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Las vacaciones, una misión difícil

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Foto: Veneta Nikolova

Este año la temporada turística veraniega va mal. Disminuye el número de turistas extranjeros en los balnearios marítimos, el turista nacional tiende cada vez más a preferir las vecinas Gracia y Turquía para el veraneo, dan la voz de alarma los medios informativos y empresarios del sector turístico. Por segundo año consecutivo el ramo turístico nacional, que solía registrar un crecimiento anual de 4 a 5%, está viviendo momentos difíciles. No es de sorprender que así sea.

Caos y confusión: tal es la característica poco agradable del panorama en uno de los sectores más rentables de la economía búlgara. Lo malo es que comparten esta opinión no sólo los medios informativos y los políticos criticones. En junio los turistas extranjeros en Bulgaria han sido un 4% menos que en el mismo período del año pasado, informa el Instituto Nacional de Estadísticas. Han disminuido drásticamente no solo los turistas rusos y ucranianos sino también los veraneantes de Francia, Italia, Polonia y otros países.

En cambio ha crecido un 30% el número de los búlgaros que han optado por destinos marítimos en países vecinos, formando colas en los puestos de control fronterizos. Todo esto ha ocurrido sobre el telón de fondo de las costosas campañas informativas del Ministerio de Turismo desplegadas con la finalidad de convencernos a que nos quedemos en Bulgaria este verano porque lo nacional es lo mejor.

No cabe duda que el búlgaro ama su país, su milenaria historia, su bella naturaleza y la costa marítima, hundida antaño en verdor. Y sin embargo ¿cómo tolerar las playas cercadas ilícitamente, el elevado coste de las sombrillas y las tumbonas, o la extorsión practicada por los taxistas nacionales que con el disparado precio de sus servicios se han merecido fama hasta en los medios informativos de otros países?

Y qué decir de los balnearios Slánchev Briag (Costa del Sol) y Zlatni Piásatsi (Arena de Oro) que se han situado en la cabecera de los ranking de destinos para el turismo alcohólico… Chalga, prostitución, chirrido de neumáticos de automóviles de lujo, maratones borracheras de turistas alemanes y británicos…El litoral del mar Negro, sobre todo en las zonas de Varna y Burgas, se ha convertido en una suerte de mega polis costera que crece irresistiblemente y va tragándose la franja costera junto con sus dunas protegidas por la ley, camping, bosques, pequeños pueblos pesqueros etc. Esto mueve a muchos a hacer las maletas y marchar al sur, a Halkidiki en Grecia o Bodrum o Marmaris en Turquía, donde los precios son más aceptables, las condiciones - magníficas y los servicios son de buena calidad. Lo más importante es que allí se puede descansar sumergido en el silencio de un ambiente confortable, con la clara  idea de que el gasto hecho por uno vale la pena.

Desde luego, también en Bulgaria existen aún rincones idílicos, lejos del caos y las prácticas ilícitas. Sin embargo se pueden contar con los dedos de una mano. Guardaremos reserva sobre algunos de ellos para preservarlos del consumismo insano o la curiosidad de los inversores.

No obstante nuestro descontento, hay personas contentas en las playas búlgaras. Son por regla gente joven que acude de toda Europa para dedicarse al turismo alcohólico a precios irrisorios y practicar modalidades deportivas nuevas como, por ejemplo, el balconing, que consiste en saltar de un balcón a otro en estado ebrio, o tiro de televisor, una novedad este verano, que consiste en tirar por la ventana el televisor desde la habitación hotelera.

Están contentos también los rumanos. Resulta que los turistas procedentes de la vecina septentrional de Bulgaria son los más numerosos en los balnearios nacionales y nada está en condiciones de hacerlos renunciar al viaje a Bulgaria. Lo que más los alegra son los precios bajos, comparación hecha con los estándares europeos.

“Los rumanos dicen de Bulgaria lo mismo que los búlgaros decimos de Grecia – explica Rumen Dragánov del Instituto de Análisis y Valoraciones del Turismo –. Dicen que los hoteles búlgaros son excepcionales, que los precios son económicos, que la comida es buena, que las playas están bien organizadas y que hay muchas atracciones para los niños, sobre todo en los complejos marítimos. Desde luego, se quejan de lo mismo que los búlgaros en todo lo demás: la dificultad de encontrar sitio para aparcar, los coches grúa que se llevan los automóviles mal aparcados, etc. Los turistas ingleses, a su vez, están muy satisfechos por lo barato que es el alcohol, por los bajos precios de la comida y por la buena relación precio-calidad de los productos y servicios”.

Versión en español por Raina Petkova



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