Es ingeniera de formación y fotógrafa artística de vocación. Siente especial predilección por el paisaje, por la naturaleza en toda su magnificencia cuando sale o se pone el Sol, el campo, las flores. Su zona preferida para hacer fotos es la del Monte Ródope, por el cual ella experimenta un fuerte vínculo emocional. En realidad, hace una decena de años, durante un viaje precisamente por esta meridional y mística montaña búlgara, también conocida como la montaña de Orfeo, surgió en Albena el deseo de tirar fotos y compartir lo vivido.

En aquel recorrido por el Monte Ródope tuve la suerte de disfrutar de un otoño increíble, de los que llegan muy raramente. Para que exista un hermoso cuadro otoñal hace falta un período seco bien largo y sin escarchas. De eso, sin embargo, me enteré posteriormente cuando me puse a acosar los otoños. Los colores en esa temporada eran realmente increíbles, literalmente estallaban ante mis ojos durante la semana que me pasé en la montaña. Estuve muy impresionada por lo que veía, dice Albena Márkova, de la ciudad de Varna.

Albena se ha atrevido a colgar sus primeras fotos en populares sitios web fotográficos mientras, paulatinamente se iba apoderando de ella “la locura por fotografiar”, como ella misma define su pasión. También así, en forma gradual, fue llegando el reconocimiento a su labor, primero en foros regionales y, luego, en internacionales.

¿No es un impedimento para ella la falta de formación especial en fotografía? ¿O bien, al contrario, le ayuda a tener mayor desenvoltura en sus búsquedas fotográficas?

Creo que la “formación fotográfica” es un concepto bastante extraño. Sí, es cierto que debe existir una formación para que uno se familiarice con el manejo de los equipos que usa. Cuando abandonas el nivel de los “primeros pinitos” comienzas a aspirar a manejar equipos más sofisticados. Cuando yo me iniciaba en la fotografía no había quién me la enseñara. Así que fui aprendiendo sola en un proceso largo de pruebas y errores. Actualmente, aprender resulta mucho más fácil, ya que hay diversos cursos en los que se enseñan los primeros pasos. La formación es indispensable, pero si uno carece de las dotes para esa labor, nada ni nadie lo podrá convertir en un fotógrafo.

Para una foto paisajístico excelente, según Albena Markova, hace falta, en primer lugar, un objetivo interesante Otra condición importante es la luz. Albena dice que al comienzo de su trayectoria artística tiraba fotos por doquier “como una turistas japonesa”. Actualmente, empero, se está percatando de que va en pos de fotos que previamente han cobrado cuerpo en su mente. En sus fotos los paisajes de la naturaleza son abundantes, las imágenes de edificios son menos frecuentes y, muy raras, las fotos de seres humanos.

¿Por qué sucede así?

Suelo decir que cada uno hace fotos de lo que es él mismo. Por las fotos que hace un fotógrafo se pueden conocer multitud de cosas sobre su esencia. Puedo trazar el retrato psicológico de uno con sólo ver las fotos que publica, dice Albena, pero se niega a describirse a sí misma a través de sus fotos.

En la misma forma en que los poetas vierten su alma en versos, una partícula del alma del fotógrafo sigue viviendo a través de las fotos que hace. La fotografía traduce la armonía entre el estado anímico del fotógrafo y la imagen captada a través del objetivo.

Necesariamente es así. Me he dado cuenta de que, en algunos momentos, en los que ando alicaída y deprimida, las fotos que tiro no me salen como me hubiera gustado. Al mismo tiempo, cuando hago fotos en momentos de una euforia fuerte, invadida por un cariño extraordinario, los resultados son estupendos, dice en conclusión Albena Márkova.

Versión en español por Mijail Mijailov