El 1 de agosto en Skopje los primeros ministros de Bulgaria y Macedonia, Boyko Borisov y Zoran Zaev, respectivamente, han firmado un Tratado de Amistas, Buena Vecindad y Cooperación entre los dos países. Muchos observadores califican este acontecimiento de histórico, y razones no les faltan.
El Tratado se ha vuelto una realidad nada menos que 25 años después de que en 1992 Bulgaria, primera en el mundo, reconociera incondicionalmente la independencia y la soberanía de Macedonia, 18 años después de que en 1999 los entonces primeros ministros macedonio y búlgaro, Ljubčo Georgievski e Iván Kostov, suscribieran una Declaración de Buena Vecindad, y al cabo de nada menos que 9 años de negociaciones en doce vueltas, celebradas por diferentes gobiernos con vistas a lograr una redacción aceptable para ambas partes del Tratado de Buena Vecindad.
Por parte macedonia, en 1999 suscribía la declaración un líder del partido conservador de derechas VMRO-DPMNE, pero en 2017 esta fuerza política no respaldó el Tratado de Buena Vecindad, y así estampó su firma al pie del mismo un líder de la izquierdista Unión Socialdemócrata de Macedonia, gobernante en ese país. A diferencia de lo que ocurre en Macedonia, en Bulgaria han apoyado el Tratado todas las fuerzas políticas de representación parlamentaria. Las discrepancias en torno al tema entre las fuerzas políticas de Macedonia no hay que absolutizarlas puesto que hasta en el seno del propio VMRO-DPMNE las posiciones no son unívocas y, probablemente, pronto vayan a evolucionar.
De la significación de la firma del Tratado de Buena Vecindad son sendos indicios de peso también las reacciones internacionales. Inmediatamente después de la firma, Federica Mogherini, alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Común, y Johannes Hahn, comisario europeo de Política Europea de Vecindad y Negociaciones de Ampliación, han señalado que el Tratado es un paso adelante en las relaciones de buena vecindad y que refuerza la perspectiva europea de Macedonia. Ziegmar Gabriel, ministro de Exteriores de Alemania, ha destacado que Macedonia y Bulgaria han suscrito un tratado histórico en virtud de lo cual emiten una señal importante de una cooperación exitosa no sólo bilateral sino también regional en los Balcanes. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia ha comentado que el documento permitirá que Skopie y Sofía refuercen sus relaciones y su cooperación, cruciales ambas para el proceso de integración europea. Inmediatamente antes de la firma del Tratado tuvieron posiciones análogas las embajadas de EE.UU. en Sofía y en Skopie.
Por parte búlgara tanto el primer ministro Boyko Borisov como la titular de Exteriores Ekaterina Zajárieva definieron de manera realista la firma del documento calificándolo de sólo un paso hacia la normalización completa de las relaciones con Macedonia, la cual, en última instancia, dependerá de la aplicación práctica de las cláusulas del Tratado. Ambas partes han manifestado su resolución a no retardar la aplicación, al suscribir, simultáneamente con el Tratado de Buena Vecindad, sendos Memorandos intergubernamentales sobre el desarrollo de las conexiones ferroviarias entre Bulgaria y Macedonia y de cooperación en la esfera del gas natural.
Cuando en el pasado mes de junio, en su visita a Sofía, el primer ministro macedonio, Zoran Zaev, aseguraba que Macedonia cerraba un capítulo de la historia, de nacionalismo y de odio, y abría otro, de un porvenir europeo para todos, en Radio Bulgaria comentábamos con moderación que las buenas intenciones entre los dos países habían quedado patentes pero que restaba materializarlas. Tras la firma ayer, 1 de agosto, del Tratado de Buena Vecindad los fundamentos para el optimismo se vuelven notablemente más importantes.
Versión en español por Mijail Mijailov
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