“La idea de que la música clásica es tranquila y relajante es ridícula. Yo busco el éxtasis! Me influencia lo que la gente escucha, me gusta la música con un fuerte mensaje político”, afirma Cameron Carpenter. El virtuoso estadounidense dio su primer concierto en Bulgaria ayer por la noche en la Sala 1 del Palacio Nacional de Cultura.
Carpenter posee la plasticidad de un equilibrista. Sus dedos volando por el teclado, sus botas decoradas con cristales bailando en los pedales, y la grandeza de sonidos arrancados como en estado de trance, llevaron al público al éxtasis. Lo llaman “el chico malo del órgano”, pero el peinado punk y la vestimenta extravagante no deben llevar a engaño. El joven músico es considerado una de las nuevas estrellas de la música clásica, no sólo por sus virtuosas actuaciones, sino también porque ha conseguido acercar a los jóvenes a un instrumento que tradicionalmente sólo suena en las iglesias. Se sentó por primera vez ante el órgano con apenas cuatro años. Cuenta que aún no podía hablar cuando por primera vez experimentó la emoción de rebeldía, y el enorme instrumento no le intimidó en absoluto.
“Es una característica de nuestro tiempo, que creo que es un gran error: el temor del organista a su propio instrumento – dice el artista en una entrevista exclusiva a Radio Bulgaria –. Y precisamente deberían familiarizarse bien con él, para poder dominarlo. Para mí, el órgano se asocia con la racionalidad y en ese sentido su relación con la religión se hace a un lado. Es un instrumento creado por la ciencia, por lo que la actitud hacia la música de órgano debe provenir de ahí”.
Sin embargo, el órgano en la iglesia siempre se ha percibido como un intermediario entre Dios y los fieles. ¿Acaso Cameron Carpenter se siente como un blasfemo cuando toca su música y se viste como una estrella de rock?
Cameron Carpenter, se graduó por la Juilliard School de Nueva York, pero su espíritu inquieto le llevó a pronunciar las palabras: “Si tuviera que tocar el órgano como se enseña en el conservatorio y en la iglesia, ya me habría vuelto loco”. Y aclara que ningún organista del pasado o del presente ha tenido el coraje de ampliar los límites de este instrumento. ¿Y hay límites en el arte que no se hayan cruzado?
“Es cierto que hay cosas que no habría hecho – señala Carpente r–. En realidad yo soy bastante conservador en términos de arte, aunque tal vez no sea obvio debido a mi apariencia. No me gusta mucho la música contemporánea, así que mis conciertos ponen más énfasis en la melodía que en técnicas avanzadas y modernas”.
“Una de las razones es que Bulgaria tiene un folclore muy interesante – explica el artista –. Por desgracia, la música folclórica está ausente en el repertorio del órgano, porque históricamente el instrumento está conectado a la iglesia. Personalmente, me inspiro en el folclore, por ejemplo el inglés, que ha afectado mucho mi manera de componer e interpretar música. Bulgaria tiene uno de los tipos de música popular más interesantes y se puede decir que es única. He escuchado varias canciones populares búlgaras, aunque lamentablemente no puedo recordar sus nombres y no podría tocarlas ahora. Sin embargo, me marcaron notablemente y dejaron en mi mente una profunda impresión".
Versión en español por Marta Ros
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