Uno de los importantes artistas búlgaros, Georgi Bakardzhiev, está representado con una muestra de cerámica y pintura en la galería "Nuans". Su vida está repleta de peripecias y con avidez por las artes. Nacido a finales del siglo XIX en la familia de un calderero, Bakardzhiev fue testigo del ocaso de los oficios en su ciudad natal Karlovo, así como de las derrotas que sufrió Bulgaria en los primeros decenios del siglo XX. Igual que muchos búlgaros que se habían dirigido hacia sus sueños en tierras lejanas, él se encaminó a América del Norte. Su padre se despidió de él con las palabras: Ve y si no logras realizarte como personalidad no regreses. Camino a América, Georgi Bakardzhiev llegó a París, una ciudad que le cautivó, y en la cual se quedó durante largos años.
Conversamos con su hija la arquitecta Olga Bakardzhieva.
Mi padre sabía pintar bien y buscó trabajo como decorador. No lo contrató nadie. De uno de los talleres, el más grande, pensaba que era casi imposible acceder en él. Se sorprendió mucho cuando lo contrataron a prueba. Después se quedó allí y poco a poco comenzó a aprender el arte de la decoración. Pintaba con oro sobre vidrio. Al mismo tiempo, aprendió a encender el horno indispensable para este proceso. Recuerdo un caso que él describía. Fue a otro taller donde se había planteado aprender cómo se encienden hornos. El director llamó a la persona que le enseñaba el proceso. Mi padre vio que tenía que detener el horno, porque el fuego había alcanzado la temperatura necesaria y los objetos en el horno se hubieran dañado si los grados seguían subiendo. Pues, frenó el horno. El hombre regresó con rapidez y se indignó, porque mi padre se había atrevido a hacerlo. Se sorprendió mucho cuando vio que los objetos habían quedado bien.
De este modo, poco a poco, Georgi Bakardzhiev comenzó a trabajar con vidrio usando oro, platino y acabados. Visitó la Sorbona y cursos en el taller del afamado escultor Antoine Bourdelle. Presenció conferencias sobre historia del arte y así amplió sus horizontes. Creó su propio taller y comenzó a trabajar. Cuando tenía unos 30 años de edad participó en una feria en Nueva York por parte francesa. En 1930 participó en la Feria Mundial de Artes Aplicadas y recibió el reconocimiento internacional Grand Prix y una medalla de oro en Lieja.
En El Cairo le entregaron el primer premio por su trabajo en el ámbito de la cerámica y el vidrio. Lo curioso en lo que a la medalla de oro se refiere es que pasaron años pero él no se la llevó. Guardó solo el diploma porque opinaba que si tenía un diploma esto ya era suficiente. Lo guardó en su taller. Una vez lo visitó un amigo suyo que vio el diploma enrollado y se dio cuenta de que había obtenido un premio tan importante y no le había prestado ninguna atención. Le dijo: No te puedes imaginar el éxito que te espera. La distinción le abrió muchas puertas hacia prestigiosos foros y comunidades artísticas. En 1940 regresó a la patria. Trajo gran parte de sus obras y puso el acento en las técnicas y los materiales con los cuales había aprendido a trabajar en Francia.
En los años 50 comenzó a viajar por Bulgaria deseando recrear las formas tradicionales dándoles un aspecto moderno. Había hecho 300 ejemplares que fueron mostrados en una muestra. Causó una verdadera sensación. Esta muestra también fue galardonada. Al mismo tiempo, no dejaba de desarrollarse y de pintar. Comenzó a escribir y decía: “Durante el socialismo uno debe cambiar de profesión una vez”. Entonces editó tres libros: “La cerámica en Bulgaria”, “Cobre labrado” y “Cerámica de la aldea de Busintsi”. Escribía crítica y fueron publicados muchos artículos críticos suyos en diferentes periódicos y revistas. Es autor de ensayos y versos”.
Versión en español por Hristina Taseva
Fotos: Galería "Nuans" y Veneta Pavlova
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