Al final del año escolar los alumnos se presentan a exámenes en diferentes asignaturas. Sus conocimientos se valoran tanto por sus profesores, como también por inspectores externos. A menudo el material de estudio acumulado se aprende de forma rápida y en un corto plazo de tiempo lo cual exacerba la tensión que llega a convertirse en conflictos en la escuela.

Los ejemplos de agresión entre los niños no son pocos. La fuente originaria se busca en el papel de los padres que no tienen tiempo para prestar atención a lo que sucede en el colegio. Seriamente afectados por los problemas durante el año lectivo son los maestros. La edad promedio de la comunidad de docentes en Bulgaria es de alrededor de 50 años, y, debido a la falta de profesores jóvenes cualificados, en las escuelas a menudo trabajan cuadros retirados. Por lo tanto, el trabajo en equipo entre el alumnado y sus tutores de momento parece imposible.

En la escuela el maestro debería quedar exento de actividades excesivas que le son impropias –dice el pedagogo y director escolar Yuri Andzhekarski– . Cuando 26 escolares se encuentran hacinados en el pequeño espacio del aula –de unos 30 metros cuadrados en la escuela ordinaria– la dinámica de grupo en esta sala crea premisas para la agresión. Según la normativa, un alumno debe disponer de una superficie de un metro y medio cuadrado por puesto escolar. Nosotros pensamos en los animales en las granjas a los que hay que asegurarles espacio suficiente para estar bien pero no en los niños en las escuelas a los que deberíamos proporcionar más espacio del que dispone un recluso tras las rejas. La arquitectura del recinto también provoca la agresión de la gente que allí se encuentra; ha sido demostrado por experimentos con ratas colocadas en un acuario. Hay algunas medidas que pueden ser implementadas rápidamente para que la escuela se convierta en un lugar más atractivo y menos estresante. Una forma de hacerlo es trabajando con un pedagogo personal. Por ejemplo, si la posición de la clase es que el alumno problemático debe ser trasladado a otra clase o a otro centro escolar ello significa trasladar el problema de forma mecánica, sin resolverlo. El pedagogo personal podría dedicar más tiempo a un estudiante para ayudarle a encontrar la manera de lidiar con el estrés en circunstancias determinadas.

En cuanto a los spinners, los nuevos juguetes de moda con los que últimamente se entretienen casi todos los niños, Yuri Andzhekarski opina que esto no es algo que debería impresionarnos. A pesar de que en algunos países el pequeño artilugio giratorio ya está prohibido, los maestros de escuela búlgaros suelen ser tolerantes con el cachivache divertido de turno que, al menos, es silencioso y no perturba el trabajo en clase.

Con los spinners se divierten tanto los niños, como también muchos adultos a los que les encanta jugar –explica Yuri Andzhekarski– . Jugar está en la naturaleza humana. Al ser humano le gusta jugar y, de esta manera, descansar. Lo bueno del juego es que es una actividad espontánea. Nadie puede influir en los niños cuando quieren jugar. En este sentido, el juego es una forma de realización de la libertad humana. En esta actividad no estamos obligados a estar sincronizados con los demás como, por ejemplo, en la clase. Las restricciones crean estrés por eso en las escuelas el juego es necesario como una actividad espontánea. La otra cosa importante es que estos aparatitos divertidos no están en el mundo virtual, son reales e incluso desarrollan algunas habilidades motoras. No veo nada de malo en un juego que ayuda a los colegiales a sentirse mejor en la escuela. Juguetes como el cubo de Rubik, las tronadoras, el yo-yo, el tamagochi y muchos otros siempre han tenido su lugar en las escuelas.

Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: BGNES