Últimamente, se vienen observando intensos preparativos con vistas a redefinir la política migratoria de la UE. Esta semana en París, el presidente galo, Emmanuel Macron, la canciller alemana, Angela Merkel, el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, y el presidente del Ejecutivo español, Mariano Rajoy, estuvieron debatiendo con dirigentes africanos formas para atajar la inmigración ilegal a través del Mediterráneo rumbo a las costas europeas. Dimitris Avramopoulos, comisario europeo de Migración, Asuntos de Interior y Ciudadanía ha confirmado que Bruselas se propone implementar nuevas medidas para los controles en el espacio Schengen. El tema también formó parte de las conversaciones del presidente francés, Emmanuel Macron, en Varna, la semana pasada, cuando éste abordó con el jefe de Estado búlgaro, Rumen Radev, la necesidad de reformar la política europea de asilo y manifestó su respaldo a la participación de Bulgaria en los debates en torno a la reformación del espacio Schengen, pese a que Bulgaria no forme parte del mismo.
Siendo frontera exterior de la UE, Bulgaria, de hecho, participa en los debates en este sentido desde hace tiempo, insistiendo en la toma de medidas más firmes para domeñar la migración, distinguir con nitidez entre refugiados y migrantes económicos, concentrar a los refugiados en zonas de seguridad, próximas a las zonas conflictivas y comprometer en este problema a las autoridades de los Estados de los que parten los flujos migratorios. Merece ser destacado a estas alturas que Sofía comenzó a defender estas tesis en un momento en que la crisis de los refugiados estaba en su punto culminante. A diferencia de aquel momento, el nuevo soplo de cambios en la política europea con respecto a la migración se produce en un período en que se registra una reducción drástica de la presión migratoria hacia Bulgaria, algo que ha movido a algunos observadores locales a referirse a una especie de “sequía estival” en los flujos migratorios que cruzan por el país.
Efectivamente, según datos del Ministerio del Interior, hacia finales de agosto los centros de alojamiento de migrantes que buscan asilo en Bulgaria, llevan meses con capacidad incompleta. La estadística registra un descenso en el flujo migratorio tanto a la entrada como a la salida de Bulgaria. Sólo en los últimos siete días, los centros de alojamiento fueron abandonados por sesenta personas, cuarenta refugiados fueron detenidos al intentar entrar en Bulgaria, y otros siete, al intentar abandonar el país. Los centros, adscritos al Ministerio del Interior, se encuentran llenos a la mitad. Con una capacidad de alojar a más de 900 personas tienen cobijadas a un poco más de 400 que, además, son afganos y paquistaníes, y no refugiados de Siria. En los campos regidos por la Agencia Estatal para los Refugiados, los refugiados de Siria predominan, pero suman apenas 1358, frente a una capacidad para alojar en ellos a más de 5000. Se confirma íntegramente que para los migrantes, Bulgaria es más bien un país de tránsito y que un número escaso de quienes entran en él muestra deseos de quedarse aquí.
Surge ahora la pregunta de si, tras haberse reducido en un 80 % el flujo migratorio en lo que va de año, ¿tendrá Bulgaria razones para participar en la discusión en torno a una nueva política migratoria de la UE? La respuesta a esta interrogante es, decididamente, afirmativa, no sólo por los compromisos serios que Bulgaria tiene asumidos, incluso solamente en su calidad de país de tránsito. Es que el asunto tiene no sólo unas dimensiones técnicas y humanitarias, sino que atañe, en muy alto grado, también a la seguridad nacional. Es que las diferencias entre el número de quienes entran en los centros de alojamiento de migrantes y el de quienes salen de éstos sugieren que una parte del flujo migratorio se está quedando al margen del control y esto, en los tiempos que corren de elevadas amenazas terroristas, representa un grave problema.
Esta idea la comparten también los gobernantes en Bulgaria y, a juzgar por la declaración del presidente búlgaro, Rumen Radev, durante la visita a este país de Emmanuel Macron, de que la seguridad de los ciudadanos europeos comienza por la de las fronteras búlgaras, se ve que Sofía ha decidido participar activamente en la redefinición de la política migratoria europea.
Versión en español por Mijail Mijailov
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