Stoycho Stoychev, director de Protección de la Naturaleza de la Sociedad Búlgara protectora de las Aves es una de las 8 personas galardonadas este año con los premios “Oscar verde” que es como son llamados popularmente los premios Whitley Fund for Nature. La entrega se produjo en Londres y la hizo su Alteza real la princesa Ana en ceremonia celebrada en la Real Sociedad Geográfica. La distinción es otorgada por la contribución de Stoycho Stoychev al éxito de la estrategia desplegada por la citada sociedad búlgara con vistas a proteger y aumentar la población de las últimas águilas reales en Bulgaria.
¿Qué ha logrado hasta ahora la Sociedad Búlgara Protectora de las Aves en lo tocante al águila real?
“Ya contamos con 26 nidos de águilas reales, mientras en el año 2000 sólo teníamos conocimiento de 8, dice Stoychev. Visiblemente la población de estas aves va en aumento a consecuencia del éxito de nuestros esfuerzos. Se trata de un abanico amplio de actividades de protección de la naturaleza. En el período de reproducción custodiamos los nidos para evitar la ansiedad y la muerte de los huevos y los críos como también la tala de árboles con nidos. En invierno ofrecemos nutrición a las aves jóvenes para que puedan sobrevivir mejor. Confeccionamos y montamos nidos artificiales que faciliten la reproducción normal de las parejas jóvenes ofreciéndoles lugares seguros y nidos más sólidos y cómodos. Nos hemos sentido muy felices al ver que parejas de águilas ya han ocupado 4 de nuestros nidos, algo nada fácil de conseguir”.La Sociedad Búlgara Protectora de las Aves ha establecido una difícil colaboración con la empresa distribuidora de energía eléctrica EVN en la que ésta comenzó a colorar aislamientos de plástico en sus postes eléctricos. Se trata de la red del tendido de alta tensión en el sureste de Bulgaria, concretamente en la zona Strandzha–Sakar, hábitat de la aún reducida población del águila real.
De hecho, ¿en qué nos beneficiamos con el restablecimiento de la población de estas regias aves?
“Yo preguntaría: ¿en qué nos beneficiamos con la protección de la iglesia de Boyana o del tesoro de oro de Panagyuriste?, dice retóricamente el ecologista. Es que estas aves forman parte de nuestro patrimonio natural, son parte incluso de nuestro patrimonio cultural. Ya los proto búlgaros tenían al águila por su símbolo. En la tumba del khan Kubrat, del siglo VII, hemos descubierto como símbolo el águila del dios Tangra. Posteriormente en la época del Renacimiento el águila real era llamada águila cruzada y los búlgaros creían que esta ave era protectora de sus cosechas. Era un ave simbólica y por esto no era perseguida. Las águilas son algo perdurable en nuestra cultura. Yo no separaría la protección del patrimonio natural de la del patrimonio cultural”.
¿En qué se empleará la dotación en metálico del premio Withley pues se trata de 280 mil libras esterlinas?
“Se trata de un apoyo muy importante y los recursos se emplearán una vez más en actividades de protección de las águilas. También pretendemos promocionar la zona Strandzha-Sakar, fomentar allá el turismo ecológico y que cada vez más personas vayan allá para observar a las águilas. Esto redundará en ingresos para la economía local y esto importa mucho. De este modo la gente podrá sacar provecho financiero de la protección de las águilas. En el municipio de Topolovgrad trabajaremos en promocionar productos locales relacionados con los pastizales. Proteger éstos es parte importante de la estrategia para el retorno de las águilas. Es que estas aves suelen cazar justamente en tales terrenos en los que suelen capturar su golosina favorita que es el ratón campestre. No por casualidad la desaparición de las águilas en diferentes regiones de Bulgaria tiene que ver precisamente con el declive de la ganadería en ellas. Cuando no hay ovejas ni otro tipo de ganado en los pastizales éstos se van cubriendo de matas y arbustos y el bosque se va apoderando de ellos”.
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