Bulgaria de nuevo está debajo de las aguas. Es difícil enumerar las inundaciones de los últimos años. Tras las últimas lluvias, esta vez en el este y el sur de Bulgaria, pueblos enteros están inundados, de nuevo ha habido víctimas, cientos de casas están inhabitables, y deslizamientos de tierra han arrastrado barrios enteros. Las imágenes de televisión son impactantes: personas mayores llorando, completamente indefensas ante el desbordamiento de ríos y presas, que intentan salvar las pocas posesiones que les hayan quedado después de las inundaciones anteriores.
En los últimos años estas imágenes se repiten como una pesadilla de la que uno no se puede librar. Se repiten también los análisis de periodistas, expertos y víctimas: ¿acaso estamos indefensos ante los cambios climáticos, o es que se trata de errores humanos? De todo un poco. El calentamiento global es un hecho. Las fronteras entre las cuatro estaciones del año, que se dan en Bulgaria, ya están muy difusas y cada vez más a menudo sufrimos las consecuencias de lluvias torrenciales. El cambio climático no es una novedad, sin embargo, intentamos ignorarlo y cada inundación nueva nos pilla desprevenidos. Las inundaciones de la última semana son un déjà vu de lo que ocurrió en el barrio Asparuhovo de Varna, el pueblo Biser en las montañas Ródope, en Misia, el noroeste de Bulgaria, y en Han Krum, en el noreste del país. Tanto entonces como ahora no habrá culpables por la catástrofe y tampoco habrá cambio en el comportamiento de la gente. Una vez más no se encontrará ninguna familia que haya asegurado su casa por el simbólico precio de 50 euros anuales, una cuantía que no es imposible, incluso para los ciudadanos más pobres de la UE. Todos los lechos de los ríos en Bulgaria están llenos de basura: bolsas de plástico, botellas vacías y todo lo que uno se puede imaginar. Hace años ya que los cauces de los ríos no han sido limpiados y en algunos de ellos ya crecen bosques añejos. Mientras, los bosques en las montañas desaparecen debido a la tala ilegal. La naturaleza toma venganza por nuestro comportamiento insensato, y las autoridades públicas de control no se responsabilizan o participan en la tala ilegal que es fuente de ingresos míseros por la venta de madera en países vecinos. La falta de responsabilidad por parte de las autoridades públicas se extiende también a la gestión de los embalses en Bulgaria. Hace tan solo un mes, antes de la última inundación importante en diciembre, no estaba claro a quién pertenecían más de 250 represas de Bulgaria, al igual que no está claro cuál es el estado de los diques y otro tipo de instalaciones de protección. De acciones preventivas no se puede hablar para nada.
En los reportajes de las zonas afectadas del país de nuevo se escucharon las críticas por parte de las personas desesperadas que quedaron sin techo: "El Estado no hace nada." ¿Acaso no somos todos nosotros ese Estado? Sin embargo, como solemos decir los búlgaros: "Todo bien o mal dura tres días." Esta vez va a ser así también. Lo más triste es que esta inundación va a pasar, vendrá otra después, y de nuevo no habremos aprendido la lección.
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