La despedida del soldado se practicaba en Bulgaria hasta hace una veintena de años, mientras el ejército de este país era de conscripción, el servicio militar era obligatorio y todos los varones debían “cumplir su deber hacia la patria”, según se decía a la sazón. Los padres del joven organizaban sin falta un generoso banquete de despedida, sobre todo en las ciudades pequeñas y en las aldeas donde la proximidad de la gente a la tradición es más pronunciada. El festín semejaba una boda, con muchos votos y regalos, y lo único que lo diferenciaba de ésta era… la ausencia de la novia.
Otro elemento importante de la despedida del joven que se marchaba a hacer la mili eran los obsequios. Los padres regalaban a los invitados objetos prácticos, como recuerdo de la despedida, por ejemplo toallas o pañuelos, y los invitados obsequiaban al futuro soldado algún dinero. El festín implicaba necesariamente el sacrificio de un animal, y se organizaba en casa, en la plaza del pueblo o en un restaurante, donde no podía faltar la música tocada en vivo. En el fondo, la despedida era un episodio alegre, no obstante que precedía una separación del joven de su familia, de los amigos y de la enamorada por dos años, cuanto duraba el servicio militar obligatorio.
Hoy el ejército de Bulgaria es profesional y la opción por el servicio militar obedece a la libre decisión del joven. La despedida del soldado ha caído en desuso, pero a finales del siglo XIX y comienzos del XX el panorama era muy diferente.
En 1880, dos años después de la liberación de Bulgaria de la dominación otomana, en el Principado de Bulgaria fue instituido el servicio militar obligatorio. A comienzos del siglo XX el país participó en varias guerras y en los campos de batalla perdieron la vida muchos búlgaros. Por esto en aquella época la familia despedía al soldado con un festín ritual y una opípara mesa para todos con votos y prácticas rituales para protegerlo.
Además del obligado ramillete de geranio sobre la oreja del soldado como augurio de buena salud, antaño las mujeres elaboraban amuletos para proteger a su familiar. Las asistían las herbolarias del pueblo, conocedoras de las prácticas mágicas, que seleccionaban hierbas y otros elementos capaces de proteger al joven. Se creía que un fragmento del cordón umbilical de un hijo natural era capaz de proteger al soldado de las balas y de toda enfermedad.
Se atribuía esta capacidad también a la piel de serpiente, sobre todo si ésta había sido matada en un día sagrado (por ejemplo San Jorge, Anunciación, etc.). Las mujeres amarraban la piel en una bolsita que cosían en el lado interior de la casaca del soldado.
Muchas de las canciones folclóricas aluden a soldados son canciones de amor. Narran cómo las jóvenes despedían a sus novios y hablan de las lágrimas con que la muchacha “bañaba” las flores de que haría el ramillete de despedida para su enamorado. Hay también canciones sobre mujeres casadas que esperan el retorno de su marido, que es soldado, sin tener ninguna noticia de él, y también canciones que refieren sobre el pan ritual amasado por la madre y el vino tinto preparado por el padre para la despedida de su hijo que se marcha a hacer la mili. La letra de muchas de estas canciones contiene juramentos, votos y promesas.
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