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Nivel de vida y promesas electorales

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Foto: BGNES

El nivel de vida en Bulgaria es el más bajo en toda Europa. Esto no ha ocurrido ayer y les consta desde hace mucho tiempo a los gobernantes y a los gobernados, a los sindicatos y a los partidos políticos por igual. En función de las ideologías que estaban defendiendo y de las convicciones políticas por las que se guiaban, los diferentes gobernantes en Bulgaria en los últimos casi 30 años intentaban, con éxito variable, tomar medidas para incrementar los ingresos de los búlgaros y mejorar su calidad de vida. Unos eran partidarios de la tesis neoliberal de que cada uno cobraba justo lo que había trabajado. Otros, sobre todo, la izquierda, enfatizaban en la necesidad de socorrer a mayor número de personas con más dinero y ayudas públicas.

En los últimos años han estado en el poder dos gobiernos del ex primer ministro Boiko Borisov, líder del centroderechista partido GERB. La política económica y financiera de estos gobiernos no dejaron dudas de que Borisov era partidario de las formas más acendradas de relaciones mercantiles en el mercado laboral, o sea, de una intervención menor del Estado en la esfera social. En cambio, fueron cobrando protagonismo proyectos muy costosos de autopistas, carreteras, gasoductos y conexiones gasísticas y de otros tipos de infraestructuras a la financiación de los cuales se encauzaron los recursos principales del Estado. Las personas socialmente desaventajadas, la gente pobre, los enfermos, las personas de la tercera edad no recordarán a los dos gobiernos de Borisov con nada bueno para su nivel de vida.

Los problemas relacionados con la cada vez mayor pauperización del grueso de los búlgaros incidieron, sin embargo, en los resultados de los comicios presidenciales de noviembre pasado cuando, deparando una sorpresa tanto a los gobernantes como a los sociólogos y politólogos, triunfó el candidato Rumen Radev, apoyado por el Partido Socialista Búlgaro (PSB). Este hecho, por un lado, ha insuflado al PSB fuerzas y ambiciones nuevas de cara a las próximas elecciones parlamentarias anticipadas. Y, por el otro, ha demostrado que por muy útiles e indispensables que hayan sido los proyectos de infraestructura de Borisov, “los búlgaros no comen asfalto”, como señalan sarcásticamente los impugnadores de su política.

No ha arrancado aún en forma oficial la campaña electoral .No obstante ello, los dos partidos más importantes en el país, el Partido Socialista Búlgaro y el partido GERB se han apresurado a confeccionar y hacer públicos sus programas económico-sociales preelectorales, difíciles de distinguir el uno del otro. Si uno se da el trabajo de leerlos, se enterará, tras hacerlo, de que las penas de los pobres búlgaros ya van tocando a su fin y que pronto se descargará sobre ellos una lluvia de dinero, dinero que provocaría un aumento sensible de las pensiones, de los sueldos en el sector público, de las indemnizaciones y los subsidios sociales. La contradicción esencial, escondida detrás de esta aparente unidad de pensamiento de los oponentes políticos es si las enormes reservas acumuladas por el Estado y los permanentes excedentes presupuestarios se gastarán a favor de la población o, dicho en sentido figurado, en beneficio del asfalto. Los sindicatos reclaman con firmeza dinero para los hogares, los empleadores, en cambio, se oponen con igual firmeza a la materialización, con dinero público, de proyectos de infraestructura gigantescos.

Nadie se atreve a augurar todavía lo que ocurrirá en las próximas elecciones porque los porcentajes de diferencia en los sondeos sociológicos son realmente despreciables. Sin embargo, lo que ya está claro es que en Bulgaria va cobrando fuerza una oleada de izquierdas, de marcada orientación social y de mayor sensibilidad por las preocupaciones de los ciudadanos de a pie. Desafortunadamente, ya hemos sido testigos de un fenómeno de este tipo cuando la izquierda, tras acceder al poder, fracasó estruendosamente al no hacer nada sustancial a favor del bienestar y la igualdad social. Antes al contrario, hizo a sus ricachos más ricos aún, y, a los pobres, paupérrimos, según señalan gran número de analistas.

Versión en español por Mijail Mijailov



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