La Resurrección de Nuestro Señor es una de las festividades más queridas del calendario folclórico de los búlgaros. Su sentido simbólico se asocia al triunfo de la vida sobre la muerte, la despedida de lo viejo y lo caduco, y la esperanza de un futuro feliz. Aunque de fecha variable, siempre coincide con el apogeo de la primavera, cuando la vida florece con vigor al cabo del largo invierno.
La llegada de Velikden, o sea, el Gran Día, como se llama en búlgaro la Pascua de Resurrección, es largamente esperada por jóvenes y adultos. Con ella culmina la cuaresma, el ayuno más largo y más duro del año durante 49 días, en que las personas renuncian a la carne y los lácteos en su menú, al vino y los festejos, a los bailes y a la relación sexual. La llegada de la Pascua de Resurrección pone fin a esta larga abstención y ofrece abundante comida, visitas a familiares y amigos, música y danzas festivas.
El elemento más emblemático de la Pascua de Resurrección son los huevos coloreados, y en especial los pintados de rojo. Cabe preguntarnos por qué precisamente ellos se han convertido en el principal símbolo del Gran Día.
Por un lado, el huevo es el primer alimento de origen animal con que, por tradición, se pone fin a la cuaresma. En el cristianismo se interpreta como símbolo de la tumba del Señor, que los seguidores de Jesucristo encontraron vacía después de Su Resurrección. En un sentido más amplio, el huevo es símbolo de la vida eterna y de la salvación del espíritu.
También en el folclore, el huevo es una imagen clave. Se asocia al sol, a la vida y a la fertilidad y fecundidad. Protege ante las fuerzas del mal y ayuda a curar enfermedades y deshacer magias. Por otro lado, el color rojo que, según los teólogos, simboliza la sangre derramada del Salvador, significa en la cultura tradicional vida, energía, fuerza vital, y ahuyenta todo lo malo y peligroso.
La práctica de colorear huevos para la Pascua de Resurrección estaba difundida en todo el mundo cristiano pero, con el tiempo, en Europa Occidental los huevos naturales de gallina fueron sustituidos por huevos de chocolate o de plástico llenos de caramelos, bobones y otras golosinas.
Los pueblos eslavos y balcánicos han mantenido hasta hoy la tradición de colorear huevos pascuales y esta práctica se perfecciona hasta rayar en el arte. Los llamados huevos pincelados que las jóvenes casaderas y las mujeres jóvenes preparaban para sus personas más queridas, combinan bellos ornamentos difíciles de elaborar que, según algunos estudiosos, podrían ser descifrados como un peculiar código que encierra antiguos conocimientos sobre el Universo.
Otro elemento característico del menú pascual son los panes rituales decorados con huevos coloreados, que en el siglo XX fueron desplazados gradualmente por el kozunak o pan de mono, de origen europeo, y por el cordero asado y arroz con menudencias de cordero y especias.
También hoy miles de búlgaros acuden a los templos en la víspera de la Resurrección de Cristo para presenciar la misa nocturna y a la medianoche llevar a su hogar las velitas prendidas en la iglesia con fuego traído de Jerusalén. Se mantiene la tradición de visitar a familiares y amigos llevándoles de regalo huevos coloreados y pan de mono. Por todos lados se escucha el saludo festivo ¡Cristo ha resucitado! al que por tradición se responde ¡En verdad ha resucitado!
En el pasado eran elemento obligado de la fiesta los columpios pascuales. Su importancia era esencial para los jóvenes casaderos. Cada mozo procuraba mecer en ese columpio a su elegida y expresarle sus sentimientos de esta forma tácita, mientras las demás jóvenes entonaban canciones jocosas para los dos enamorados.
Se creía que mecerse en el columpio pascual preservaba a la joven de ser raptada por dragones y náyades primaverales, y la protegía contra enfermedades. Por esto solían mecerse en el columpio pascual también niños y mujeres casadas recientemente.
Otro elemento importante era la ronda joró de Pascua de Resurrección, a la que acudía gente de todas las edades para bailar en la plaza del pueblo. Todos vestían prendas nuevas y las mozas se endomingaban con sus mejores atuendos, hechos por ellas mismas, para que todos conocieran su hermosura, pero también su destreza en las labores y su laboriosidad.
Versión en español por Vesela Petrova
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