La semana pasada, la Comisión Europea ha otorgado a Bulgaria casi un millón de euros para que ésta comience a trabajar en su idea de construir un hub gasístico internacional en las afueras de la ciudad de Varna, en la costa búlgara del mar Negro. El dinero se empleará en subvencionar estudios, exploraciones y análisis para comprobar si tal instalación es viable y si la misma tiene sentido. Se trata de un dinero efectivo que impulsará efectivamente el avance de las cosas. Es que hasta este momento, el proyecto sólo estaba en las mentes de las personas del lobby gasístico en Bulgaria y del Gobierno del primer ministro Boiko Borisov que desde casi un mes ya no está en el poder.
De hecho, justamente ese Gobierno y, personalmente, el ex primer ministro, son los artífices y partidarios máximos de esta idea que hasta no hace mucho tenía la apariencia de una ficción. Incluso en Bruselas andaban perplejos hasta muy recientemente, preguntándose cuáles serían el sentido y los beneficios de la construcción eventual de semejante instalación en territorio búlgaro.
La mayor desconfianza frente a la idea de Borisov ha sido la que han expresado los expertos en temas gasísticos en Bulgaria y en el extranjero, y sus argumentos han resonado de manera más que convincente. Primero, Bulgaria cuenta con cantidades despreciables de gas propio, y las perspectivas de descubrir yacimientos rentables en la porción búlgara del mar Negro son vagas, inciertas y muy remotas. En las aguas territoriales de Bulgaria continúan los sondeos, de vez en cuando aparece cierta información de que algo ha sido descubierto, luego se publica la información contraria, de que hasta ahora no hay nada. Incluso si se descubriera algo habría que comprobar que la extracción será económicamente eficiente. A fecha de hoy, no se puede apostar por esta fuente gasística en potencia para el hub.
Bulgaria contaba con la oportunidad de transformarse en un agente efectivo en el marcado internacional del gas en Europa con el proyecto sobre el gasoducto Corriente del Sur. El gas ruso que fluiría por tuberías colocadas en el fondo del mar Negro debería aflorar a la costa a la altura de la ciudad de Varna y de ahí ser encauzado a Europa Central y Occidental. Sí, pero tras el conflicto con Ucrania y la anexión de Crimea en 2014, Bruselas hizo todo lo posible por torpedear este proyecto a través de Bulgaria. De esta manera se esfumaron las expectativas de Bulgaria de conseguir ingresos notables por el tránsito de gas por su territorio. Rusia y Turquía acordaron con presteza una alternativa y ahora ya está a la orden del día la Corriente Turca que, sin embargo, discurrirá muy lejos de la frontera búlgara y, muy probablemente, rendirá más beneficios para Grecia que para Bulgaria. En resumen, no hay gas ruso para revender desde el hub de Varna que ya ostenta el nombre oficial de Balcan.
No hay gas también por el hecho de no encontrarse enlazado el sistema nacional búlgaro de distribución de gas con los sistemas gasísticos de los países vecinos. Se trata de una conexión capaz de permitirle a Bulgaria tanto recibir como enviar gas en ambos sentidos. Las autoridades en Sofía dicen que se está trabajando muy intensamente en este sentido pero, de momento, no hay nada para poner blanco sobre negro. Se encuentran en la fase más avanzada los interconectores gasísticos con Rumanía y Grecia pero su puesta en funcionamiento llevará años, respecto a los cuales se ignora lo que podrá suceder en el plano internacional y en éste y en el otro lado de la frontera. Lo anterior hace inviable, durante los próximos 4 a 5 años, el suministro al anhelado hub de Borisov de gas proveniente de los países vecinos a Bulgaria.
Siendo esto así, es insoslayable la pregunta de, ¿qué precisamente se repartirá y se revenderá, con una ganancia para Bulgaria y a condiciones ventajosas para los usuarios extranjeros, a través de este hub balcánico? Aunque en algún momento se produjeran suministros concretos, en virtud de los acuerdos, dizque aprobados a nivel gubernamental, con países de la región del Caspio, para suministros de gas, las cantidades de combustible azul no resultarán suficientes para pactar transacciones importantes.
La Comisión Europea prometió ya el año pasado ayuda financiera y participación en las obras de construcción del hub “Balcan”. El que ahora haya concedido casi un millón de euros es un indicio positivo de que Bruselas no ve las cosas relacionadas con el centro repartidor sólo de color negó o sólo blanco. Se trata de un testimonio de que Bruselas, de manera cautelosa y bastante modesta por ahora, se incorpora a la materialización del proyecto. Queda por ver si esto significa que ve en tal instalación algo prometedor o, simplemente, pretende demostrar, con estudios y análisis, de que se trata de una idea sin sentido. No hay que olvidar, empero, que si la UE realmente decide ayudarle a Bulgaria en la materialización del proyecto, la Unión, por resquebrajada que se esté volviendo, tiene todavía influencia y capacidades sobradas para ejercer presión donde haga falta y acelerar o ralentizar la materialización de este grandioso proyecto. De una forma u otra, con este dinero otorgado por Bruselas, el hub “Balcan” abandona la fase de las habladurías para abordar la de las actuaciones. Prácticamente, no cabe esperar resultados en breve, pero el pistoletazo de salida ya se ha dado.
Versión en español por Mijail Mijailov
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