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La Antártida vista de cerca

Hasta el 24 de agosto los amantes de la naturaleza y de lo exótico pueden disfrutar de la exposición La Antártida, el frío sur, que se exhibe en el Museo Nacional de Historia Natural de Sofía con motivo del 125 aniversario de éste. La autora de la exposición es la renombrada fotógrafa búlgara, Iglika Trífonova.

Espléndida naturaleza de hielo, paisajes que cortan la respiración, exóticos y muy simpáticos habitantes locales: focas, pingüinos, aves... Todo esto se puede ver en la muestra. El evento es benéfico; el dinero de las obras vendidas será destinado a crear programas educativos en el museo para los escolares y los estudiantes universitarios, utilizando métodos interactivos.

Iglika Trífonova ha participado en expediciones búlgaras al continente helado en 2006 y 2012. Además de fotógrafa, fue parte del equipo de biólogos. Es miembro del Instituto Antártico Búlgaro, vicepresidenta de la Asociación Internacional de Jóvenes Científicos Polares y presidenta de su sección búlgara. Se entusiasmó por la Antártida a través de las historias del destacado explorador polar búlgaro, el Prof. Jristo Pimpírev. Siete años estuvo ahorrando para el viaje, hasta que adquirió un préstamo del banco y se fue. “No lamento el gasto de ni un solo centavo de ese dinero, ya que fue una experiencia increíble. Además, encontré amigos de por vida – dijo la fotógrafa en una entrevista a Radio Bulgaria –. La Antártida es una inspiración. Dondequiera que esté, en Bulgaria o en cualquier rincón del planeta, la llevo en mi corazón. Siempre que la veo, por televisión o en alguna imagen, mi corazón da un vuelco. Como dice el Prof. Pimpírev, la Antártida es un virus. Quien haya estado alguna vez ahí contagia este virus para siempre, enamorándose de ella infinitamente. Siempre querré volver; las dos veces que estuve ahí no quería irme. Espero transmitir este sentimiento a quienes vean las fotografías que hice”.

Según Iglika Trífonova, en el continente helado, la gente vive en una sociedad ideal, como una familia en la que todos se ayudan unos a otros. Ahí el dinero no importa. En caso de alguna calamidad, todos vienen al rescate. La impactó, además, la naturaleza virgen en la que los animales no tienen miedo de los humanos. “Es un lugar donde hay miles de pingüinos –. Sus crías se nos acercaban y nos picoteaban la pernera del pantalón porque no sabían lo que es miedo. La sensación de no ser una amenaza para ellos fue estupenda”.

Iglika Trífonova (en el centro) entregando diplomas a personas que hicieron donaciones para el museo

¿Cómo ve la fotógrafa el futuro de la Antártida?

“Su futuro depende de todos nosotros, porque hemos de conservarla tal como es. Lamentablemente, hay un importante aumento del turismo ahí. Cada vez más gente va en cruceros y contamina el entorno. Hemos investigado el impacto humano sobre los animales. Su número se va reduciendo con cada año que pasa, ya que los turistas llevan bacterias y virus de todo el mundo. La Antártida es un lugar donde no hay bacterias ni virus, los animales no están adaptados a ellos, viven en un ambiente estéril. Por esto hemos fundado en Bulgaria la Asociación de Jóvenes Científicos Polares, que es, en realidad, la organización juvenil del Instituto Antártico Búlgaro. Nuestro objetivo principal es popularizar los programas de educación ambiental. Visitamos muchos colegios del país e intentamos enseñar a los niños que es importante preservar el país propio para así preservar también la Antártida”.

A Iglika Trífonova le gusta también hacer retratos, por esto en el continente antártico retrató a sus pobladores aborígenes, descubriendo semejanza entre ellos y nosotros, los humanos. “En especial, entre las focas he podido comprobar que cada ejemplar tiene una fisonomía diferente que expresa diversas emociones. De modo que he retratado bastantes animales. Me impresionó mucho, asimismo, el hielo en la costa cerca de la base búlgara; es transparente. Cuando brilla el sol, resplandece como un diamante. Para mí son los diamantes polares, que son muy hermosos. He fotografiado también muchos paisajes naturales como, por ejemplo, el Ojo de Dios, un fenómeno muy raro, cuando el sol rompe las nubes gruesas y sus rayos, cual flechas, se hunden en el Océano. Es un espectáculo majestuoso que procuré captar. En general, las dos veces que visité la Antártida tuve una buena captura”.

Versión en español por Daniela Radíchkova

Fotos: Cortesía de Iglika Trífonova





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