Desde el principio de 2013 a esta parte, unos 10 mil refugiados han buscado asilo en Bulgaria. Unos 6400 de ellos han obtenido estatuto humanitario o estatuto de refugiados. Al mismo tiempo, en la sociedad búlgara se propagaron actitudes xenófobas, brotes de racismo y odio hacia las víctimas indefensas de la guerra y la violencia en distintas partes del mundo. En respuesta, varias organizaciones no gubernamentales incitaron a la sociedad a ser tolerante y comprensiva; realizaron campañas de donación en los momentos más críticos. Miles de búlgaros se hicieron eco de las iniciativas y ayudaron como pudieron a las personas necesitadas. Un año y medio más tarde, la pasión fue amainando pero los búlgaros todavía desconfían de los refugiados.
Por esta razón, con motivo del Día Mundial de los Refugiados, la campaña del Comité Helsinki de Bulgaria y del Colectivo Multi Culti “Conoce a los Refugiados”, dirige la atención hacia las verdaderas historias humanas de las familias que han buscado asilo en Bulgaria. “Nos proponemos desmentir los principales mitos relacionados con los refugiados”, señala Bistra Ivanova del Colectivo Multi Culti.
“Presentamos historias de refugiados que se han integrado en nuestra sociedad, dominan el búlgaro, han encontrado trabajo. Por otra parte, gracias a las campañas de donación, muchas personas nos han ayudado como pudieron. Por eso hemos invitado a donantes y voluntarios a que cuenten sus impresiones del destino de los refugiados.”
Entre las primeras personas que ayudan a los necesitados está Angela Velikova, de 87 años de edad, de la aldea Golyam Dervent, situada en la frontera con Turquía. Es descendiente de una familia de refugiados y no tiene miedo a los que cruzan la frontera, no importa que no entiende su lengua. Se identifica con su pena, ve su dolor y los horrores de la guerra en sus ojos, y se solidsariza con ellos.
“Uno no puede contarlos. Niños, hombres, mujeres… Cruzan la frontera, la policía los detiene y ellos se callan. ÇQué pueden hacer?”.
¿Por qué les ayudas?
“Porque mi madre fue como ellos. Tenía 11 años cuando se marcharon de su país. Me contaba cómo había llorado, porque no tenían qué comer. Por eso esta gente hoy me da lástima. Les doy pan, queso blanco, postres a los niños, lo que hay.”
Escucharán semejantes historias de boca de personas que, como la abuela Angela, han topado con el destino de los refugiados. Los voluntarios que vierten su energía para la causa de los refugiados también tienen historias que contar. Por esta razón los organizadores de la campaña incitan a todo quien de una u otra manera siente compasión por las familias de los refugiados en Bulgaria, que comparta su experiencia y de esa manera incite a más búlgaros a que actúen como voluntarios y donantes. Los refugiados en nuestro país necesitan vajilla, ropa de bebé y calzado para la temporada, juguetes y, sobre todo, calor humano y comprensión.
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