Estos días estuvo de visita en Bulgaria Valdis Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión Europea para el Euro y el Diálogo Social, quien se reunió y conversó con casi todos de los gobernantes más encumbrados que tenían cierta responsabilidad en los temas del euro y el acceso eventual de Bulgaria a la Eurozona. Los esperamos a Vds. cuando estén listos, ha sido el mensaje principal de significación práctica nula del alto funcionario bruselense a quien algunos llaman el “Señor Euro”. El distinguido visitante no omitió, tampoco, elogiar a Bulgaria por la estabilidad financiera, la baja deuda y los gastos moderados del Ejecutivo, si bien criticó al mismo tiempo los desequilibrios en el sector económico, el endeudamiento interno amenazadoramente importante y los problemas en el mercado laboral.
Naturalmente ante los medios informativos, la visita y las conversaciones del vicepresidente de la CE en Sofía han sido presentadas de la manera más esquemática, acompañadas por frases y cortesías protocolarias estándar. En realidad, las cosas no son exactamente tales.
Los gobernantes en este país al frente con el primer ministro, Boiko Borisov, pretenden que Bulgaria adopte, lo antes posible, el euro por moneda oficial. El más moderado en su entusiasmo es el titular de Finanzas, Vladislav Goranov, quien se conforma incluso con el acceso de Bulgaria a la antesala de la Eurozona, o sea, al llamado Mecanismo ERM II. Aunque tal ocurriera no estaría claro cuánto tiempo permanecerá el país en esta antesala antes de convertirse en miembro efectivo de la Eurozona.
De hecho, esta vaguedad se fue disipando un tanto tras la visita de Valdis Dombrovskis al quedar claro que el PIB per cápita en Bulgaria deberá representar al menos un 70 % del nivel medio de los países de la Eurozona. Actualmente, este porcentaje es inferior al 50 % pero el país va aproximándose gradualmente a los países de mayor desarrollo. Lo está haciendo, empero, a ritmos insatisfactorios según los economistas de la Academia de Ciencias de Bulgaria, quienes consideran que Bulgaria necesitará de un crecimiento medio anual de al menos un 5,%, para poder, a corto plazo, equipararse al resto de países de la UE. Tal perspectiva por ahora únicamente existe en los sueños del primer ministro quien no disimula sus expectativas de que el crecimiento económico este año sea de un 4,5 % a un 6 %.
Todos los demás, tanto los expertos como los financistas y economistas búlgaros, en sintonía con las organizaciones internacionales del tipo de la CE, el FMI, el Banco Mundial etc., apuestan por un crecimiento del 3 %, aproximadamente. No es un crecimiento malo pero no es capaz de empujar con rapidez suficiente al país hacia el euro.
Dimitar Radev, gobernador del Banco Nacional de Bulgaria, una de las personalidades en este país con responsabilidades directas con respecto a la implantación del euro, también ha entibiado las pasiones al señalar que el sistema bancario en Bulgaria estará preparado para la moneda única dentro de un año y medio a dos.
Es obvio, sin embargo, y nadie pretende ocultarlo, que el acceso a la Eurozona no es un asunto eminentemente financiero, ni se reduce al respeto de determinados requisitos. Es, ante todo, una cuestión política, y ahí está el Talón de Aquiles de Bulgaria, país de credibilidad bastante baja en los círculos europeos y casi sin un lobby en Bruselas. Bulgaria persiste como país miembro periférico cuyas voz y opinión no reviste , en la práctica, peso ni importancia particulares para quienes toman las decisiones políticas en Bruselas.
Todo parece indicar que de esto también se están dando cuenta los búlgaros de a pie, quienes a diferencia de los gobernantes, no se sienten especialmente entusiasmados con la perspectiva de pagar en euro en los comercios y percibir sus sueldos en esa moneda. En realidad, los búlgaros están prácticamente familiarizados con el euro, ya que, por ley, la moneda búlgara tiene un tipo de cambio fijo al euro y una serie de pagos en el país se hacen en esta moneda. Esto, sin embargo, es menudo consuelo para los ciudadanos más pobres de la UE.
Lo demuestra la encuesta improvisada de un sitio influyente en Internet, según la cual, la mayoría de los búlgaros opinan que no hay que precipitarse y que hay que aguardar para ver lo que ocurrirá a corto plazo,con el euro. Se tienen en cuenta los diferentes escenarios para una Europa de distintas velocidades y el eventual encapsulamiento de la Eurozona en una especie de núcleo al cual no serán admitidos advenedizos. Las pruebas de que a Bulgaria se le considera justamente como a un invitado indeseado son numerosas y todas se sitúan en el plano político. O sea, como suelen decir algunos expertos, es la política la que ha comenzado a regir la economía de la UE en vez de que ocurra todo lo contrario.
Es que si el juego se hubiera jugado en base a las reglas forjadas por ellos mismos, en Europa deberían haber justipreciado los indicadores económicos excelentes y las valoraciones positivas que Bulgaria no deja de recibir de los círculos empresariales y económicos en el mundo.
Versión en español por Mijail Mijailov
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