El Plan Juncker anunció el propósito de movilizar en tres años un total de 315 mil millones de euros de inversiones que, hasta el 2018, fluyan hacia las economías de Europa. La Comisión Europea ya ha dejado claro que tiene la intención de prolongar el esquema más allá del calendario previsto.
Si bien el ritmo de financiación de la Empresa en algunos países miembros compensa el retraso de otros en las estadísticas generales, para Bulgaria es todavía difícil decir si la iniciativa contribuirá al crecimiento del producto interno bruto de manera real y nominal, ya que hasta el momento han sido aprobados apenas cuatro proyectos búlgaros por un valor inferior a los 10 millones de euros –un logro más bien modesto en el contexto de la grave falta de inversiones y la necesidad apremiante de acelerar el crecimiento económico y los ingresos de la población, y de la deficiente infraestructura básica que obstaculiza todo lo demás.
En realidad, la causa de esta aparente falta de entusiasmo por parte de las autoridades búlgaras de presentar proyectos para ser financiados por el Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas –que en sólo un año consiguió reunir unos 100 mil millones de euros– no radica sólo en ellas. La idea biensonante del jefe de la CE, Jean-Claude Juncker, de añadir a los subsidios europeos otro instrumento financiero más para estimular las economías nacionales, en realidad sigue siendo todavía poco conocida, difícil de entender y, sobre todo, mucho más exigente hacia los proyectos candidatos. Porque en las subvenciones europeas, en la mayoría de los casos, no se requiere que los proyectos financiados restituyan posteriormente el dinero, mientras que, según el Plan Juncker, el capital privado distribuido por el Fondo debe ser devuelto por los beneficiarios al cabo de cierto tiempo. Esto, por ejemplo, es muy difícil, si no imposible, a la hora de realizar un proyecto de parque municipal en algún lugar de Bulgaria. No obstante, “éste es el futuro”, afirma la búlgara Kristalina Gueorguíeva, vicepresidenta de la CE y responsable de la gestión de las finanzas y los presupuestos de la UE. No por casualidad fue precisamente este el problema que hizo fracasar los planes de las autoridades búlgaras de obtener subsidios bajo el Plan Juncker para la eficiencia energética de la vivienda en el país.
Sin embargo, Bulgaria tiene sus oportunidades; lo afirman no sólo las personalidades oficiales en Sofia, sino también los propios eurócratas. Las expectativas ahora se centran en seis proyectos principales que podrían realizarse con dinero del Fondo Europeo de Inversiones, generando, posteriormente, beneficios que permitan que el dinero sea devuelto. Los proyectos en cuestión son el interconector gasístico con Grecia, la terminal portuaria de Varna, un centro de logística en la Ruta de la Seda, dos líneas de alta tensión y otro proyecto gasístico internacional. El valor preliminar de los proyectos asciende a unos 2.600 millones de euros.
La incapacidad de Bulgaria de participar de forma más activa con proyectos propios en el proyecto financiero de Jean-Claude Juncker se debe, además, a algunos aspectos contradictorios del Plan. Por un lado, se afirma que el objetivo de éste es financiar antes que nada a pequeñas y medianas empresas. Al mismo tiempo, la experiencia hasta el momento enseña que se prefieren grandes proyectos de infraestructura, que exceden de las posibilidades de las pequeñas empresas.
De cualquier manera, parece que tiene que pasar un poco más de tiempo hasta que los mecanismos del Plan Juncker se esclarezcan y los países miembros desarrollen su capacidad administrativa y de negocios, ajustándose al nuevo instrumento financiero. En definitiva, actualmente el Plan de inversiones Juncker y Bulgaria dan, juntos, sus pasos incipientes.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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