No permitiremos que Bulgaria sea contorneada por los trayectos gasísticos, manifestó durante los días feriados recién pasados el primer ministro búlgaro Boyko Borisov en una mesa redonda internacional sobre inversiones, aludiendo a su proyecto de infraestructura predilecto: la construcción de un centro repartidor de gas en la costa búlgara del mar Negro. El proyecto no está muy claro pese a los constantes comentarios que se vienen haciendo sobre él, máxime tras el fracaso, hace dos años, del gasoducto Corriente del Sur, por el que debería transitar gas ruso vía Bulgaria rumbo a Europa Central. En aquel momento Bulgaria, que apostaba por unos ingresos sustanciales en concepto de tasas por el tránsito, se vio forzada por Bruselas a dar un portazo a la Gazprom rusa. Ha conservado, sin embargo, sus ambiciones gasísticas europeas a pesar de encontrarse situada en el extremo del continente y, en la práctica, se está surtiendo de gas únicamente de Rusia vía Ucrania.

El hub gasístico traducido a un lenguaje normal significa , como decíamos, un centro repartidor que, primero, debe tener el gas para repartir y, segundo, ha de contar con los países a los que encauzarlo. Actualmente Bulgaria carece por igual, de gas y de países clientes. No hay gas ni hay países deseosos de proveerse de gas justamente desde Bulgaria. En cambio lo que sí hay son ideas y todas ellas se insertan más bien en el ámbito de las buenas intenciones sin que existan cualesquiera medidas prácticas y visibles con vistas a la materialización de aquéllas. Se comenta que el gas podría llegar procedente de Azerbaiyán, Irán, Grecia, Turquía etc. que hay probabilidades de encontrar también yacimientos de gas en la porción búlgara del mar Negro. Sí, así todo resulta posible pero en el caso concreto todo esto es sumament6e incierto e imprevisible desde el punto de vista de los plazos para la realización, mientras las referencias al hub gasístico apuntan a unas obras que se podrían acometer nada menos que el próximo año.

Bruselas , en un comienzo, veía con escepticismo estas ambiciones de Bulgaria pero ahora el entusiasmo de las autoridades búlgaras parece que ha sido más vigoroso que los argumentos racionales y así la CE , quiéralo o no , ha ofrecido su respaldo y hasta ha prometido algún dinero para el proyecto. El lunes, en la conferencia esto fue reiterado ante inversores extranjeros en potencia quienes habían acudido a la misma para familiarizarse con lo que prevén las 4 variantes, elaboradas por las autoridades búlgaras, para este hub gasístico que costaría, aproximadamente, 1500 millones de euros.

Hasta ahí bien pero ese mismo día desde la lejana Rusia llegó un soplo de frialdad y el jefe de la Gazprom Alexei Miller, a su vez, tras haberlo hecho el ministro de Energía Alexander Novak, declaró contundentemente y sin salvedades que su compañía no tiene la intención de suministrar gas a Bulgaria por el fondo del mar Negro. Bruselas consiente pero Moscú se mantiene renuente. En este triángulo Sofía vuelve a tener el papel del perdedor, sólo que en este caso concreto están trastocados los puestos de los culpables y así ahora no es Bruselas sino Moscú la que provoca el fracaso de los planes búlgaros. Quizás sería capaz de cambiar las cosas una eventual reunión tripartita por la que está abogando el primer ministro búlgaro Boyko Borisov. Las probabilidades para celebrarla , sin embargo, son muy escasas después de que la Gazprom se negara a participar en la reunión de inversores estos últimos días, manifestando así su obvio desinterés por los proyectos gasísticos búlgaros que sin la Gazprom simplemente seguirán inviables.

Versión en español por Mijail Mijailov