Las festividades Lázaritsa o San Lázaro y Domingo de Ramos, si bien vinculadas con importantes fiestas cristianas, tienen una identidad propia que radica en la tradición búlgara. Son un elogio del renacer de la naturaleza, de la juventud, la esperanza y el comienzo nuevo. Se celebran con el mismo optimismo también hoy en día, con algunos elementos modernos que les han sido añadidos.
¿Cómo se ataviaban las chicas y las adolescentes llamadas lázarka en la festividad de Lázaritsa? ¿Qué es lo que se servía y sirve también hoy en la mesa en esta fiesta? Empezaremos diciendo que en este día la gente procura que todo a su alrededor sea verde, colorido y limpio, en todos los sentidos.
El Día de San Lázaro precede la Pascua de Resurrección; se celebra el sábado anterior, que el mundo ortodoxo asocia con uno de los milagros de Cristo: la resurrección de Lázaro. El significado de la costumbre tradicional es bien diferente, a pesar de que lleva el mismo nombre.
Según la mitología búlgara, Lázaro es “el Señor de los bosques y los follajes”. En las manos lleva un hacha con que corta los árboles y limpia el terreno para abrir espacio para sembradíos de los campesinos. A este mítico bienhechor, que personifica lo limítrofe entre el mundo terrenal y el más allá, las jóvenes lázarka dedican canciones y bailes rituales. Al igual que los koledar, los cantores búlgaros de villancicos, ellas hacen votos de salud y fertilidad, y bendicen a los agricultores, a los mozos y las mozas, a los niños y a las mujeres casadas… Ataviadas con trajes coloridos, recorren el pueblo cantando y bailando de buen grado; van de casa en casa y los anfitriones les obsequian huevos blancos y dinero. Describen un círculo simbólico y al final del recorrido vuelven obligatoriamente al punto de partida.
Al día siguiente de Lazaritsa, Domingo de Ramos, se celebra el rito kumíchene. Las jóvenes se reúnen en las afueras de la aldea a orillas del río, donde las aguas fluyen tranquilas. Llevan panes rituales de forma oblonga llamados muñecas, y cada una coloca un pequeño trozo sobre una pala de lavandera y lo suelta para que flote en el río. La muchacha cuyo trozo se adelante a los de las demás, será la primera en casarse.
Según las creencias, a las doncellas que hayan sido lázarka y hayan participado en el rito kumíchene no las secuestraría un zmey, criatura fantástica similar al dragón tradicional pero con múltiples cabezas que escupen fuego. Antaño, las chicas no podían contraer matrimonio si no habían practicado el rito de las lázarka ya que el zmey las podía raptar incluso una vez desposadas. Apenas después de haber sido introducida en la sociedad con los ritos de Lázaritsa y kumíchene, la muchacha podía adornarse la cabeza con un ramillete o corona se flores, vestir camisa bordada y ponerse collares, pendientes, anillos y pulseras.
En búlgaro, el otro nombre de la festividad tradicional de Domingo de Ramos es Vrábnitsa, o sea el Día del Sauce. Los cristianos ortodoxos sustituyeron con el sauce los ramos de palmera con que fue recibido Cristo en Jerusalén una semana antes de su crucifixión. Las ramitas de sauce, consagradas en el templo el Domingo de Ramos, traen salud en el hogar y lo protegen. También hoy en día coronas de sauce se colocan ante los iconos y sobre las puertas de las casas. En este día las iglesias rebosan de gente. Desde la mañana acuden a ellas personas que rara vez entrarían entre semana. Los sacerdotes suelen preparar centenares de ramitas que repartes a los fieles junto con sus bendiciones.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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