Mientras el pueblo búlgaro sufría las últimas décadas de la opresión otomana, uno de sus hijos conseguía saborear la libertad y alcanzar alturas inasequibles hasta aquel entonces para ningún compatriota. Dimítar Dobrovich logró obtener una formación académica, paladear las lizas por la unificación nacional de Italia y situarse entre los artistas románticos europeos. Casi toda su vida creativa transcurrió en Roma pero al final de su existencia regresó a la patria recién liberada donde, pincel en mano, terminó su camino terrenal.
Dimítar Dobrovich nació en 1816 en la ciudad de Sliven, en el sureste de Bulgaria. Al principio, el destino no fue piadoso con el artista, quien a los once años de edad se quedó huérfano. Las circunstancias le llevaron a Estambul. Allí empezó su impetuoso ascenso vital y creativo que le conduciría a otras capitales y le reuniría con maestros de primera categoría, que descubrirían su talento y le inspirarían en su camino hacia el gran arte.
Dimítar Dobrovich es una personalidad excepcional que está en el inicio del arte secular búlgaro, a pesar de que sólo en los últimos diez años de su vida, cuando regresó a la patria, estuvo directamente vinculado a su vida artística –dice la crítico de arte Ruzha Márinska– . Se fue de Bulgaria siendo adolescente, recibió su educación artística en Atenas y luego continuó su formación en Roma, donde pasó la mayor parte de su vida, unos 45 años. De modo que, para poder decir quién es Dimítar Dobrovich, hay que situarle en ese contexto paneuropeo. Y es entonces cuando se hace evidente que se relaciona con el Romanticismo tardío. Además, es, tal vez, el único artista que se inscribe programáticamente en esta corriente del arte europeo. El romanticismo se puede encontrar, por ejemplo, en los retratos de sus maravillosas aldeanas de los alrededores de Roma, y también en las melancólico–sentimentales imágenes femeninas.
Sin embargo, dondequiera que se encontraba, el artista no podía olvidar el horroroso destino que sobrevino a su país. Posiblemente por ello se alistó a las filas garibaldianas.
Cuando en noviembre de 1848 arribó a Roma, Dimítar Dobrovich se encontró en medio de los más grandes disturbios –continúa su relato Ruzha Márinska– . Como un joven artista que era, y ya habiéndose inscrito en la Academia romana de Bellas Artes de “San Luca”, naturalmente se dejó llevar por esta vorágine. Como confesaría, empero, al destacado intelectual y político búlgaro, Prof. Iván Shishmanov, estuvo por muy breve tiempo, quizás no más de un mes, en el batallón de los estudiantes. Se trata del período de mayo a junio de 1849, cuando defendía en las barricadas los accesos a Roma. Fue entonces, según contara él mismo, cuando vio a Garibaldi, cerca de la Iglesia de San Giovanni.
Años más tarde, Dimítar Dobrovich regresaría a la patria emancipada, entusiasmado, asimismo, por la cordial acogida dispensada a la delegación búlgara en Roma. El decano de los artistas búlgaros, como le llamaría el Prof. Iván Shishmanov, es recibido en su tierra natal con el corazón en la mano.
¿Qué ha llegado a nuestros días de la obra de Dimítar Dobrovich, dispersa entre Grecia, Italia y Bulgaria?
Dimítar Dobrovich creó su obra y fue evaluado y premiado por ella –explica Ruzha Márinska– . Trabajos suyos integran colecciones helenas pero no han sido estudiados ni tenemos acceso a la mayoría de ellos. La misma situación se da también en Roma. Por eso podemos comentar únicamente aquellas obras –que no son pocas– que quedaron en su estudio en Roma y las que trajo en Bulgaria a su regreso en 1893. A la sazón exhibió en la Asamblea Nacional del país un centenar de obras, entre lienzos originales y copias de maestros italianos del Renacimiento, que hoy en día se conservan en la Galería Nacional de Arte. La Galería de Arte de su ciudad natal, Sliven, también acoge una importante colección. Otros cuadros se encuentran dispersos en colecciones privadas. En Roma hemos hecho importantes pesquisas encaminadas a encontrar algo de Dimítar Dobrovich y nos hemos topado con resultados vergonzosos; resultó que obras suyas se subastan bajo nombres ajenos. Es una puerta abierta y tenemos que seguir trabajando en esa dirección.
2016 ha sido declarado Año de Dimítar Dobrovich. El bicentenario de su natalicio se celebrará con conferencias, charlas y exposiciones que presentarán el destino extraordinario de un búlgaro cosmopolita, según los estándares modernos.
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