El 30 de enero de 1894, en el Palacio real de Sofía, nació Boris de Sajonia-Coburgo-Gotha, eminente figura de la historia búlgara, primogénito de Fernando I de Bulgaria. Ya que la dinastía de los Sajonia-Coburgo-Gotha era alemana, y Fernando era soberano de Bulgaria, el pequeño Boris fue bautizado tanto por un sacerdote ortodoxo, como también por otro, católico. Sus padrinos fueron el emperador Nicolás II de Rusia y el papa León III. Desde el primer momento Boris fue declarado Príncipe de Tarnovo, simbolizando su nexo con la antigua capital de Bulgaria la continuidad asumida por la nueva dinastía respecto de los gloriosos reinos antiguos de Bulgaria. Boris fue coronado con solo 24 años de edad, luego de que su padre abdicara en 1918.
“Es el período más difícil de nuestra historia reciente”, expresa el académico Georgi Markov en entrevista a Radio Bulgaria y explica: “El rey Boris accedió al trono tras la derrota sufrida en la Primera Guerra Mundial, cuando el ejército colaboracionista entró en los Balcanes. En algunas unidades de las tropas búlgaras estallaron rebeliones. Bulgaria se vio abocada a una nueva catástrofe nacional. No en vano Stefan Gruev, escritor estudioso de la obra de Boris, tituló “Corona de espinas”. la biografía de este soberano que escribió.
El joven Boris III fue coronado el día 4 de octubre de 1918. El comienzo de su reinado fue muy difícil. Coincidió con el gobierno de la Unión Agraria Popular Búlgara al frente con Alexander Stamboliiski, que tenía una actitud negativa hacia la monarquía. El gobierno del país estaba íntegramente en manos del Ejecutivo. Hasta el golpe de Estado, perpetrado el 9 de junio de 1923, el rey Boris solía decir que “reinaba pero no gobernaba”.
Muchas decisiones importantes fueron tomadas por el Ejecutivo contrariamente a la voluntad del rey. Fue un período de tensión interna entre la gobernante Unión Agraria y los demás partidos políticos; un período especialmente difícil para el joven monarca. Él, sin embargo, estaba dotado de un admirable sentido de la evolución de los acontecimientos y logró salir adelante. A diferencia de su padre, el rey Boris era una persona con especial afinidad a los compromisos y las concesiones necesarias en la política exterior e interna”.
Durante el siguiente decenio la figura del rey permaneció en la sombra. Un nuevo golpe de Estado, perpetrado en 1934, trajo en el poder al círculo político Zveno (en español Eslabón). Fueron prohibidos los partidos políticos y al soberano le fue deparado el papel de una marioneta.
En 1935, mediante un contra golpe de Estado, Boris se puso realmente al timón del país. Restableció la Constitución de Tarnovo, la primera Carta Magna de Bulgaria que había sido derogada, e implementó el régimen de gobierno del mayoritarismo parlamentario.
Por primera vez en la historia, a las búlgaras les fue otorgado el derecho al voto. En la víspera de la Segunda Guerra Mundial, Bulgaria gozaba de incuestionables avances económicos y sociales. Contaba con instituciones estables, empresas productoras de calidad y una agricultura apoyada con subvenciones. Fueron años de auge para todo el país.
En plena conflagración mundial, el rey Boris III formuló el principio básico de la política exterior de Bulgaria a la sazón: “Siempre con Alemania y nunca contra Rusia”. A primera vista ello parecía imposible de realizar, pero en los primeros años de la guerra, gracias a la habilidad de Boris III de obviar las contradicciones entre las Grandes Potencias, el rey búlgaro supo hacer realidad esta política.
Con ayuda de Alemania y de la Unión Soviética, en 1940 negoció y firmó el llamado Convenio de Krajowa,por el que al territorio de Bulgaria fue devuelta la región de Dobrudzha Septentrional que había sido desprendida del país después de la Primera Guerra Mundial.
Boris fue llamado por el pueblo, el Rey Unificador. No obstante, aquel convenio tenía su precio. Con admirables maniobras diplomáticas, Boris III logró mantener la neutralidad de Bulgaria el máximo tiempo posible, esquivando la presión ejercida por Alemania para que este país balcánico se adhiriera al Pacto Tripartido firmado entre Alemnania, Italia y Japón. Finalmente, el 1 de marzo de 1940, se vio forzado a hacerlo. A pesar de ello, el rey Boris III defendió con firmeza su decisión de no destinar soldados búlgaros al frente de guerra.
“Hay que reconocer este su mérito. Aún siendo aliada de Alemania y del Pacto Tripartito, Bulgaria no rompió sus relaciones diplomáticas con Rusia y no mandó soldados al Frente Oriental. Hay más. Ribbentrop insistía que, a semejanza de Francia, Noruega y Flandes, Bulgaria destinara una legión de voluntarios, pero el rey búlgaro Boris II no lo consintió. Manejó con gran habilidad la baza de la rusofilia de los búlgaros y explicó a Hitler que este pueblo no podía luchar en el Frente Oriental. Hitler le propuso que destinara tropas al frente en el Norte de África pero el soberano búlgaro se negó a hacer también eso”.
En agosto de 1943, pocos días después de haber mantenido una reunión muy dura y hostil con Hitler, el rey Boris III falleció inesperadamente de insuficiencia cardiaca… La verdadera causa de su muerte no ha sido esclarecida aún. El funeral del monarca fue realmente grandioso: el pueblo búlgaro se despedía de un monarca tan querido como admirado por sus soberanos.
En ocasión del 120 aniversario de su nacimiento, Bulgaria rinde homenaje al rey Boris III con una exposición titulada “El brillo de Bulgaria. Soberanos y palacios del Tercer Reino Búlgaro”. Suscitan especial interés en ella las fotos de archivo de representantes de la familia real, muchas de las cuales el amplio público no conocía. Han sido facilitadas por la Agencia Estatal de Archivos, por la familia del Rey Simeón II de Sajonia-Coburgo-Gotha, hijo de Boris III, así como por los museos de Shumen y Razgrad. Algunas imágenes han sido recibidas de Austria. Esta muestra será presentada también en Chicago.
Versión en español por Raina Petkova
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