El Ejecutivo búlgaro lleva ya tres días sin tener un ministro de Sanidad tras haber dimitido Nikolay Petrov, titular de esta cartera. No se produjo una explicación oficial de la razón que había movido al primer ministro, Boyko Borisov, a aceptar esta dimisión, y en el espacio público fue primando la tesis difundida en un reportaje de televisión de que la renuncia de Petrov habría sido relacionada con la firma irregular de contratos por valor de 800 mil euros con una empresa representada por un empresario con el cual convivía sin contraer matrimonio la hija del ya ex ministro. El caso se había hecho notorio aún antes del nombramiento del ministro −mientras presidía la Academia Militar de Medicina− y, evidentemente, había quedado despreciado a la hora de su elección al puesto ministerial, probablemente por los mismos motivos por los que la Fiscalía Militar Regional de Sofía se ha negado ahora a abrir un sumario previo al juicio oral a tal efecto, al alegar no haber descubierto datos que indiquen la comisión de un delito. Tras la dimisión del ministro empero, la negativa de la Fiscalía Militar Regional será investigada por la Fiscalía Militar de Apelación.
Mientras tanto, en el espacio público nacional han llovido las valoraciones positivas del ministro dimisionario. Así, al gremio de los médicos les ha llamado la atención que en su corto tiempo de gestión como ministro de Sanidad, Nikolay Petrov se ha mantenido abierto al diálogo y se ha convertido en el primer ministro del ramo capaz de persuadir al titular de Hacienda sobre la necesidad de incrementar sensiblemente el presupuesto destinado a la Sanidad y que, además, a diferencia de otros ministros, no había estrenado su mandato ministerial denegando de todo lo que se había hecho anteriormente en su Departamento. No sólo representantes de los círculos médicos, sino también algunos politólogos han admitido que se ha llegado a la destitución de Nikolay Petrov por haber lesionado éste ciertos intereses.
Cualesquiera que resulten las causas reales para la renuncia del ministro de Sanidad, no podrán las mismas refutar el hecho de que el ministerio de Sanidad haya sido y sea, probablemente, el más vulnerable desde hace muchos años
en los gobiernos que en Bulgaria se han sucedido hasta ahora. Es que desde el comienzo de su transición hacia la democracia, Bulgaria ha tenido 22 ministros de Sanidad. Con excepción de los gobiernos de expertos, han sido sólo dos los gobiernos que no han relevado a sus titulares de Salud Pública: el gobierno socialista de Jean Videnov y el gabinete “Borisov 2”, pero ninguno de los dos ha podido culminar su respectivo mandato completo de gestión, sino que lo han concluido prematuramente. En el actual, tercer, gobierno de Boyko Borisov la destitución del ministro de Sanidad constituye el primer relevo personal. En cambio, el primer gabinete de Borisov ha pasado a la historia por los cuatro ministros que durante su gestión se han relevado en este puesto.
La estadística enseña sin ambages que este ministerio es altamente problemático. Resulta especialmente problemático ahora cuando la cartera de Sanidad ha quedado vacante justo en el momento en que se inician las discusiones en torno al Presupuesto Público y se vuelven exacerbadas las polémicas en torno al déficit financiero crónico en el sistema sanitario nacional. El Presupuesto Nacional ha contemplado, para 2018, incrementar los recursos asignados a la Sanidad en unos 250 millones de euros, pero este debate se va a entablar lastrado por un déficit de confianza política en los directivos del sector de la Salud Pública.
Sobre este telón de fondo comienza a preponderar de manera obsesiva la sensación de que el relevo del ministro de Sanidad no ha sido fruto de un asunto de corrupción, sino que representa un diagnóstico sui géneris del estado de la reforma sanitaria que aparece como insatisfactoria cuestionada y subordinada a unos intereses no precisamente públicos.
Versión en español por Mijail Mijailov
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