Cuando en 1934 surgió la idea de que la montaña Vitosha fuera declarada espacio natural protegido, ello levantó acalorados debates en medio de los silvicultores. En aquel entonces, la montaña, a cuyos pies se extiende la capital búlgara, se encontraba en estado crítico, casi deforestada. Los vecinos de Sofía y la gente de los pueblos vecinos talaban indiscriminadamente los bosques para adquirir leña para la calefacción y abrir pastizales para sus animales. Parte de los silvicultores estimaban que la montaña estaba predestinada a desaparecer y que no tenía sentido convertirla en área protegida. Felizmente, prevaleció la opinión contraria, de quienes confiaban en el potencial de la protección de la naturaleza.  Así, hace 80 años, fue declarado el primer Parque Natural de los Balcanes. Hoy podemos cerciorarnos cuán sabia fue la decisión tomada en aquel momento. El Parque Natural Vitosha está nuevamente cubierto de bosques. Es una montaña no muy grande que da cobijo a casi la mitad de la flora búlgara. El número de las plantas superiores en esta montaña (casi 1.500 especies) supera la biodiversidad en esta categoría de países enteros como Inglaterra u Holanda.

“Pocas son las grandes ciudades de Europa, y aún menos las capitales que pueden jactarse de tener en sus afueras una montaña que alberga osos pardos, lobos o martas concurrentes”, señala con satisfacción Toma Belev, que fue durante largos años director del parque Vitosha, y agrega: “La nuestra es una montaña no muy extensa, de 27 mil hectáreas, y no puede mantener poblaciones autónomas de oso pardo y lobo. Hay en ella varias osas que paren aquí sus crías. A algunas de ellas hemos colocado collares con transmisores. Así hemos establecido que los ejemplares  jóvenes de esta especie, sobre todo los machos, son  viajeros permanentes. Habíamos colocado un transmisor a un macho joven al que llamamos Damian y seguimos su desplazamiento durante tres meses. Al parecer otro macho lo había expulsado de la reserva Bistrishko Branishte, ya que Damian deambuló largo tiempo y recorrió las vecinas montañas pequeñas de Plana y Lozenska, llegó hasta Rila y luego volvió a Vitosha. Por eso es muy importante que sigan existiendo corredores naturales hacia las montañas contiguas por los que los osos migrantes se desplacen con libertad”.

El propio Toma Belev ha dado una sola vez con una osa y su cachorro en la montaña Vitosha. Los turistas no han tenido semejantes encuentros, probablemente porque el oso y el lobo temen al hombre y obvian las zonas de la montaña más frecuentadas por los humanos. Los bosques ocupan más de la mitad del territorio del parque. El 25% del territorio de éste son claros, prados y pastizales cubiertos de flores. Lo demás son rocas y turberas.

Son muy característicos de Vitosha los grandes “ríos de piedra”, es decir las morenas que son un vestigio de la época glaciar, así como las manchas rojas de deum a lo largo de los ríos y los prados húmedos. Son igualmente impresionantes los prados cubiertos del llamado “tulipán de Vitosha”, que en realidad es la Flor de san Pallari, (Trollius Europeus), de intenso color amarillo, o de lirios (Lilium Jankae) con sus grandes flores color amarillo y estigma color rojo.

“En las demás montañas estas especies vegetales no están tan difundidas y aparecen como ejemplares sueltos o en pequeños grupos, mientras que en Vitosha tenemos extensos habitáculos intensamente poblados de estas especies, aclara el silvicultor. Uno puede caminar 10 o 15 minutos seguidos sin que terminen a sus pies”.

Cabe mencionar entre las plantas raras en esta montaña el tejo negro (taxus baccata), que es un relicto de la era Terciaria. En Vítosha se halla el segundo mayor habitáculo de Bulgaria del tejo negro, que cuenta un centenar de árboles.

La diversidad de la fauna de esta montaña también es impresionante. Pocos son los sitios en que, en semejante territorio reducido, se pueden observar más de 200 especies de aves, unas 500 de mariposas y una cincuentena de especies de hormigas. No menos variado e impactante es el mundo cavernícola.

La turbera Torfeno Branishte, que es una reserva, es objeto de atención especial. Antaño fue la primera fuente de agua para Sofía. Su edad supera los 1000 años.

“Cuando llueve o se derrite la nieve, las turberas acumulan gran cantidad de agua que se escurre lentamente durante todo el año”, explica el ingeniero Belev. Cuando Sofía fue declarada capital, su población comenzó a crecer rápidamente y surgió necesidad de más agua. Entonces, los capitalinos dirigieron la mirada a la montaña. Se hicieron una serie de captajes en la parte alta de ésta, al pie de las turberas que suministraban sabrosa agua de Vitosha a las pilas de la ciudad. Lamentablemente, en los últimos años, van decreciendo las precipitaciones de nieve y hay años más secos en los que las turberas se convierten en simples prados húmedos. Por esto se están adoptando medidas para restablecer el régimen hidráulico, elevando una especie de diques en la parte inferior de la turbera para que retenga agua durante más tiempo”.

En los últimos 10 a 12 años han sido ejecutados proyectos para recuperar una serie de especies desaparecidas en Vitosha. Han vuelto a la montaña la cabra montés, la trucha balcánica, el carrasco espinoso (Cottus gobio Linnae) que se da solo en el río Iskar y algunos de sus afluentes. Por otra parte, se espera que el retorno del Suslik Europeo (Spermophilus citellus) atraiga a las especies de aves de rapiña hoy por hoy desaparecidas en la zona.

Versión en español por Raina Petkova
Fotos: wikipedia.org