguel Dobrev es un destacado exponente del folklore búlgaro contemporáneo. Su destino vital, su profesión y su amor por la música están dedicados íntegramente a la gadulka, un instrumento de cuerda frotada con arco, tradicional de Bulgaria. Su labor creativa combina las cualidades de un instrumentista inspirado, compositor, arreglista de canciones y piezas orquestales, de docente en gadulka, y también de maestro luthier. Ya en la infancia, en su aldea natal de Yamna, en Bulgaria occidental, Ánguel Dobrev fue atraído no sólo por la voz de la gadulka, sino también, influenciado por las habilidades de su abuelo, por el afán de elaborarla. A este recuerdo de la niñez incluso dedica la composición titulada “La gadulka de mi abuelo”.
Paso a paso Ánguel Dóbrev fue forjando su maestría como instrumentista. Desde 1982 hasta la fecha es integrante de la Orquesta de Música Folklórica de Radio Nacional de Bulgaria (BNR, por sus siglas en búlgaro), en la cual desarrolla una labor artística activa y graba más de 400 piezas. Crea y participa en formaciones en las que combina de manera no convencional la gadulka con flauta, mandolina, bajo y voces en busca de nuevas combinaciones de sonido. Pese a experimentar en el ámbito de la composición, el músico sigue siendo fiel a la forma antigua de tocar la gadulka.
Ánguel Dobrev se desempeña activamente también como pedagogo; enseña el arte de tocar en el Palacio de los Niños, en la capital, así como a los estudiantes de la Universidad de Sofía. Es autor del manual Tocar la gadulka (de dos partes, traducido al inglés) y de Antología para estudiar el instrumento gadulka. En 2015 le fue conferido el título de Doctor en Metodología de la Enseñanza. El músico ha participado en varios seminarios internacionales, ha impartido cursos de aprendizaje de gadulka para extranjeros, y se ha unido a proyectos musicales de artistas de diferentes países. Con motivo de su 60 aniversario, Ánguel Dobrev departe sobre su visión de la gadulka.
El destino sabe lo que hace. Hice mis primeros pinitos en la casa de cultura de Étropole, seguí mis estudios en la Escuela Nacional de Artes Folklóricas, en la ciudad de Kótel, donde fui seducido por la belleza de la música folklórica búlgara. Continué amaestrándome en la Academia de Música, Danza y Bellas Artes de Plovdiv donde conocí a muy buenos músicos. Cuando me uní a la Orquesta de Música Folklórica de BNR tuve la suerte de tocar junto con Atanás Valchev. Este gran maestro de la gadulka se esforzaba en elevar este instrumento a un nivel superior, equipararlo al violín. Personalmente, procuro mantenerme tradicionalista, ser un guardián de la tradición en su sonoridad antigua, conservar lo eterno de la música folklórica y trasladarla más allá en el tiempo. La gadulka es capaz de alborozar, hacer bailar, y también anegar de lágrimas los ojos. La gadulka es parte de la idiosincrasia búlgara. Los extranjeros la perciben como un instrumento exótico. Discrepo de quienes afirman que los extranjeros nos robarán nuestro folklore, eso no puede suceder. Aunque aprendan a tocar algún instrumento típico de este país ello no significa que conseguirán sentir su alma como la sentimos nosotros. El folklore búlgaro es un código que está incrustado en nuestros genes. Creo que a los jóvenes búlgaros les gusta nuestra música folklórica. El papel de nosotros, los profesores, es encontrar la forma de llegar a ellos mostrándoles cuán hermosa y emocionante es la música tradicional de este país.
Con artistas de la talla de Ánguel Dobrev esto sucederá a ciencia cierta.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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