“Desde California hasta Stalpishte”, es el título de un libo que salió hace unos días y que está basado en la auténtica historia de Liuben Rabchev, un búlgaro inteligente y emprendedor residente en los EEUU. Se trata de una lectura documental llena de muchas vicisitudes pero lo que priva es la voluntad de seguir los sueños.
Conocí al señor Rabchev hace unos años por casualidad durante una excursión en Estambul, cuenta Raymond Wagenstein, director de la editorial Kolibri. Nos hicimos amigos allí, tomábamos vino y hablábamos de futuros planes. Él había regresado de América y me contó de sus planes y de lo que quería hacer en la ribera del Danubio. Yo pensaba que era algo loco. Y es así, uno debe ser un poco loco para hacer lo que él hizo y lo que he tenido el placer de ver: casi 20 hectáreas de tierras abandonas que él convirtió en un bello lugar en que plantó vides, árboles frutales, construyó un bello hotel, tres restaurantes, una bóveda, piscina, lago artificial en que nadan patos. Se trata de un lugar que él convirtió en un rincón paradisíaco con sus esfuerzos, labor y obstinación. La obstinación es una de las importantes calidades del señor Rabchev. Tal vez por esto es una persona que tiene tantos éxitos en la vida.
Su huida a América se parece a una película de acción. Él su esposa embarazada se escondieron en el techo de un tren que viajaba a la ex Yugoslavia donde ni se atrevieron a mover hasta que no atravesaran algunas fronteras. Cabe decir que en el libro están descritas varias situaciones que quitan el aliento.
Cuando terminó con su activa labor en los EEUU donde construyó complejos de viviendas, diseñó patentes de reconocimiento internacional y se dedicó a un montón de cosas comenzando por gasolineras, partes de repuesto para automóviles, una empresa para empaquetamiento de diferentes cosas, decidió regresar a Bulgaria, señala el editor del libro. La causa era realizar su idea de hacer algo también en la patria, enfrentándose a la burocracia búlgara. Para lograr esto necesitaba gran cantidad de licencias, permisos y cada uno trataba de poner trabas en vez de respaldar los negocios que favorecen esta parte de Bulgaria y aseguran puestos de trabajo a muchas personas.
Uno dedica gran parte de su tiempo a pensar en lo que ha hecho y cuando alcanza una edad en que ha logrado todo lo soñado comienza a pensar qué es lo que podría dejar tras de sí. Si uno ha vivido largos años y se ha sentido bien y si sabe que es la séptima generación de la familia, comienza a pensar que debe dejar algo a las generaciones venideras. En estos tiempos dinámicos y tumultuosos es difícil decidir cuál rumbo emprender. Por fin uno se cansa en las grandes ciudades y siente nostalgia por su tierra natal. En mi fuero interno siempre he sido una persona del campo ya que crecí en una aldea búlgara.
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