Los 1.600 kilómetros de distancia y los 17 años de vida en el extranjero no han conseguido desvincular a la artista Petya Petrova de sus raíces búlgaras. El amor que siente por todo lo búlgaro se intensifica cada año que pasa. Cuanto más viaja y conoce el mundo más le atraen los valores nacionales eternos.
Petya Petrova se graduó por la Universidad de Veliko Tárnovo, en el norte de Bulgaria, hace casi dos décadas. Es de la generación de la transición hacia la democracia, iniciada en 1989, que sobrellevó de la peor manera el colapso del orden social del sistema socialista sustituido por valores materiales que no aportaron perspectiva a los jóvenes búlgaros. Emigró a Alemania donde, pese a la vida cómoda y el trato cordial que recibe, vive con el sentimiento de ser una extraña, nostálgica por su patria. Se anhela más fuertemente lo que uno ha perdido, es así como explica Petya su entusiasmo por la tierra natal.
Dejando Bulgaria quise llevarme algo realmente búlgaro –prosigue la pintora– . Me llevé un delantal tejido del ajuar de novia de mi abuela. Quería tener siempre ante mis ojos los colores típicos búlgaros. A menudo despliego el delantal, lo acaricio y disfruto de él. Me recuerda a la abuela y la hermosa infancia que tuve en el campo. La luz es, también, muy característica de Bulgaria. Jamás he encontrado la resplandeciente luz del sol búlgaro en ninguna parte de Alemania. Por eso, siempre que dibujo, la luz de Bulgaria está ante mis ojos. Es muy importante para mí y trato de recrearla en mis cuadros. Quiero que cada uno irradie luz a la búlgara. Mi estilo de dibujar cambió unos años atrás cuando asumí que soy, antes que nada, búlgara y que esto debería quedar reflejado en mi obra. Observando mis pinturas, mis amigos, la mayoría extranjeros de diferentes nacionalidades, empezaron a interesarse por las tradiciones y la cultura búlgaras. Siempre encuentro tiempo para hablar de los valores, las tradiciones y el patrimonio búlgaros a todos los deseosos de conocerlos. Si cada búlgaro residente en el extranjero hiciera lo mismo, eso bastaría para darle sentido a su vida.
Aproximarse a las culturas extranjeras, el contacto directo con ellas nos hace más receptivos y tolerantes con la cultura de otros pueblos, comenta, además, Petya.
La experiencia adquirida en el extranjero la ha llevado a la conclusión de que es importante mantener la identidad nacional pero no por ello rechazar lo ajeno. Quiere que los búlgaros conserven su orgullo nacional, y, al mismo tiempo, se abran más a los extranjeros y al mundo, y también que sean más tolerantes y receptivos a las diferentes culturas. Esta actitud ha impulsado a la pintora a incorporarse a la iniciativa ideada por búlgaros afincados en países de Europa Occidental quienes cada año se reúnen en la plaza principal de la capital belga, Bruselas, para bailar el joró, la danza folklórica búlgara.
Todo empezó hace unos años, a lo aficionado –cuenta Petya– . Nos organizamos a bailar el joró no como una ostentación ante los extranjeros, sino para que nosotros, los búlgaros expatriados, encontremos la paz para el alma.
Petya incluso diseñó un logo para la reunión de Bruselas que luce sobre la bandera elaborada especialmente para ese efecto y que viaja con el club a diferentes capitales europeas.
Me complace cuando alguien presume de que este es el emblema del joró búlgaro –agrega Petya– . La gente reconoce el baile, y éste de alguna manera los aúna. Cada vez que veo bailar el joró voy y me uno, independientemente del lugar: ya sea en una fiesta en Bulgaria o en Bruselas. La emoción de la danza se apodera de mí con mayor fuerza cuando estoy en la patria; lo búlgaro se siente más en el suelo patrio. Lo que me llama la atención es que la gente que se congrega en la plaza de Bruselas para bailar el joró es gente de gusto refinado y elevada intelectualmente que no se decanta por el aspecto material de la vida, sino por lo espiritual. También hay muchos extranjeros entusiasmados con el joró. Todo extranjero que lo baile es un reconocimiento del éxito de nuestra campaña patriótica en el corazón de Europa”.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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