El sector económico búlgaro en el año que estamos a punto de despedir se ha comportado como un verdadero campeón. Ha tenido un crecimiento del PIB superior al 3 %, ocupando el segundo puesto en la UE por este indicador, al erario público han ido a parar cuantías superiores en mil millones de euros a las de los años anteriores, el Ministerio de Finanzas ha registrado un excedente en el Presupuesto Público, el número de los turistas extranjeros ha ascendido a 10 millones superando casi dos veces al de los habitantes de este país.
Hay también otros varios factores positivos, por entre los cuales posiblemente merezca una mayor atención el aumento salarial sensible de los europeos más pobres y peor pagados, y los salarios que en la capital Sofía incluso se han equiparado a los nivele europeos medios.
Todo lo anterior es indicativo de una buena salud económica y de que los búlgaros de a pie han sentido por sus ingresos los efectos positivos del crecimiento. Otra cosa importante que hay que destacar es que el auge económico se ha producido sobre el telón de fondo de una situación política y social estable hasta no hace mucho. Hasta el pasado mes de noviembre, el segundo gobierno del partido GERB y sus socios de coalición, muy frecuentemente imprevisibles, estuvieron gobernando en un entorno de serenidad y sin tensión especial. Incluso la crisis de los refugiados fue hábilmente soslayada y frustrada, y Bulgaria resultó situada justo donde tenía que tener su puesto en el mapa de Europa: en la periferia de los multitudinarios flujos migratorios y al margen de las metas de los terroristas.
Sin embargo, tantas buenas cosas no auguran otras, igualmente buenas, dicen los búlgaros de antaño y los sabios basados en su dilatada experiencia personal y en los hechos históricos. Esta máxima, aparentemente, resultará cierta para la economía búlgara en 2017. Es que no hay ningún economista, financista o analista, ni tampoco experto del Ministerio de Finanzas búlgaro que no prevea para 2017 una desaceleración del crecimiento económico a unos ritmos más moderados. Algunos ya han comenzado a comentar que el sector económico nacional se encuentra recalentado y que ahora habrá que rebajar las temperaturas empresariales a niveles más normales y perdurables. No obstante, no hay nada dramático para este país ni para los búlgaros. El PIB seguirá creciendo, las arcas del Estado se llenarán con dinero para los gastos públicos, se espera que, por fin, lleguen los subsidios europeos, otorgados a Bulgaria en el marco del nuevo período programático quinquenal, los ingresos de quienes trabajan seguirán aumentando, el salario mínimo interprofesional garantizado subirá un 9 % a partir del 1de enero de 2017.
Todo esto puede verse amenazado por cambios internacionales repentinos en la desasosegada Europa, en el Oriente Próximo y el Norte del África, capaces de trastocar las cuentas de los hombres de negocios y de los gobernantes de Bulgaria.
Sin embargo, la amenaza máxima se sitúa en el plano interno y es la desestabilización política, iniciada en noviembre pasado y que persistirá, cuando menos, hasta las elecciones parlamentarias anticipadas en la primavera de 2017. Seis meses de conmociones políticas, de precariedad e incertidumbre son capaces de zarandear incluso la economía más estable y próspera. Por suerte, los acontecimientos políticos inminentes, por muy desagradables que resulte, no serán tan extraordinarios e insólitos en las condiciones de una democracia y, además, el sector económico nacional ya ha acumulado bastante experiencia en la aplicación de medidas tendentes a limitar el impacto negativo de las conmociones y cambios políticos.
Hay más y es que la economía nacional ya se siente lo suficientemente fuerte y dispone de las reservas y márgenes de flexibilidad indispensables para protegerse. Lo cual, por cierto, no es óbice para la existencia en el sector económico búlgaro de miles de problemas, entre ellos, en primer lugar, la crisis cada vez más virulenta y profunda en el mercado laboral, donde el déficit de personal cualificado cobra dimensiones francamente dramáticas y amenazantes para cualquier empresa nacional, independientemente del segmento en que se desenvuelve. Es que se trata ahí de un problema que no se puede resolver con una varita mágica o por ley, ya que lleva tiempo, implica esfuerzos y la toma de medidas a largo plazo. Esto significa que en 2017 la situación relacionada con la mano de obra no mejorará, hágase lo que se haga, y este problema será uno de los retos más importantes ante la economía de Bulgaria.
Versión en español por Mijail Mijailov
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