Hoy, Bulgaria celebra su Fiesta Patria. Un 3 de marzo hace 136 años en San Stefano, cerca de Estambul, fue firmado un tratado de paz que puso fin a la guerra ruso-turca de 1877-78. Tras casi cinco siglos de dominio otomano, ante Bulgaria se abrían nuevos horizontes: el país recuperaba su condición de Estado soberano y emprendía un camino de desarrollo europeo. La liberación fue precedida por un auge de la lucha independentista. En 1876 en Bulgaria estalló el Levantamiento de Abril. Algunos de sus líderes acariciaban la ilusión de que su éxito traería la libertad, otros apostaban por la idea de atraer la atención de las Grandes Potencias para que intervinieran en la solución de la cuestión búlgara. El levantamiento fue hundido en sangre y el eco de su represión brutal sacudió toda Europa.
“El Levantamiento de Abril es la expresión máxima del movimiento de liberación nacional búlgaro y desempeñó un papel muy importante al profundizar la llamada Crisis de Oriente – dice en una entrevista a RB el Prof. Plamen Mítev, Decano de la Facultad de Historia de la Universidad de Sofía –. Precisamente en el contexto de esta crisis, la sublevación llevó a un cambio gradual en la política de las Grandes Potencias respecto al Imperio Otomano. En un primer momento en Estambul fue convocada una conferencia diplomática para solucionar de forma pacífica los conflictos en los Balcanes. Su fracaso, sin embargo, condujo a un desenlace militar de la Crisis de Oriente. En este sentido, es muy importante también la repercusión internacional que tuvieron los sucesos en las tierras búlgaras en primavera de 1876, que contribuyó a un importante cambio en la actitud de la sociedad civil en Europa. La opinión pública ejerció una enorme presión sobre los gobiernos de las Grandes Potencias que se vieron forzados a corregir paulatinamente su comportamiento con respecto a los acontecimientos relacionados con la Crisis de Oriente”.
Las Grandes Potencias: Gran Bretaña, Italia, Francia, Alemania y el Imperio Austrohúngaro, tenían intereses estratégicos diferentes en la zona. Gran Bretaña defendía firmemente el status quo no obstante las sublevaciones de los cristianos en Bulgaria, Bosnia y Herzegovina. Francia e Italia tenían una posición más moderada puesto que se mantenían al margen de los grandes problemas de los Balcanes. Sin embargo, los discursos del escritor francés Víctor Hugo en la Asamblea Nacional de Francia y las publicaciones en la prensa gala suscitaron un fuerte apoyo a la sufrida población cristiana. El canciller alemán Bismark emprendió hábiles maniobras para dejar que otros solucionaran los problemas. A su vez, el Imperio Austro-Húngaro hablaba de mantener el status quo pero actuaba en el tras telón para destruirlo en la medida que tenía intereses en Bosnia y Herzegovina. Esta política incidió en el comportamiento de Rusia que, habiendo sido derrotada en la Guerra de Crimea de 1853-1856, debía acatar rigurosamente las cláusulas del Tratado de Paz firmado en 1856 en París, por lo cual la diplomacia rusa procuraba defender con mucha precaución sus intereses en los Balcanes cuidándose de provocar una respuesta conjunta europea.
“El Gobierno se mostraba desprendido y distanciado de las acciones militares en los Balcanes – señala el Prof. Mítev – al tiempo que el lobby militar y el propio emperador buscaban una posible forma de desquite por la catástrofe sufrida durante la Guerra de Crimea. En este sentido la política rusa respecto a los búlgaros y la Crisis del Este parece contradictoria. Tras las bambalinas de dicha contradicción empero hay coherencia: por un lado está la búsqueda de oportunidades de socavar los dictados del Tratado de Paz de París, y por otro está el afán de ayudar a los pueblos de los Balcanes en sus luchas emancipadoras”.
El 12 de abril de 1877 (según el nuevo estilo, el 24 de abril), el emperador ruso Alejandro II declaró la guerra al Imperio Otomano. En su transcurso hubo momentos críticos como, por ejemplo, las batallas en las inmediaciones de la ciudad de Stara Zagora o en el puerto de Shipka, el sitio de la ciudad de Pleven o la dura campaña para atravesar la cordillera de los Balcanes en invierno. Un factor decisivo en la guerra ruso-turca fue la justeza de la causa perseguida. La ayuda activa de los búlgaros también fue de gran importancia.
“Al hablar del papel de la población búlgara en la guerra, solemos centrarnos en el papel de los voluntarios, que es innegable – prosigue el Prof. Mítev – Sin embargo, hubo participación búlgara también en otras áreas. Fue muy importante el rol de nuestros connacionales que realizaron tareas de inteligencia en la retaguardia del ejército turco, en la que actuaron también destacamentos búlgaros. Los rusos fueron asistidos por búlgaros al cruzar la Cordillera de los Balcanes en las condiciones extremas de un crudísimo invierno, y la población local ayudó a los soldados del zar brindándoles alimentos. Sin embargo, hay algo que se ha quedado en el tintero de la historia. Se trata del destino de los búlgaros en la retaguardia del ejército turco, del precio que tuvo que pagar la población civil por su liberación. Los búlgaros dieron miles de víctimas a consecuencia de la venganza emprendida por las tropas turcas y los mercenarios del ejército otomano, los basi-bozuk, antes de la ofensiva rusa. Fue un altísimo precio que pagó el pueblo y que nos permite afirmar que no obtuvimos nuestra libertar gratuitamente”.
El Día de la Liberación es un día de homenaje a la memoria de los soldados rusos y de otras naciones, y también a los búlgaros que sacrificaron su vida por la independencia de la Patria.
Además, el Tres de Marzo es un día de optimismo, porque en este día Bulgaria resucitó para una nueva vida y, algunas décadas más tarde, se convertiría en un país de economía y cultura altamente desarrolladas.
Versión en español:
por Daniela Radíchkova
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