En lo alto de la montaña de Rila, en la estación de Bórovets desde hace unos cuantos días los sonidos de la naturaleza se mezclan con el timbre efímero del arpa. Unidos por el amor por este instrumento antiguo, aficionados y profesionales aprenden interpretación y técnica, presentación escénica e improvisación gracias a los esfuerzos de la renombrada arpista búlgara, Ángela Madjárova.
La participante más joven y la de mayor edad de la Academia experimentan el mismo grado de entusiasmo por su instrumento favorito.
“Me gusta el arpa porque tiene un sonido muy dulce y semeja una princesa. Cuando sea grande quiero ser neonatóloga pero seguir con el arpa como mi pasatiempo favorito”, dice la nueveañera Lora Karapáncheva de la ciudad de Sámokov, en el oeste de Bulgaria, que nunca se pierde su lección semanal de música en la capital Sofía.
Rozabela Chang, de casi 60 años de edad, ha llegado a Borovets desde Hong Kong.
“Vengo por segundo año a estudiar con Ángela – dice –. Me gusta mucho el arpa, creo que tiene el sonido angelical. Las relaciones en la Academia son tan cordiales que me siento como entre gente cercana. Es muy inspirador y he decidido volver aquí cada año”.
Algunos de los participantes de la Academia, tanto búlgaros como extranjeros, llegan desde Brasil, Dubai, Italia, Grecia y Reino Unido, para dedicarse al jazz, a la música clásica y a la contemporánea.
“Somos tres conferenciantes – explica Ángela Madjárova –. Rositza Mílevska enseña arpa jazz e improvisación. Es un arpista clásica pero más tarde se especializó como intérprete de jazz. Reside y trabaja en Francia, lo mismo que nuestra segunda conferencista, Yuliana Tóshkova. Ella es compositora y arpista. En sus clases se centra en la música del siglo XX. La tercera conferenciante soy yo, y cubro mayormente las dificultades orquestales ya que tengo experiencia con el repertorio clásico en la orquesta, y también como músico de cámara y como solista. Lo mejor de todos los participantes es que toda la vida han soñado con tocar el arpa, no han desistido y han hecho su sueño realidad. En el siglo XXI el arpa no puede ser considerada más un pasatiempo aristocrático, especialmente el arpa celta, que no es cara. Existe un enorme repertorio para ella y uno puede dedicarse a este instrumento profesionalmente o tocar como aficionado de por vida”.
Yana Dóynova y Rositza Mílevska están a ambos lados del proceso de formación: la primera, como estudiante y la segunda, como profesora.
“Me matriculé en la Academia porque da una oportunidad a cada uno de nosotros de ver hasta donde han llegado los demás, intercambiar experiencia y obtener una idea diferente sobre la forma de tocar propia de cada uno –dice Yana Dóynova– . Es una suerte que tenemos también una compositora de música contemporánea. De ella recibimos estupendos consejos para la interpretación. Aquí, entre arpas, río, y rodeados de gente agradable, nos sentimos como en el paraíso”.
“Es una idea genial organizar el evento en medio de la naturaleza –añade la conferencista Rositza Mílevska– . Nos hemos reunido para enriquecernos mutuamente. En cuanto al jazz, mis alumnos tienen ideas buenas y están dispuestos a invertir mucho de sí mismos con el fin de obtener un buen resultado. Es cierto que todavía están en sus inicios pero uno siempre comienza desde alguna parte”.
El primer día de la Academia de Verano los profesores tocaron ante sus discípulos, que les devolverán el gesto con un pequeño concierto esta tarde en la ciudad de Sámokov.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Ángela Madjárova
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