“Nuestra misión es hacer de Bulgaria un Estado normal aunque no perfecto. Para el ser humano es mucho más natural vivir en un mundo en que el Estado no le agarra del cuello, no le fija el trabajo a hacer, no le resuelve las ideas, ni le enseña cómo habrá de vivir. Nuestras garantías residen en la estructuras europeas”.
Son palabras de Filip Dimitrov proferidas en la Mesa Redonda organizada en 1990. Año y medio después, el abogado, poco conocido hasta aquel momento, pasa a presidir el primer Gobierno, democráticamente electo, de la Unión de Fuerzas Democráticas.
Cómo se llegó a eso. La Magna Asamblea Nacional había diseñado y votado la nueva Carta Magna del país, lo cual sembró cizaña en la oposición “azul”, de por sí heterogénea e integrada por partidos de todo el espectro del espacio político. Además, en todos los partidos que formaban parte de la UFD se habían infiltrado agentes de la Seguridad del Estado del anterior régimen. Petar Beron, presidente de la UFD también fue desenmascarado como agente y aquel hecho agudizó aún más los conflictos intestinos de la UFD. Surgió la necesidad de elegir a un nuevo presidente de la formación citada y se acordó elegir a una persona que no fuera un diputado, no tuviera pretensiones y pudiera ser relevada en cualquier momento. Por veleidad del destino y a propuesta de Alexander Karakachanov, presidente del Partido Verde fue elegido como tal, el jurista Filip Dimitrov. Al frente con él, el 4 de noviembre de 1991, la UFD triunfó en las elecciones con “poco pero para siempre”. Aquella débil delantera, empero, no le bastó para formar un Gobierno independiente. En la noche posterior a los comicios, Filip Dimitrov tuvo que responder a una pregunta, que le había hecho la periodista Rumiana Uzunova, de si la UFD se proponía hacer una coalición. En la respuesta se vislumbra el estilo del futuro primer ministro que se volvería un tópico para las declaraciones públicas en la historia moderna de Bulgaria:
“La tercera fuerza política quizás sea el Movimiento por Derechos y Libertades y, en este caso, será poco probable prescindir de una coalición constructiva con ese partido para poder formar un Gobierno”.
Y, ¿se propone la UFD hacer tal coalición? Pregunta la periodista, a lo cual, Filip Dimitrov contesta: ”Señora Uzunova quisiera destacar que en el día de hoy podemos constatar determinadas cosas o podemos constatar otras. Desconocemos aún cuales son las fuerzas políticas que entrarán en el Parlamento y, menos aún, sabemos la posición de las fuerzas políticas parlamentarias en lo tocante a su participación en el Gobierno, pero, en todo caso, como lo hemos subrayado reiteradamente, apostaremos por el respaldo parlamentario del Movimiento por Derechos y Libertades”.
El 8 de noviembre de 1991, la UFD consiguió formar el primer Gobierno democrático con el respaldo del Movimiento por Derechos y Libertades. Proclamó varios objetivos suyos de importancia extraordinaria para el futuro de la Nación. Se acometió una reforma económica y, en la política exterior, el país puso rumbo a la orientación euroatlántica y se dieron los primeros pasos hacia la integración europea. Bulgaria tuvo, asimismo, sus primeras e impactantes manifestaciones en la palestra internacional. El 15 de enero de 1992 se convirtió en el primer país que reconocía a Macedonia como Estado independiente. En agosto de aquel mismo año, Filip Dimitrov se convertía en el primer ministro de Bulgaria que efectuaba una visita oficial a Israel dejando allanado el camino al fomento de los contactos bilaterales.
Aquellos éxitos en la política exterior no fueron logrados en el plano interno. La idea de abrir y hacer públicos los expedientes de los agentes de la policía secreta del anterior régimen fue rechazada por el partner en la coalición gobernante y el Gobierno se vio amenazado por quedarse como una minoría. Se fue recrudeciendo la transformación del poder político, en otro, económico, y antiguos deportistas, abandonados por el Estado comenzaron febrilmente a crear sus empresas sentando las bases de grupos de extorsión. El embargo decretado a Yugoslavia en aquella época fue caldo de cultivo favorable para el comienzo de un negocio ilegal. En medio de esta situación, los gobernantes tenían que trabajar en forma urgente en temas como la privatización y la restitución de bienes inmuebles decomisados a sus dueños tras el 9 de septiembre de 1944. Tanto en el Parlamento como fuera de éste, la resistencia a estos pasos tendentes a instaurar una economía de mercado y restablecer la justicia, fue muy enconada y bien organizada.
El 4 de febrero de 1992 se desató el escándalo que pasó a la historia con el nombre de “Aquella lista”. Se trata de 6 documentos confidenciales que llegaron a parar a la Embajada turca, llevados a ella por Ajmed Dogan, líder del Movimiento por Derechos y Libertades. En aquellos documentos figuraban unos 1300 nombres de todos los funcionarios y agentes de los servicios de inteligencia de Bulgaria. La entrega de los documentos fue un hecho registrado y comprobado por los servicios secretos. La actuación de Ajmed Dogan resultaba a todas luces ilegal y digna de severa condena, pero temiendo que el Movimiento por Derechos y Libertades pudiera retirar su respaldo al Gobierno, los dirigentes de la UFD resolvieron encubrir lo ocurrido y declarar que Dogan estaba inocente y que había sido víctima de una provocación de la antigua policía secreta. Varios meses después, Ajmed Dogan “agradecería” aquel gesto al ordenar a sus militantes votar en contra durante la votación de la moción de confianza pedida por Filip Dimitrov.
Hay, sin embargo, otros varios acontecimientos importantes que transformaron la traición del Movimiento por Derechos y Libertades aún más nefanda para los gobernantes. El 30 de agosto de 1992, el presidente de Bulgaria, Zhelio Zhelev, ofrecía en Boyana, en las faldas de la montaña Vitosha, una rueda de prensa que pasaría a la historia como “Las praderas de Boyana”, en la cual acusó al Gobierno de haberle declarado la guerra a los medios informativos y a los sindicatos, a la Iglesia Ortodoxa y a la institución presidencial. Tras la rueda de prensa se produjo la escisión del grupo parlamentario de la UFD. Veintitrés diputados, allegados a Zhelev lo abandonaron. El 18 de septiembre, el agente de la Seguridad del Estado, general Brigadir Asparujov, en aquel momento director del Servicio Nacional de Inteligencia, institución directamente subordinada al jefe de Estado, fabricaba el affaire relacionado con la exportación de armas y equipos bélicos que Bulgaria ofrecería como ayuda a Macedonia. No había ninguna clase de pruebas contra el primer ministro de haber violado la ley, pero aquella enésima provocación de que fuera él blanco minaría la gestión democrática del país y aceleraría su final como primer ministro.
De esta manera el desenlace de la votación de la moción de confianza que Filip Dimitrov pidió el 28 de octubre de 1992, movido por consideraciones éticas, estaba ya predeterminado y el Gobierno se vio obligado a dimitir.
A pesar de las conmociones y las dificultades que tuvo que afrontar el primer Gobierno de la Unión de fuerzas Democráticas consiguió colocar al país en el camino de la economía de mercado que, en la primera década del nuevo siglo, condujo a la adhesión de pleno derecho de Bulgaria, primero, a la OTAN y, después a la UE.
Versión en español por Mijail Mijailov
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