Hace algo más de dos años, el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenaba personalmente la suspensión del proyecto de un gasoducto desde Rusia por el fondo del mar Negro hasta Bulgaria y, de este país, hacia Europa Central y Occidental. Tras negociaciones prolongadas, arduas y contradictorias, Moscú y Ankara se pusieron de acuerdo en la construcción de un nuevo gasoducto “Corriente turca”, por el fondo del mar Negro y con destino a Europa. Hasta ahora no ha quedado muy claro cómo será este gasoducto nuevo, si es que llegue a ser construido algún día como alternativa a la Corriente del Sur, y si podrá realmente sustituir a ésta. Lo anterior lo reconoció indirectamente el propio presidente ruso en Budapest, la semana pasada, cuando hizo recordar que Moscú pretendía seguir desarrollando su colaboración con Europa, pero que también insistía en obtener garantías. Putin no omitió tampoco acusar a Bulgaria por el fracaso del gasoducto “Corriente del Sur”, resaltando que este país había sido pusilánime y se había doblegado ante la presión de Bruselas que, desde hacía mucho, había venido viendo este proyecto con malos ojos. ¿Será posible interpretar la declaración de Putin en Hungría como una especie de tanteo del terreno con vistas a eventuales proyectos gasísticos nuevos con la participación de Bulgaria? Sí, es posible. Es posible porque estas maniobras preparatorias no se han iniciado la semana pasada, sino que, bajo una forma u otra, se han venido efectuando incluso desde la dizque suspensión definitiva del proyecto South Stream hace más de dos años. Desde luego, las actuaciones de reconocimiento por parte de Moscú se iniciaron a bajo nivel, al nivel de expertos más o menos conocidos en el sector gasístico, quienes han ido investigando y esbozando las variantes viables sobre la materialización o la transformación del proyecto sobre el gasoducto. Independientemente del tipo de interpretaciones, conclusiones y pronósticos que se iban haciendo, en los mismos siempre estaba presente Bulgaria, país aparentemente borrado por Putin del mapa gasístico ruso de Europa. La idea que cobró la mayor popularidad apuntaba a que una de las dos tuberías previstas en el marco de la Corriente Turca cruzara por Bulgaria en la forma de una especie de mini Corriente del Sur. Esto está halagando los oídos de quienes hasta no hace mucho gobernaban Bulgaria, quienes tramaban planes de cómo en la zona en que la tubería de la Corriente del Sur emergería del mar, iban a construir un centro repartidor de gas por medio del cual venderían gas, con buenas ganancias, a todos los países vecinos e incluso a los países del Centro de Europa. Ahora aquellas esperanzas vuelven a nacer con la idea de dividir la Corriente Turca en dos tuberías, llegando una de éstas a la costa búlgara del mar Negro. Si sienten especialmente felices con esta posibilidad, todavía teórica, los rusófilos del Partido Socialista Búlgaro y, sobre todo, Yavor Kuyumdzhiev, mejor experto de este partido en el terreno de la energética. Este último ha augurado éxito a este proyecto al que ha sumado la segunda planta nuclear búlgara, la de Bélene, congelada, asimismo, por parte de Rusia y la instalación de otro reactor en la planta nuclear de Kozloduy, que desde hace muchos años viene funcionando con éxito.
Por la inexistencia de un Parlamento y de un Gobierno legítimamente electo no ha habido reacciones públicas oficiales de las autoridades búlgaras. Está más claro que el agua que ha habido tanteos y negociaciones pero también se sabe que nadie, en vísperas de unas elecciones parlamentarias que se perfilan como extraordinariamente reñidas, dirá lo que Sofía opina al respecto. Simple y llanamente no hay quién lo haga y que el Gobierno interino es el menos indicado para hacerlo puesto que se mantendrá en el poder unos 4 o 5 meses, o quizás, menos. Es que la decisión es de un carácter estratégico tan importante que resulta inconcebible esperar una posición búlgara más nítida en el período preelectoral y antes de que se forme un nuevo Gobierno ordinario, y, además, no está claro cuándo ocurrirá esto. Además, Putin, tras haber sentido en carne propia la influencia de Bruselas sobre este tema, no montaría ni una sola tubería del gasoducto sin contar con las garantías y las coordinaciones respectivas con la UE. Esta tarea se vería bastante facilitada si en las elecciones en Bulgaria en marzo triunfara el Partido Socialista Búlgaro, PSB. Así lo ha manifestado sin rodeos Kornelia Nínova, lideresa de este partido, quien había expresado tras el triunfo del general Rumen Radev, respaldado por el PSB, en las presidenciales en noviembre pasado, que esa victoria sólo marcaba el principio de los cambios. La aproximación y la cooperación con la Rusia de Putin ocupan un lugar considerable dentro de estos cambios.
Versión en español por Mijail Mijailov
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