“Cada idea loca puede resultar provechosa”, de eso está convencida Deshka Kroteva, de 50 años de edad, vecina de la aldea Gorno Draglishte en la montaña de Rila, en la parte suroeste de Bulgaria. Los vecinos no abandonan esa aldea, sino siempre regresan. En eso se diferencia de tantas otras aldeas que van despoblándose. En Gorno Draglishte la vida sigue un ritmo rápido. Los viejos y los jóvenes están viviendo en una simbiosis feliz y el respeto y la transmisión de las tradiciones a las generaciones posteriores es como una ley de Dios.
Amar y cuidar de lo búlgaro, conservar los productos y alimentos locales, es lo que los niños aprenden desde una edad muy temprana. “Guardamos lo que hemos aprendido de nuestros padres, porque no tiene precio y es nuestra oportunidad para ganarnos la vida hoy en día y en el futuro”, dice convencida Deshka Kroteva. Tiene un destino curioso. Había estudiado para ser costurera en la escuela profesional de Petrich. Luego, junto con su esposo, se metió en el sector privado. “Teníamos un taller para la producción de pan, por un tiempo criábamos vacas, después abrimos un taller de producción de prendas de punto, pero al final optamos por dedicarnos al turismo rural y no fallamos. “La familia tiene una casa de huéspedes y acoge aficionados al aire puro y la bella montaña que vienen no solo de Bulgaria. Gorno Draglishte dista 15 kilómetros de la estación de esquí Bansko y 12, de Razlog. Deshka está llena de ideas de cómo divertir a sus huéspedes y hacerlos amar lo búlgaro. Les enseña el telar de su abuela donde pueden ver cómo se tejen las alfombrasbúlgaras y probar por sí mismos. Para los más intrépidos y diestros hay otra actividad: ordeñar la vaca.
Deshka Kroteva cuenta sobre su aldea natal: “Nuestra aldea está en la parte sureña de la montaña Rila y al mismo tiempo nos rodean otras tres montañas: Rila, Pirin y los Ródopes. Pocos lugares pueden ostentar con eso. Somos unos 1100 vecinos, nuestra aldea es activa. Tenemos una escuela primaria del 1 al 8 grado, el círculo infantil está lleno de niños. Estamos muy unidos. Las pistas de esquí de Bansko y las fuentes termales de la aldea de Bania están muy cerca. De la aldea salen eco senderos, tenemos guíaslocales experimentados. Así que no hay manera de que los visitantes se aburran. Aparte de la naturaleza, los turistas pueden conocer las tareas domésticas en una casa rural”.
Entre las tradiciones conservadas de la ldea Gorno Draglishte y especialmente en la familia de Deshka Kroteva está un producto único por el cual el año pasado ganó el premio Guardián de las tradiciones. A través de una votación en línea en el concurso de la Asociación del Desarrollo de Artes y Oficios, el nafpavok producido por la familia Krotev se mereció la admiración del público. El producto a base de carne llamado también el prosciutto búlgaro es servido a los visitantes de la casa de Deshka. El nafpavok tiene un sabor único. Se prepara solo en diciembre y enero de carne de cerdo fresca y sazonada. Se usa la mejor carne del cerdo. Podemos decir que el producto seco y curado supera algunos de los productos cárnicos de fama internacional.
“Insistimos que los cerdos se críen en buenas condiciones, dice Deshka Kroteva. - Se corta la mejor carne del cerdo, a saber, el lomo, la pierna y el hombro. Se sazona con comino, eneldoy cilantro. Y ya está. Claro, se pone sal también. Se llena en tripas. Eso lo hacen los maestros, un hombre cualquiera no es capaz de lograrlo”.
Luego, el producto se pone a secar en varias etapas que solo los maestros conocen. El proceso dura varios meses hasta que se ponga blanco por fuera como otros tipos de productos curados. “No se puede comer nafpavok durante todo el año”, dice Deshka. “Si se come en marzo, tiene un sabor específico, en verano y en otoño su sabor cambia.” La familia de Deshka lleva elaborando este producto por más de 70 años.
Muchas veces la aldea alberga niños de todo el país que vienen para las llamadas escuelas verdes. Los vecinos les enseñan las costumbres y los manjares locales, y los secretos de la montaña para despertar el amor hacia todo lo búlgaro en sus corazones.
“Enseñamos a los niños cómo hay que comportarse en medio de la naturaleza, cómo reconocer las yerbas buenas. Preparan también banitza, es un bollo muy traditional en Bulgaria preparado mediante diversas capas de huevos y varios trozos de queso blanco. De esta manera por unos días se olvidan de sus ordenadores o teléfonos móviles. Les digo a las ancianas de la aldea que esto no es en vano porque contamos con la nueva generación”.
El premio se vuelve aún más grande cuando los niños contentos de sus vacaciones en Gorno Draglishte lleven también a sus padres a la aldea.
Versión en español por Ekaterina Bobeva
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