De la extensa rueda de prensa del presidente ruso, Valdimir Putin, que suscitó enorme interés por el mundo entero, quedaron claros muchos aspectos de la política y la situación en Rusia. Uno de ellos es que ese país se siente como una fortaleza asediada, rodeada de enemigos, mientras que lo que Moscú desea en realidad es comer fresas salvajes y miel, igual que el oso ruso de los cuentos de hadas sin que nadie perjudique sus intereses empresariales.
Evidentemente, el enemigo es el Oeste, Bulgaria incluida. Este país no fue mencionado por el jefe de Estado ruso, pero por lo visto representantes de las más altas esferas del poder ruso han pensado mucho en los lazos entre Bulgaria y Rusia. Esto trascendió con mayor claridad de la nueva idea de Putin de construir un tramo alternativo del cancelado gasoducto South Stream, el cual, según los planes iniciales, tenía que pasar por el fondo del Mar Negro y entrar en territorio de la UE en la costa búlgara. Sofía planteó la condición de que el proyecto se ajustara a los requisitos europeos y fuera favorable para el país desde el punto de vista económico. Resultó que Moscú y la Gazprom no tomaron en consideración ninguno de los dos requisitos de Bulgaria.
Moscú necesita urgentemente divisas de la venta de gas en el Centro y en el Oeste de Europa. Los rusos encontraron una alternativa del tramo cancelado por Bulgaria y decidieron que el gasoducto pase por Turquía para llegar a Grecia desde donde el gas se repartirá al resto de los consumidores en el Viejo Continente. Ayer quedó claro de qué manera el gas ruso puede alcanzar el centro del continente, a juicio de la parte rusa: atravesando Grecia, pasando por Macedonia, Serbia y Hungría y para llegar a Austria.
Basta con mirar el mapa de Europa para ver que el nuevo proyecto será mucho más largo y más costoso, así como cuál es el precio que Rusia está dispuesta a pagar solo para soslayar Bulgaria, por donde pasa el más corto tramo y donde la construcción será más barata. Parece que el oso ruso se enfadó y en vez de comer fresas salvajes, en palabras de Putin, decidió enfurecerse y aplastar a la pequeña Bulgaria.
Según las última declaración del premier, Boiko Borisov, Bulgaria sigue insistiendo en el proyecto gasístico y tiene la intención de ejecutar los compromisos asumidos en el marco del acuerdo firmado con Rusia sobre South Stream. En ningún caso Bulgaria debe ser culpable de la cancelación de South Stream, dijo categórico Borisov y aseveró que el país continuará los preparativos para la materialización del gasoducto. Esta política de Sofía fue apoyada anoche en Bruselas por el órgano supremo de la UE. Todo esto es una prueba nueva de que las autoridades búlgaras y la UE son bienintencionadas, dispuestas a dialogar, deseosas de cooperar con Moscú y de hacer concesiones.
Versión en español por Hristina Taseva
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