Los mercados de divisas en los últimos días están alborotados. El tipo de cambio del euro cayó a su nivel más bajo frente al dólar, el franco suizo se encareció rápidamente, equiparándose a la moneda única europea, el Banco Central Europeo anunció un importante plan para inyectar liquidez en las instituciones financieras de la zona del euro; se espera que esto devalúe aún más el euro excesivamente abundante.
¿Hasta qué punto todas estas turbulencias en los mercados de divisas afectan a la economía y el negocio búlgaros? Para entender de qué se trata hay que recordar que la moneda nacional búlgara, el lev, está anclada al euro. Por ley fue introducido un tipo de cambio permanente de 1,96 leva por un euro. En la práctica y en el día a día, se calcula a un tipo de cambio de 2 levas por euro. Esto significa que lo que sucede con el euro repercute automáticamente en la moneda búlgara: si el dinero europeo se devalúa, cae también el tipo de cambio del lev búlgaro y viceversa.
Todas estas fluctuaciones en los tipos de cambio tienen un impacto directo en los precios de los productos importados y exportados. La economía búlgara es muy abierta, y por lo tanto depende de los mercados internacionales.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas, el PIB del país pasa, en la práctica, por el comercio exterior, estimado en unos 44 mil millones de EUR para el año 2014. El 60% de este comercio es con los socios de la UE y los pagos se realizan en euros. El 40% restante son flujos comerciales de y hacia terceros países donde domina el dólar estadounidense. En el caso de las importaciones y las exportaciones de y hacia países comunitarios, el impacto de las fluctuaciones monetarias no es significativo, ya que la compra y la venta se realizan en euros y no hay ganancia o pérdida derivada de los tipos de cambio. Sin embargo, las cosas cambian en el caso de comercio con socios fuera de la UE, en el que el impacto del tipo de cambio del euro (el lev búlgaro) es sensible.
Cuando el euro se abarata frente al dólar y las demás monedas del mundo, los importadores búlgaros se ven obligados a comprar más caro, y los exportadores nacionales obtienen ingresos más bajos porque sus productos y servicios se han vuelto más baratos para los compradores que pagan por ellos en dólares. En teoría esto debería hacer las exportaciones búlgaras más atractivas para los socios extranjeros por su coste más bajo. A final de cuentas, el resultado debería ser un crecimiento de las exportaciones. No obstante, en la práctica, en el mundo globalizado de hoy en día, las cosas no ocurren precisamente así debido a la enorme competencia, y las exportaciones búlgaras a terceros países en realidad registran un descenso. De la depreciación del euro no ganan ni los importadores ni los exportadores búlgaros. Los consumidores llanos también lo sienten en sus bolsillos, ya que el encarecimiento del dólar conlleva un aumento de los precios de una serie de artículos importados relevantes para el hogar, tales como los electrodomésticos y los equipos informáticos. Incluso los precios de los combustibles en las gasolineras, que van cayendo en pique, serían aún más bajos que ahora si no fuera por la apreciación del dólar, utilizado para hacer los pagos al principal proveedor de petróleo y gas: Rusia.
En definitiva, se puede decir que el bote búlgaro se ve bastante sacudido por la tormenta monetaria que golpea actualmente al mundo. Es un consuelo hasta cierto punto el que Bulgaria comercia principalmente con países en los que los pagos se efectúan en euros, es decir, en una divisa común de todos, evitando de esta manera, en la medida de lo posible, los efectos negativos de las fluctuaciones de los tipos de cambio.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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