El gran violinista búlgaro Micho Dimitrov nació en la ciudad de Plóvdiv –la más grande de Bulgaria, después de la capital, Sofía–, donde terminó la Escuela Media de Música. Luego se graduó por el Conservatorio de Sofia, donde estudió en las clases de los destacados violinistas Boyán Léchev y Vladimir Avrámov.
El reconocido violinista regresa a menudo a la patria y organiza clases magistrales en diversas ciudades. Enseña, toca música de cámara y, además… dibuja. Dibuja las catedrales de su música. Ha realizado siete exposiciones individuales. En 2013 le fue conferida la estatuilla de Músico del Año, una clasificación del programa Allegro Vivace de Radio Nacional de Bulgaria. Este mayo el Maestro celebró un aniversario jubilar.
Los años pasan volando –dice– . Entré en la séptima década de mi vida. Soy violinista pero los últimos cuatro años me dedico también a la pintura. Mi aniversario jubilar inició de manera singular, con una exposición y un concierto dedicado a la música de cámara. Pero el evento más grande fue, sin duda, mi participación en la cincuentava segunda edición del Festival Internacional de Música de Cámara, en Plóvdiv, uno de las más antiguas de Europa, en un recital con mi compañera de siempre, la pianista Violeta Popova. Interpretamos un abanico de obras que he ejecutado durante diferentes épocas de mi vida.
De su colaboración con algunos de los nombres más destacados de la música a nivel mundial, así como de la conquista de escenarios prestigiosos Micho Dimitrov cuenta lo siguiente:
Conocí a Ifra Nieman en el Concurso Chaikovsky, en 1978. Unos meses más tarde, en el Concurso Kreisler, en Viena, me ofreció una beca del Consejo Británico. En la primavera de 1980 me fui a Inglaterra donde me quedé tres años. Durante el último par de meses de mi estancia recibí varias llamadas del legendario director de orquesta búlgaro Dobrín Petkov, pidiéndome que ocupara el puesto de concertino de la Filarmónica de Plovdiv. Naturalmente, acepté. En 1988 me fui a Holanda donde gané una oposición para el puesto de concertino en la mayor orquesta filarmónica radial holandesa. Me quedé en la silla del concertino 25 años. Sigo tocando. En los últimos años me dedico cada vez más a enseñar y a ofrecer clases magistrales en Bulgaria.
Acerca de las catedrales que dibuja, y de su estilo y origen, el gran violinista comenta:
Nosotros, los músicos intérpretes somos, en el mejor de los casos, coautores pero, antes que nada, tocamos lo que el compositor ha escrito. Yo quería que algo saliera de mi mano. Curiosamente, en vez de a la música, yo me orienté a la pintura. Ella me da libertad y oportunidad de improvisar. Además, es un pasatiempo. Siempre he sentido un enorme respeto por la arquitectura, más que nada por la del Medioevo y la de la Antigüedad. Me gustan también las ruinas; son lugares espirituales donde la gente practicaba ritos. Para mí son lugares sagrados por su carga espiritual. Tengo, asimismo, un ciclo entero de grabados. Pruebo cosas diferentes. Espero poder formar en Bulgaria mi propia clase para trabajar con ella de manera constante. Conozco a casi todos los jóvenes talentosos de las últimas dos generaciones. Tras un período de decadencia total ha vuelto a aparecer una ola renacentista. Hay adolescentes maravillosos a los que siempre me da placer escuchar. Ojalá realmente haya un renacer.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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