En su historia contemporánea, los búlgaros han dado una serie de ejemplos de que respetan a quienes cuidan de ellos. También han dado, empero, muchos ejemplos de una actitud crítica hacia las diversas estructuras de fuerza, en particular, la policía. Hasta no hace mucho, una de las formas de criticismo más difundidas era el gran número de chistes sobre las capacidades intelectuales de los agentes del orden público y su propensión a pedir soborno. En la actualidad es mayor la atención hacia los recursos públicos que se asignan a la seguridad interna, las formas en que se gasta este dinero y, en última instancia, la eficacia de este gasto público. Es opinión común que al Ministerio del Interior se le asigna demasiado dinero comparación hecha con los resultados que ofrece en materia de seguridad.

Comparada con muchos otros países desarrollados, Bulgaria es un lugar relativamente tranquilo y seguro para vivir. Sin embargo, no comparten esta opinión los cientos de miles de ciudadanos cuyos hogares fueron objeto de robo al menos una vez, los decenas de miles de ciudadanos que sufrieron maltratos físicos por parte de gamberros en la calle, los miles de propietarios de automóviles que, en la mañana, no los encontraron donde los aparcaron la noche anterior. Ni qué decir de los diversos asesinos en serie, bandas criminales organizadas, especialistas en secuestros, traficantes internacionales de personas, drogas o armas.

El Ministerio del Interior y quienes lo encabezaron en los últimos años son de la opinión contraria. Durante los últimos gobiernos, para el público no siempre ha quedado claro con qué argumentos los titulares del Ministerio siempre lograron convencer al Parlamento y al Gabinete de que su presupuesto es insuficiente, y asegurar extras financieras adicionales a su Departamento. Sin embargo, pocos de los políticos que se sucedieron en los altos cargos estatales se decidieron a reformar y adaptar este Ministerio, poderoso por ley pero poco eficiente, a las duras condiciones económicas de hoy en día.

Parece que, por fin, el nuevo ministro del Interior, Veselín Vúchkov, un hombre experimentado y con muchos años de servicio en los órganos de seguridad, se ha dado cuenta de que las cosas en el Ministerio del Interior no pueden seguir como hasta ahora. Es probable que la causa de ello sean las dificultades financieras que, en los últimos años, muy duros en lo económico, tiene que superar este Ministerio, tan cortejado hasta hace poco por las autoridades. Los Presupuestos para este año, marcadamente restrictivos, abocaron al Departamento al peligro real de no poder seguir existiendo ni funcionando en su forma y manera actual.

De la situación hasta el momento no había muchos motivos de queja. En la Administración Pública de Interior, la más grande de Bulgaria, trabajaban más de 47 mil personas, su presupuesto era comparable sólo al del Ministerio de la Defensa y superaba los 500 millones de EUR, el salario medio era casi el doble del promedio en el resto de Administraciones Públicas.

El propio Ministro reconoció que es indispensable realizar una reforma administrativa encaminada a reducir el personal innecesario y los respectivos gastos, al menos como un buen comienzo, ya que la reforma en cuestión ha sido aplazada durante 25 años. Por otra parte, el Ministerio debe hacer su trabajo y no limitarse a hacer reformas. Así explicó su titular la difícil situación en que se encuentra la actual directiva. Sin embargo, subrayó que “el Ministerio del Interior se está asfixiando por el peso de su propia administración y cumple con dificultad las funciones elementales que le encomienda la ley”. Por lo visto, el Ministro tiene motivos de quejarse, ya que una cuarta parte de los empleados de su Departamento son simples funcionarios públicos generosamente pagados.

Las nuevas reformas prevén importantes recortes de algunos privilegios sociales injustificados, reducción significativa de la administración y, finalmente, una revisión completa de la práctica de destinar el 80% del presupuesto del Departamento a sueldos, y sólo el 20%, a nuevos equipos, inversiones, etc.

Por supuesto, a nadie le gusta que le quiten los privilegios y las bonificaciones; los policías no hacen excepción de esta regla. Valentín Popov, presidente del mayor sindicato policial, la Federación Sindical de empleados del Ministerio del Interior, se apresuró a quejarse de que las reformas previstas no han sido discutidas previamente con esta organización, pero no se atrevió a rechazarlas por principio, obviamente consciente él también de que sin cambios nada bueno espera a los propios policías.

Versión en español por Daniela Radíchkova