A los dramas en la Sanidad, el sector de Energía, la Educación y otros muchos sectores ahora se han sumado escándalos inauditos que sacuden con fuerza de 6 a 7 grados en la escala de Richter todos los elementos de sustentación del sistema del transporte nacional. Tanto el transporte automotor, como el aéreo, ferroviario, internacional y urbano están siendo zarandeados por increíbles escándalos financieros y corruptivos. Uno se asombra a estas alturas de cómo consiguen contener sus nervios el ministro de Transportes, Ivaylo Moskovski, y el primer ministro, Boyko Borisov.

En realidad todo se inició el año pasado pero la tempestad apareció en el horizonte en los primeros meses de 2016. Sin explicaciones ni argumentos especiales capaces de persuadir a los conductores de vehículos, los precios de las viñetas para circular por la red vial nacional y municipal subieron nada menos que un 40 %, y la viñeta anual tiene casi el precio equivalente al monto de una pensión social, o sea casi 50 euros. Mientras, los 20 mil kilómetros de la red vial nacional se encuentran en estado deplorable y en numerosas zonas incluso resulta imposible circular por algunos tramos sin arriesgar en el intento la vida o la integridad del vehículo. A pesar del aumento de casi un 50 %, no hay siquiera unas promesas por parte de las autoridades de cierto mejoramiento más notable durante el año en curso. Entonces, ¿por qué han subido tanto el precio? Preguntan, sin comprender, los choferes airados. Así una buena parte de ellos han preferido no adquirir viñetas y seguir circulando hasta que sean pillados por la policía de Tránsito.

La sociedad, especialmente sensible con respecto al acato de las reglas de circulación vial y ante la guerra en las carreteras, se vio sacudida por relevaciones sobre cómo la administración pública en el sector del transporte había hecho la vista gorda ante el respectivo pago por fraudulentos exámenes de obtención de carnet de conducir . A causa de esa codicia y corrupción por las calles y carreteras comienzan a circular, de hecho, unos conductores que son unos asesinos en potencia, alarmaron airados gran número de ciudadanos y ONGs. Las autoridades emprendieron la inspección detallada de más de 700 protocolos de exámenes para la obtención de carnés de conducir con el fin de establecer cuáles habían sido falsificados y cuáles no, y después retirar los carnés otorgados en forma fraudulenta. Se desconoce hasta dónde ha llegado esta inspección y qué resultados ha tenido pero la policía sigue pillando casi todos los días a choferes sin licencias de conducción quienes infringen reglas que ni siquiera habían estudiado.

Algo similar trascendió también en la esfera de la aviación civil. Ha resultado que varias compañías aéreas y pilotos privados −incluso en los aparatos del gobierno− carecían de la cualificación indispensable y de los documentos que tal acreditaran. Para colmo, los propios inspectores de la administración estatal que debían inspeccionar los documentos de las compañías y de los pilotos tampoco se ajustaban a los requisitos legales formales para competencia y cualificación. Así, fulminantemente fue destituido el jefe de esta administración aérea.

Corrieron idéntica suerte el teniente de alcalde de Sofía encargado del transporte y el jefe del Transporte Urbano tras haber sido acusados ambos por la televisión nacional de corrupción y, haber provocado, anteriormente, la ira furiosa de la mayor ciudad de Bulgaria en la que habita un tercio de la población nacional., por su decisión de incrementar en un 60 % el precio del pasaje para el transporte público. Hasta la entrada en vigor de esta decisión escandalosa queda un mes y muchos esperan que la misma sea examinada a través del prisma del sentido común, tras haber sido apartados sus ideólogos principales, o sea el teniente de alcalde y el jefe del Transporte Público de Sofía. Se incorporaron a esta campaña también diputados del partido gobernante, el cual resultó también involucrado, por la familia de una diputada, en una transacción corruptiva.

Se vuelven aún más fuertes las esperanzas de una revisión sobre el telón de fondo de la abundante práctica en este sentido incluso en las más altas esferas del poder. Los transportistas internacionales búlgaros, fuertemente afectados por el bloqueo de dos meses mantenido en la frontera greco-búlgara por granjeros helenos, decidieron vengarse recíprocamente de los “insolentes griegos” bloqueando la frontera en vísperas de las inminentes festividades de Pascua cortando de este modo el flujo de turistas búlgaros y helenos en ambos sentidos. Esta decisión horrorizó al sector turístico y bajo la presión del mismo el primer ministro Borisov en persona llegó a persuadir a los transportistas nacionales de no cerrar la frontera en el período de las festividades cristianas en el que se espera la llegada de miles de turistas.

A todos los infortunios sufridos por el transporte hay que agregar la crisis permanente de los ferrocarriles nacionales. Esta crisis se ha vuelto ya tan trivial que nadie presta una atención especial a las noticias casi cotidianas en los medios informativos sobre alguna locomotora y vagón de pasajeros, presa de un incendio o descarrilados. Hay que dar las gracias a Dios por no tener que lamentar víctimas mortales en cada uno de esos incidentes.

Todo este lío en que se encuentra metido el sector de Transportes nacional es la ilustración de muchas cosas y de gran número de problemas. Uno de éstos, sin embargo, acapara poderosamente la atención y es que, aparentemente, no hay sector público en Bulgaria en el cual la corrupción no campe a sus anchas tirando de los hilos .Todo parece indicar que las escalas de este fenómeno criminal han asustado a Boyko Borisov, presidente del partido gobernante GERB y primer ministro búlgaro quien hace muy pocos días , en la más reciente convención nacional de su formación política ,amenazó con firmeza que se aplicarían medidas y sanciones drásticas y despiadadas contra todo militante del partido que se viera implicado en tramas de corrupción.

Versión en español por Mijail Mijailov