Hacia finales de su mandato actual y poco después de anunciar que no participará en la lid por un segundo mandato, el presidente de Bulgaria, Rosen Plevneliev, hizo una impresionante intervención ante el PE en Estrasburgo. En una sesión dedicada a las causas de la migración, el proyecto de directiva contra la evasión fiscal y la lucha contra las prácticas desleales de las redes comerciales en el mercado externo, el jefe de Estado se refirió a los grandes retos políticos ante el futuro de Europa. El discurso impresionó por su agudeza y el presidente del PE, Martin Schultz, lo calificó de “valiente” pero a juicio de otros, había sido “atrevido”.
En efecto, desde la tribuna del PE Rosen Plevneliev manifestó que de una guerra fría en nuestras relaciones hemos pasado a una paz fría; en el mundo hay gran número de crisis y una de éstas es que hoy Rusia no apoya los principios del orden internacional; Kremlin trata de desestabilizar a la UE; somos testigos del peor entorno para la seguridad desde finales de la Segunda Guerra Mundial y si Occidente permitiera una nueva conferencia en Yalta esto sería una vergüenza histórica.
Hace falta señalar que en Bulgaria las reacciones ante la intervención presidencial no fueron numerosas y no provinieron de personalidades oficiales, y las calificaciones para ésta variaron de “demasiado aguda respecto a Rusia”, en el espacio de la izquierda y de los nacionalistas, a “discurso visionario para el futuro de Europa”, en el espacio de la derecha. Así, por ejemplo, el ex presidente de los socialistas, Mijail Mikov, manifestó que el discurso del presidente es un servidurismo vergonzoso y sumiso a intereses foráneos en perjuicio de Bulgaria.
El presidente de la formación nacionalista VMRO, Krasimir Karakachanski, destacó que no era normal ni aceptable que el presidente de Bulgaria hablara en un tono más extremo que el presidente de los EEUU, que Rusia y Ucrania distan unos 1000 kilómetros y que deberíamos mantenernos ecuánimes. Desde el Bloque Reformista, de derechas, rechazaron las críticas arguyendo que Rusia no había sido el acento principal en el discurso presidencial y uno debería ser malintencionado para basarse solamente en este tema. En los círculos gubernamentales no se omitió señalar que en el Parlamento de Estrasburgo hubo reacciones de aprobación.
En su discurso Rosen Plevneliev llamó a mantener la unidad en la conservación de las sanciones contra Rusia. Algunos comentaron que en su negativa de postular para un segundo mandato, el presidente Plevneliev se siente más libre que el primer ministro Borisov de la necesidad de hacer declaraciones equilibradas en esta complicada materia geopolítica. Sin embargo, las posturas del presidente y del gobierno sobre las sanciones contra Rusia no difieren considerablemente. Un día antes de la intervención del presidente en Estrasburgo, el ministro de Exteriores búlgaro, Daniel Mitov, manifestaba en entrevista televisiva que Rusia era un país agresor y que, atacando directamente a Ucrania había violado brutalmente las normas jurídicas internacionales, a causa de lo cual las sanciones contra Rusia deben mantenerse.
Hace un mes la Cámara Baja del Parlamento francés recomendó revocar las sanciones económicas contra Rusia y posteriormente hicieron otro tanto el titular de Exteriores germano, Frank Walter-Steinmeier y el primer ministro húngaro, Victor Orban. Las posiciones del presidente y del gobierno de Bulgaria ante este asunto escabroso puede que no difieran pero evidentemente son diferentes de las de otros países europeos y muy similares a algunas ideas de allende el Atlántico.
La inusual virulencia de la declaración del jefe de Estado búlgaro y la tribuna desde la cual la hiciera generaron también la hipótesis de que la misma es indicio del deseo del presidente de Bulgaria de emprender una carrera internacional al término de su mandato. Es cuestión de otro comentario si esto realmente es así o no.
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