Para colmo, en el horizonte se perfilan, con nitidez cada vez mayor, los contornos de una amenaza grave para Bulgaria por el próximo aumento de la oleada de refugiados esta primavera y el riesgo de que el país resulte, en esta ocasión, sensiblemente afectado por este flujo migratorio. Dicho resumidamente, los problemas que está afrontando ahora el Gobierno de Boyko Borisov, lo asaltan casi por todos lados, y esto, dejando aparte las conmociones en el seno de la coalición gobernante, el violento escándalo con Grecia −que prácticamente cerro sus fronteras ante Bulgaria con los bloqueos de los granjeros descontentos- y la moción de censura en el Parlamento−.
Y, de repente, sobre este telón de fondo sombrío, hemos presenciado declaraciones de amor, abrazos, sonrisas, gente jurándose fidelidad y fieles servicios, como si se tratara de un cuento de hadas. Se trata de las repentinas muestras públicas y espectaculares de afecto recuperado entre los grandes empresarios y el primer ministro. Una pieza teatral rebosante de tanto optimismo y sentimientos serenos resultará difícil de poder presenciar en alguno de los teatros de Sofía pero tal ha sido precisamente el espectáculo que se desarrolló en el despacho del primer ministro en el que éste estuvo a punto de besar a Kiril Domuschiev, presidente de la Confederación de Empleadores e Industriales de Bulgaria, el que ,por su parte, a punto estuvo de ponerse de hinojos en signo de gratitud por lo hecho por las autoridades a favor de los hombres de negocio. El problema es que hace justamente un mes ese mismo Domuschiev había dado un puñetazo en la mesa reclamando la dimisión inmediata de Rumiana Bachvarova, brazo derecho de Borisov, viceprimera ministra y titular del Interior. Ahora el tono y los mensajes ya se sitúan en el polo opuesto: todo anda estupendamente y nadie zarandea al gabinete.
¿A qué se deberá este viraje abrupto y este respaldo completamente inopinado al gobierno por parte de los grandes empresarios, en poco menos de un mes? Obedece, simple y llanamente al elemental instinto de conservación y al de sobrevivencia. Los problemas se van acumulando, se sobreponen unos a los otros , crecen , se vuelven cada vez más temibles y amenazan de manera cada vez más tangible la estabilidad política y económica en el país, esa estabilidad que el primer ministro, Boyko Borisov, plantea como prioridad absoluta, sea cual sea el precio a pagar por ella. Una de las cosas que más temen los empresarios es la inestabilidad y la falta de previsibilidad en el país. Precisamente por esto, decidieron optar por el mal menor, el estatus quo. Éste, bueno o malo nos es, por lo menos, familiar y, más o menos, nos las podemos arreglar. Los empresarios salen ganando del estatus quo, y también se beneficia el primer ministro. Es que Boyko Borisov necesita respaldo precisamente en el momento actual. Y un respaldo tan poderoso e influyente como es el de los empresarios le viene como anillo al dedo. Simplemente se ha pactado una transacción con la que, aparentemente, se benefician ambas partes.
Versión en español por Mijail Mijailov
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