El 10 de octubre, en uno de los parques centrales de Sofía, se celebró un Festival de los Mercados de Agricultores. La finalidad era “difundir las ventajas de esta forma de venta directa” al consumidor final. Suena un poco extraño esto de difundir algo que existe desde que el mundo es mundo pero es que en dos decenios en Bulgaria hemos logrado desplazar a los productores campesinos de los mercados agrícolas. Una de las razones ha sido la aplicación mal entendida de las rigurosas normas europeas para los alimentos y la imposición a los pequeños productores artesanales de las mismas normas que a los grandes productores.
Esto sucedió no sin la intervención lobista de los grandes productores de materias primas y productos agropecuarios. Los pequeños no tenían la palabra. Al cabo de 25 años de libertad recuperada, democracia y economía de mercado, ni los pequeños agricultores lograron organizarse y crear pequeños mercados propios, ni el Estado se preocupó de ayudarlos. Lo hicieron los consumidores, que se agruparon en redes para asegurar acceso a alimentos de buena calidad.
Lo más curioso es que precisamente las nuevas tecnologías de la información insuflaron nueva vida a la antiquísima forma de venta directa de productos agrícolas por el productor al consumidor. Surgieron redes virtuales de consumidores que se dieron a la tarea de localizar a pequeños productores de alimentos buenos y limpios, y abastecerse de estos productos.
Una de estas redes, llamada Hrancoop (Cooperativa de Alimentación) promovió este año el restablecimiento de los grandes mercados de agricultores en las cuatro mayores ciudades de Bulgaria: Sofía, Plovdiv, Burgas y Varna. Lo hizo con ayuda financiera de la UE, cuya nueva Política Agraria Común favorece las redes cortas de suministro, o sea, las redes proveedoras a distancias cortas con un mínimo de intermediarios. Se fomenta la creación de mercados locales en que las frutas, las hortalizas y demás productos agrícolas proceden de una distancia no mayor de 120 kilómetros del lugar.
“Decidimos apoyar la creación de los mercados de productores agropecuarios que, a nuestro modo de ver, pueden ayudar a los productores pequeños y medianos a salir de la pobreza en que viven hoy”, explica Ivailo Popov de la Asociación Ecologista Para la Tierra. “Lo mismo que todo el mundo, también los búlgaros deseamos consumir alimentos de calidad. No es tan importante si contarán con certificados bio o simplemente serán producidos de modo biológico. En ambos casos serán mucho mejores que los víveres que compramos en los supermercados. No es fortuito que la Política Agraria Común apueste en la creación de cadenas de suministro cortas, bajo formas muy diferentes. Las cooperativas de alimentación y los mercados abiertos de productores agropecuarios son ejemplos de este enfoque en Bulgaria”.
El Reglamento No. 26 del Ministerio de Agricultura y Alimentos para la venta directa de productos agropecuarios, aprobado en 2010, era toda una maldición para los agricultores pequeños, porque les imponía casi las mismas normas rigurosas que a los grandes productores y era especialmente restrictiva en lo tocante a los productos de origen animal. En la práctica, esta norma no funcionó sino con los productores de huevos y miel de abeja. Felizmente, su reforma más reciente ha permitido una activación de los productores pequeños y en corto tiempo ha aumentado el número de las pequeñas empresas cárnicas y lecheras registradas.
Al Festival de los Mercados de Agricultores celebrado en Sofía acudieron productores de regiones vecinas. Muchos de ellos ofrecían productos bio como, por ejemplo, Zlatina Dimcheva que había traído dulces y mermelada de frutas exóticas como goji berry y fisalis.
“De momento nuestra única vía para llegar a los clientes son estos mercados campesinos. Es difícil que penetremos en los mercados convencionales porque nuestros productos implican mucho más trabajo y no son competitivos frente al producto masivo de los supermercados”.
El apicultor Nikola Nikolov ofrecía, a la par de los pomos de miel, toda una colección de zumos naturales con miel.
“Nuestros zumos y jarabes están hechos con miel y limón, son menos duraderos que los industriales pero en cambio son más sabrosos. Tenemos zumos de higo, menta, saúco negro. Nuestro colmenar no es muy grande y vendemos los productos en los mercados campesinos de Sofía”.
Shazlin Babikian se autodefine como aficionada. Hace a mano bombones, caramelos y tartas sin hornear. En el festival enseñaba a chiquillos de 4 a 5 años cómo hacer caramelos de productos crudos y sanos.
“El dulzor lo dan las frutas secas: higos, dátiles, albaricoques, pasas de uva, pegados con nueces o almendras trituradas, coco rayado o cacao, etc. Enseño a los niños cómo se hace el chocolate y cómo es el fruto del cacao”.
Versión en español por Raina Petkova
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