A diferencia de otros países de Europa del Este, el movimiento disidente contra el comunismo en Bulgaria surgió sobre la base de temas ecológicos. La idea verde sigue siendo el elemento que inspira el mayor número de protestas callejeras también hoy, a 25 años del comienzo de las reformas democráticas en 1989. Son protestas que reivindican una vez más el derecho a un entorno natural limpio y a manos, mente y corazón limpios en el terreno de la política.
Todo comenzó en 1989 del documental “¡Respira!” que denunciaba la permanente contaminación de la atmósfera de la ciudad de Ruse con compuestos y combinaciones del cloro. Uno de los autores de aquel documental es Violet Tsekov. La cinta registra la primera manifestación de protesta espontánea en Bulgaria, de madres con hijos pequeños de la ciudad de Ruse que se volcaron a la calle empujando los cochecitos de sus bebés.
“Aquello no fue cuestión de guión sino una simple coincidencia”, explica el ingeniero Stefan Sedamkov, amigo cercano de Violet. Los dos son co-fundadores del primer movimiento cívico independiente en Bulgaria de finales de la época comunista, que se llamó Ekoglasnost y que se inspiró en las ideas de “glasnost y perestroika” de Gorbachov.
El documental “¡Respira!” es estremecedor. Al término de su primera proyección en la casa del Cine, en Sofía, el público fue incitado a formar un Comité Público para la Defensa Ecológica de la ciudad de Ruse. Esto ocurrió en marzo de 1988, un año y medio antes de la caída del comunismo en Bulgaria. En abril de 1989, el Comité de Ruse devino un movimiento independiente, denominado Ecoglasnost y constituido en un apartamento de Sofía, el de Alexander Karakachanov, quien sería líder del Partido Verde, la primera organización política surgida tras la caída del Muro de Berlín.
Visto desde la perspectiva actual, todo esto suena bastante inocente. Sin embargo, en las condiciones del comunismo tardío, toda oposición al poder encerraba graves riesgos y requería valor cívico. Aprovechándose de la celebración en Sofía del Ecoforo, una importante reunión internacional de la OSCE en octubre de 1989, Ecoglasnost procedió a una colecta pública de firmas en un parque en pleno centro de Sofía, contra los planes de construir una cascada en Rila, a efectos de la cual debía ser invertido el curso natural de Mesta y Struma.
El 26 de octubre policías vestidos de paisano y agentes secretos dispersaron con fuerza física a los reunidos y detuvieron a una parte de los organizadores de la colecta de firmas. En el operativo fue afectado un periodista británico de la BBC.
Stefan Sedamkov se refiere a continuación a la atmósfera de miedo surgida en aquellos días. Justo en la víspera del Ecoforo de la OSCE, él integró uno de los equipos de Ecoglasnost que pegaban en las paradas de transporte público de Sofía afiches de protesta cuando la gente se dirigía a sus centros de trabajo. Integraban el equipo Stefan, su hermano Lubomir y el poeta Edvin Sugarev, que se convertiría en figura emblemática de la batalla contra el comunismo…
“Fue una vivencia bastante fuerte”. No diría que no sentía miedo porque de un momento a otro podía aparecer algún policía uniformado (se les llamaba entonces milicianos) y preguntarnos quiénes éramos y qué hacíamos, para luego detenernos, Sin embargo, esto no sucedió. Jamás olvidaré la reacción de la gente en las paradas. Empezamos a fijar los afiches y la gente que esperaba el autobús hacía la vista gorda, como si no existiéramos. Ni se indignaban, ni nos reprochaban. Estaban paralizados por el miedo. Fue una sensación impresionante”, recuerda el ingeniero Sedamkov.
Stefan Sedamkov guarda otro recuerdo inolvidable de aquella época, el de la primera marcha de protesta masiva contra el comunismo, en sus últimos días. Sin embargo, a la sazón, nadie sabía que eran los últimos. El 3 de noviembre una multitud de entre 3 y 7 mil personas se dirigió a la Asamblea Nacional para depositar las 12 mil firmas reunidas contra el proyecto de cascada Rila-Mesta.
“Hubo dos detalles impactantes. Cuando la multitud echó a andar, alguien sugirió que entonáramos la canción “Eres bello bosque mío”. Casi en el mismo instante comenzaron a repicar las campanas del templo de San Alejandro Nevski. Esto nos exaltó y dio un impulso a la marcha. Mientras permanecíamos a la entrada del Parlamento en espera de que alguien recibiera las firmas, por vez primera, la multitud comenzó a clamar “Democracia”.
Siendo pioneros de la disidencia en los últimos años del comunismo, la gente de Ecoglasnost desempeñó un importante papel para la creación de la primera organización opositora anticomunista: la Unión de Fuerzas Democráticas, a finales de 1989. Casi todos los candidatos de Ecoglasnost fueron elegidos diputados de la Asamblea Nacional Constituyente, la primera Legislatura poscomunista.
Del seno del Partido Verde, creado por el movimiento Ecoglasnost, salió el primer ministro de la futura Bulgaria democrática, Filip Dimitrov. Nos lo hace recordar Borislav Sandov, copresidente del partido Los Verdes, creado en 2008, que agrupa a partidarios de la idea verde de la siguiente generación, nacidos después de la caída del comunismo. Ellos se sienten herederos de sus predecesores de Ecoglasnost.
La idea cívica de los verdes ha pasado en Bulgaria por varias fases. A comienzos de los años 90 del siglo pasado los imperativos ecológicos en la actividad de las formaciones políticas verdes fueron desplazados por otros imperativos, de carácter fundamental, como democracia, libertad, Estado de derecho. El potencial humano experto se “profesionalizó”. Fueron creadas múltiples organizaciones ecologistas que se dedicaron a trabajar en proyectos europeos de protección ambiental. Las protestas callejeras fueron amainando.
Así fue hasta el boom de las construcciones, sobre todo en los conjuntos y centros turísticos, a finales de los años 90, que suscitó una nueva oleada de protestas cívicas, espontáneas y lideradas más que nada por personas jóvenes. La defensa de la playa en la localidad de Irakli fue el primer estallido de este nuevo movimiento ambientalista de organizaciones cívicas aunadas en una coalición llamada Para que Quede Naturaleza en Bulgaria. Expresa su ideario a nivel político el partido Los Verdes. Las protestas juveniles, cada vez más frecuentes, en defensa de diversas causas ecologistas, han sido un indicio del nuevo despertar de la sociedad civil de Bulgaria, la cual en el período 2012-2014 derrocó a dos Gobiernos sucesivos y dio a entender con claridad que la calle actuará como factor corrector de los tres poderes. El joven partido de Los Verdes pugna por un entorno natural limpio y por una nueva moral en la política.
“La política es cosa sucia porque la hemos dejado en manos de gente impura”, opina Borislav Sandov. “No basta con protestar y negar las cosas. Hay que transformarlas, incorporándote a la política. Los jóvenes no se dan cuenta de que al participar en las protestas están participando en la política. Por eso Los Verdes hemos declarado desde un comienzo que no haremos concesiones morales ni permitiremos que los éxitos a corto plazo nos frenen en el avance hacia nuestros objetivos”.
Esta idea preconcebida de la política como algo sucio explica la paradoja de que los verdes no tengan éxito en las urnas, a la vez las acciones ejercidas ante los tribunales a través de la Coalición Para que Quede Naturaleza en Bulgaria han logrado reformar leyes y paralizar múltiples proyectos que atentaban contra la naturaleza. Es suyo el mérito de la inclusión del 34% del territorio de Bulgaria en la red ecológica europea Natura 2000, de la reforma de la Ley sobre los bosques, la prohibición de emplear cianuros en la extracción de oro, el veto al cultivo de OGM en Bulgaria, la prohibición de extraer gas de esquisto, el fomento de la agricultura bio y del turismo alternativo sostenido.
Los nuevos verdes de Bulgaria tienen un fuerte aliado en la persona de la UE y su legislación ecologista… Por denuncia de diferentes organizaciones búlgaras protectoras de la naturaleza, la Comisión Europea ha incoado varios procedimientos sancionadores contra este país por incumplimiento de las directivas europeas. Esto obliga a las autoridades búlgaras a ser más amigables con la naturaleza y a respetar el derecho de los búlgaros a vivir en un entorno natural sano.
La batalla continúa...
Versión en español por Raina Petkova
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