Durante el año en curso, el Museo Politécnico Nacional celebra su 60º aniversario. La idea de recopilar una colección de tecnología del pasado había sido el sueño de muchos ingenieros búlgaros pero la realización de la misma se efectuó muchos años después. Una de las razones es que de dicha colección estaban encargados varias instituciones: el Comité de Cultura, la Academia Búlgara de Ciencias (BAN, por sus siglas en búlgaro), el Comité de enseñanza superior y progreso técnico. Mas en el año 1968 fue asignado el primer curador gerente del museo y al año siguiente su primer director también. Así, pues, empezó la recolección de muestras y la popularización de la idea. Durante esa época, el Museo Politécnico estuvo cooperando con las uniones de ciencias y tecnologías.
A continuación, Lyubov Fílipova, curadora general del museo, nos cuenta: Una de las personas que tomó la iniciativa es el ingeniero Stefan Rábov, más tarde docente en tecnología de la comunicación en el entonces Instituto Superior de Construcciones Mecánicas y Electrotecnia, actualmente la Universidad Técnica de Sofía. Stefan Rábov atrajo a colaboradores de varias instituciones que tenían en su poder objetos relacionados con la historia de la tecnología. Gracias a su labor, empezó a enriquecerse el inventario del fondo del museo. La primera gran colección vino de la Escuela Secundaria Profesional de Mecánica Fina y Óptica, que donó antiguos aparatos, máquinas y cámaras cinematográficas, cámaras de fotos y dos relojes. No era algo de gran valía pero para la inauguración de un museo como el nuestro no estaba nada mal. La colección más grande y la más representativa llegó a inicios de la década de los 70. Es la llamada Colección del Zar, se trata de objetos del inventario de los palacios de Sofía, probablemente del palacio de Vrana, los cuales hasta aquel momento habían sido utilería del Centro de Cinematografía Búlgaro, maltrechos por el uso inadecuado: cambio de muestras, nuevas pinturas, cambio del aspecto, aniquilación, etc.
Fue entonces cuando, después de un artículo en el periódico “Antenas”, el Comité de Cultura emprendió una acción a gran escala, en la cual el Museo Politécnico desempeñó un papel importante, ya que todavía era una institución joven que funcionaba con entusiasmo, además muchos de los objetos tenían una aplicación técnica. La colección que había servido de atrezo en el Centro Cinematográfico fue repartida entre varios museos capitalinos. De ese modo, pues, llegó una colección magnífica de 17 relojes, la mayoría de los cuales había estado colgando como adorno sobre las chimeneas palaciegas. Ahora tres de los mejores forman parte de la exposición “La belleza del tiempo”. En el museo está la colección privada de relojes de leontina y de pared de Gueorgui Jadzhinikólov y su intrumentario.“
Es uno de los pocos búlgaros que cursaron estudios especiales en 1914 en Suiza, señala Lyubov Fílipova. Después de graduarse, se dedicó a formar a jóvenes que quisieran aprender el oficio. Hacia 1930 fundó su propia empresa llamada Central de Relojería “Gnomon”. El gnomon está relacionado con el reloj solar, el utensilio más antiguo para dar la hora. Es el índice cuya sombra señala el avance de la hora. Su empresa instaló unos 60 relojes de torres y de estaciones ferroviarias en muchas ciudades de este país tales como Gábrovo, Stara Zagora, Sevlíevo, que ostentan relojes de torre en las fachadas de sus bancos o Correos. En la década de los 40 ya eran eléctricos, además fue él quien instaló el sistema eléctrico en el reloj del edificio central de Correos. Hoy en día se puede ver un reloj suyo en la fachada de la iglesia “Los Siete Santos Letrados”.
Con el transcurso del tiempo, el personal del museo fue aumentando y los curadores gerentes se encargaban de una o dos secciones, también viajaban por el país. Grababan las conversaciones con técnicos antiguos, ingenieros, buscaban muestras y archivos. Gracias a estas actividades el museo creó una colección de máquinas de escribir, entre ellas había ejemplares de inicios del s. XX. La colección de aparatos de radio es muy grande también. En la exposición está la primera cámara búlgara experimental de televisión, creada por el catedrático, Sazdo Ivanov. Con ella en 1952 fue realizado nuestro primer programa televisivo. Los curadores del museo siempre han mantenido buenas relaciones con la Facultad de Física de la Universidad de Sofía y con la actual Universidad Técnica y de este modo utensilios desgastados llegaron al inventario del museo. Por cierto, en la sección “Aparatos físicos” se puede apreciar el telescopio de Pétar Berón, estudioso y enciclopedista búlgaro (1799-1871). Aparte de crear el primer libro abecedario búlgaro, es famoso también por sus intentos por escribir tratados sobre problemas relacionados con la física espacial, por ejemplo. La última donación significativa que recibió el museo fue del diplomático Teodor Dimitrov, que trabajó muchos años como segundo bibliotecario de la biblioteca de la ONU. Él dejó como herencia para Bulgaria muchas colecciones, al Mueso Politécnico le tocaron los relojes, ejemplares magníficos de la segunda mitad del s. XX, hechos por maestros artesanos franceses y suizos.
Versión en español por Plamen Jrístov
Fotos: Veneta Pavlova
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