Bulgaria no tiene su primavera de Praga, no tiene una revolución de terciopelo, ni Solidaridad, ni disidentes de la talla de Havel y Valensa.  Las causas principales por ello son la psicología nacional y las represiones contra los intelectuales después del golpe del Estado prosoviético del 9 de septiembre de 1944.

En Bulgaria, la oposición contra el gobierno totalitario y las manifestaciones de disidencia se hizo visible poco antes de la caída del régimen. fueron vinculados no tanto con la repulsión hacia el régimen de Todor Zhivkov y el poder omnipotente de la nomenclatura del partido, sino con los resultados directos de este gobierno que privó a las personas de derechos elementales como, por ejemplo, respirar aire no contaminado y beber agua pura. La disidencia y el movimiento ecológico se convirtieron en sinónimos. El descontento de los ciudadanos se orientó en esta dirección. El principio de la primavera búlgara en 1989 fue vinculado con la posición crítica libremente expresada de intelectuales búlgaros sobre problemas ecológicos que los colocó en el primer plano del escenario público. 

He aquí lo que cuenta el actor Petar Slabakov:

Estimados ciudadanos, el Estado es el principal contaminador del país. Veo que va disipándose el miedo que existía hasta ahora. Por primera vez veo en aldeas próximas a Sofía y en el interior del país a tantas personas que se reúnen. Nadie nos ayudará si nosotros no lo hacemos. Hace un año y medio hemos planteado el asunto de la planta de Kremikovtsi. Sabemos que en las aldeas próximas a la planta cada ciudadano respira 60 gramos de polvo. Acabo de leer que vosotros respiráis 200 gramos. Tal es la situación no solo en las proximidades a Kremikovtsi sino en todo el país. Jorge Dimitrov había dicho que en unos 15-20 años deberíamos adelantarnos a los países capitalistas avanzados pero no pudimos hacerlo. Lamentablemente, desde el punto de vista ecológico, nos adelantamos a todos los países capitalistas.

El día de su cumpleaños, 23 de abril de 1990, nació el club político Ekoglasnost, el primer partido ecologista auténtico en Bulgaria heredero del Comité Público de defensa ecológica de Ruse de marzo de 1988. En la Magna Asamblea Nacional, elegida el 10 de julio de 1990, participaron 17 diputados de Ekoglasnost, 15 de ellos firmarían la nueva constitución de 1991.

Petar Slabakov fue el primer presidente del partido, actor de voz inequívoca que fue símbolo y ejemplo para las personas que convirtieron la lucha por una naturaleza limpia en causa política. No se había graduado por la Academia Teatral pero, a pesar de esto, tenía más de 150 papeles en el cine y muchos más en el teatro. Son emblemáticas sus actuaciones en las películas “Bandada cautiva”, del director Ducho Mundrov, “Civil”, de Zajari Zhendov, “Zar y general”, de Valo Radev, entre muchas otras. 

Era rostro del cambio político después de 1989 y uno de los fundadores de la Unión de Fuerzas Democráticas, persona que defendía firmemente sus posiciones humanas y como solía decir, “siempre estaba en oposición”. Cuando era diputado tampoco cambió, era enemigo de los trajes, de los zapatos brillantes y de la demagogia. Cuando los trajes en el Parlamento sustituyeron las ideas, Slabakov se retiró del escenario político.

A juicio de algunos, mi postura es muy drástica. Desde que nací siempre he tenido la misma postura, nunca agaché la cabeza ante nadie y siempre he dicho lo que pienso. No me gusta que alguien humille a las personas y que les quite la dignidad. Y estoy en contra de estas cosas. En mi expediente está escrito que soy anarquista y que no reconozco muchas cosas. Es verdad, creo que un pueblo, un Estado y un mundo pueden ser gobernados con buenas relaciones y con una palabra honesta. Si dices una palabra que pesa en su lugar vale más que una ley.

Despedido de su trabajo, excluido 4 veces del Partido Comunista Búlgaro, hasta el fin de su vida, Slabakov fue fiel a sus ideas y siempre decía lo que pensaba. Sus roles en la vida y en el escenario son ejemplo de honor, dignidad, amor a la libertad y sinceridad.

Versión en español por Hristina Taseva