Hace años siempre sabíamos cuándo nuestro vecino Vasil salía de casa para ir a trabajar por los golpecitos claros que daba con su bastoncito por las escaleras de nuestro bloque de pisos. A pesar del importante grado de su ceguera, Vasil llamaba la atención por su vestimenta impecable y su paso enérgico. Vivía con su familia de un modo discreto, por esto nosotros, los jóvenes, siempre le saludábamos con respeto al encontrarnos con él. El vecino Vasil ya no está entre nosotros, nuestras cabezas se cubrieron de canas, y en las calles de Sofía es casi imposible ya ver a personas ciegas. Y aunque las haya, es casi imposible que aguanten el ritmo frenético de los últimos años.

Según las estadísticas de la Unión de Ciegos de Bulgaria, sus miembros son algo más de 15 mil personas con la visión limitada del 70 al 100%. De ellos casi las dos terceras partes tienen más del 90% de ceguera, o sea, son casi totalmente ciegos. De los miembros de la Unión 5600 personas están en edad activa laboral, entre los 18 y 64 años, pero de ellos trabajan tan sólo 640 personas, explica Vasil Dolapchiev, presidente de la Unión de Ciegos de Bulgaria. Ellos encuentran realización profesional en alguna de las pocas empresas que han quedado funcionando del sistema de la Unión de Ciegos en Bulgaria, y también en los centros nacionales de rehabilitación donde están ocupadas 150 personas. 400 personas ciegas trabajan en el mercado libre: como abogados, jueces, científicos, profesores en las escuelas para niños con la visión limitada, etc. El cuadro no es nada alegre: la alta tasa de desempleo y los bajos ingresos son los problemas principales para una gran parte de este grupo de la sociedad búlgara y la condenan al aislamiento y casi a la miseria.

Las pensiones de invalidez son muy bajas y con ellas no se pueden cubrir las necesidades principales, por esta razón cada invidente hace esfuerzos por encontrar algún trabajo, por muy mal pagado que sea, señala el Sr. Dolapchiev. Para el resto de las personas con semejante discapacidad la soledad entre las cuatro paredes de la casa es mortal. Por supuesto, la nueva generación es más atrevida, añade él.

“Sin lugar a dudas, en algunos de los jóvenes se observa mucha energía, optimismo, deseo y esfuerzo por buscar realización. Me alegra mucho que haya personas jóvenes que han conseguido una realización profesional, son respetadas por sus empleadores y sirven de ejemplo para los demás. Pero su porcentaje es demasiado bajo. Si, es cierto que ellos son más flexibles, más creativos, no se desesperan fácilmente, y si podría decirlo así, son más resistentes ante las dificultades de la vida. Desde este punto de vista, de verdad, tienen una mayor oportunidad. Pueden trabajar con ordenador, dominan idiomas, etc”.

Antes de los cambios democráticos en Bulgaria había 110 empresas para personas con discapacidades en las que estaban empleadas unas 80 mil personas, señala Vasil Dolapchiev. La producción anual de esas empresas ascendía a unos 75 millones de euros, una gran parte de la cual se destinaba a la exportación. En la actualidad en las empresas especializadas que siguen funcionando trabajan tan sólo 2000 personas de las que unas 1000 personas son minusválidas, señalan las estadísticas de la Agencia para las Personas con Discapacidades. Esas empresas no pueden existir sin un  apoyo más significativo por parte del Estado, señala el Sr. Dolapchiev. El apoyo para esas empresas es insuficiente, añade él. Están exentas del Impuesto sobre Beneficios, pero esto es casi sin importancia, ya que el volumen de su producción es limitado.

“Lo segundo es que esas empresas no deben pagar cuotas a la seguridad social. Pero ya que en las empresas trabaja una media de 15 a 20 personas, 50 como mucho, la cuantía reasignada a las empresas asciende a unos 350-400 euros al mes, hasta 500 euros como mucho, dependiente del tamaño de la empresa. Otra facilidad que tienen esas empresas, si lo podría llamar así, es que la Agencia para las Personas con Discapacidades gestiona un recurso en torno a 1 millón de euros anuales que distribuye para la implementación de proyectos sociales. Éstos están relacionados con garantizar unas condiciones de trabajo más seguras, diferentes instalaciones que faciliten el trabajo de las personas con discapacidades, un entorno accesible, etc. Son proyectos de índole social y empresarial mediante los que se invierte. Para los primeros, la inversión asciende a unos 20 mil euros por proyecto y, para los proyectos empresariales, hasta 40 mil euros por proyecto de inversión para una empresa. Son recursos que son sumamente insuficientes para que puedan desarrollarse esas empresas. Este es el apoyo que ofrece el Estado”.

En el sistema de la Unión de Ciegos de Bulgaria han sobrevivido y siguen funcionando varias empresas, dice Vasil Dolapchiev. Una de ellas está en Sofía y produce filtros para motores de combustión interna y, en los últimos años, es uno de los mayores productores de filtros para las instalaciones de ventilación y climatización. Otra empresa en Pleven produce tapas para botes de cristal para la industria de producción de conservas. En Drianovo y Varna los miembros de la Unión trabajan en la producción de elementos para instalaciones eléctricas. Y la última empresa de la Unión de Ciegos está en Shumen, se dedica al barnizado y la impresión sobre metal, y en ella trabajan unas diez personas.

Versión en español por Ruslana Valcheva