Érase una vez… Así comienzan muchas historias, y también la que les relataremos hoy. Hace unos 2500 años, las tierras de la actual Bulgaria del Noreste eran pobladas por los tracios. El cacique de una de las tribus locales recibió un obsequio procedente de tierras lejanas: un hermoso recipiente para verter con él las bebidas mágicas en los sacrificios rituales. Se lo envió un amigo en señal de agradecimiento por un favor recibido. El recipiente estaba hecho de un huevo de avestruz. Lamentablemente, no resistió al efecto del tiempo y se rompió en infinidad de fragmentos. Precisamente en estas condiciones fue donado al Museo Regional de Historia de la ciudad de Ruse, ribereña del Danubio. Se habían conservado algunas patas de metal de la jarra y un fragmento de la boca por la que fluía el líquido. Hubo de pasar medio año para que los especialistas del museo se enteraran de lo que habían recibido en realidad.
“Nos percatábamos de que era una vasija con determinado uso práctico”, comenta Nikolai Nenov, director del Museo Regional de Historia de Ruse. "Apenas después de que los especialistas en conservación terminaran su trabajo, vimos que se trataba de un objeto inusual, maravilloso. Está más que claro que es un recipiente ritual tracio de la Antigüedad, francamente exótico para aquella época en nuestras latitudes. Nos preguntábamos de dónde y cómo podía haber venido a nuestra tierra ese huevo de avestruz. Buscamos piezas análogas a esta jarra, pero de momento no hemos dado con ninguna. La exhibimos a los visitantes de nuestro museo porque es una pieza sin parangón. Hay solo dos huevos de avestruz del siglo VII-VI antes de Cristo, que se conservan en el museo Británico. Se considera que proceden de la costa oriental del Mediterráneo, de Fenicia. Desde luego, conocemos las rutas comerciales por la que llegaron a nosotros las ánforas, que suelen llevar el sello de quien las elaboró y, por las que circulaban también las monedas en la Antigüedad. Es así que podemos afirmar que los Getas, la tribu tracia que poblaba nuestras tierras en aquella época, comerciaban con esa parte del mundo. Es posible que a comienzos del siglo VI antes de Cristo esa jarra haya llegado a la actual Bulgaria del Noreste como obsequio a algún geta noble y, que a la muerte de éste fue colocada junto a él en la tumba”.
El director del Museo de Historia Regional de Ruse supone que la valiosa jarra era utilizada para vino. Posiblemente haya sido empleada en determinados ritos, ya que el vino suele ser un elemento importante de éstos.
“Las piezas de metal de la jarra están hechas de bronce y se han conservado muy bien. Dos de las patas las hemos tenido que rehacer. El bronce ha dejado huellas sobre la cáscara del huevo y esto ayudó a recuperar su forma, ya que algunos fragmentos faltaban. Ahora la jarra está en perfectas condiciones”.
Del mismo modo que restauraron el huevo de avestruz, a partir de los trocitos de la jarra hallados, los trabajadores del museo buscan ahora los fragmentos de la Antigüedad que les permitan escribir la historia de esta pieza nueva en su colección.
“Hace algún tiempo vino al museo una señora que está haciendo un doctorado en San Petersburo, bajo la dirección científica del Museo del Ermitage, en el que trabaja. Según esa investigadora, en la colección del Museo del Ermitage no hay jarras hechas de huevo de avestruz. Esperamos que a su regreso haga una comprobación de los fondos museísticos de aquel importante museo. Nos gustaría que en algún sitio se descubra semejante jarra para que podamos fechar con mayor facilidad la nuestra, establecer su origen y conocer mejor la historia de este objeto. Ojalá lo logremos”.
El Museo de Ruse ha elaborado una réplica de la singular jarra utilizando un huevo de avestruz, que será empleada en las clases de historia que se realizarán para alumnos de las escuelas de la zona.
Versión en español de Raina Petkova
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