El monasterio Aladzhá es uno de los sitios turísticos más visitados del país. Morada de ascetas durante la Edad Media, hoy en día este lugar sigue atrayendo a los amantes de la historia y el misticismo. Sobre todo en verano cuando las rocas blancas en la zona están alumbradas por el sol, y el verde de los enormes árboles se funde con el azul del mar.
El monasterio Aladzhá es un conjunto de viejas moradas monacales cavadas en las rocas calcáreas y forma parte de los numerosos claustros rupestres, más de 500, que existieron en el litoral del mar Negro en los siglos XIII a XIV. Es, incluso, el más conocido de estos peculiares centros rituales típicos en su época para los Balcanes y el Cercano Oriente. Los textos históricos vinculan su aparición con el surgimiento y la expansión del cristianismo: cabe recordar que la cueva era un símbolo básico de los principales ritos cristianos, como Navidad y Resurrección de Cristo. Esto explica la presencia de los conventos rupestres en el modo de vida y las prácticas de los ermitaños y las comunidades monásticas ya en los siglos IV-VI. Los monasterios en las rocas de la época medieval continúan esta tradición.
Situado en medio de una bella zona boscosa, a 14 km de la ciudad de Varna, el mayor puerto marítimo de Bulgaria, el monasterio atrae la atención de estudiosos y turistas desde hace mucho tiempo. Es mencionado por primera vez en 1832, en el libro “Cartas desde Bulgaria”, del escritor ruso Víctor Tepliakóv. Fueron los hermanos Shkorpil, arqueólogos de nacionalidad checa pero que sentaron las bases de la arqueología búlgara, quienes a finales del s. XIX iniciaron un estudio sistemático de este antiguo monumento cristiano. La Sociedad Arqueológica y el Museo de Varna que ellos mismos fundaron se encargaron de administrar y cuidar del monasterio. En 1912 el monasterio Aladzhá fue declarado “lugar antiguo de importancia nacional” y desde 1957 es Patrimonio Cultural Nacional.
El monasterio Aladzhá es uno de los pocos conventos rupestres en Bulgaria donde se distinguen con claridad los principales recintos: el templo, la capilla, una iglesia para ritos mortuorios, la cripta, la cocina, el comedor, las celdas de los monjes y las áreas de servicio, situados todos a dos niveles dentro de una roca caliza a casi 40 metros de altura.
Durante la Edad Media, las paredes del templo estaban cubiertas de frescos, según la tradición de aquel entonces. Lamentablemente, el fácil acceso y el implacable paso del tiempo han sido fatales para las viejas pinturas y hoy se ven apenas algunos fragmentos de ellas. La capa interior data de finales del s. XIII o principios del XIV, pero la inferior es por lo menos de los siglos XI-XII. En el suelo del templo está cavada una escalera que, a través de un pasillo estrecho, lleva hacia el primer nivel. Ahí, en un corredor estrecho quedan todavía seis celdas monásticas. En sus paredes se perciben nichos estrechos donde los frailes colocaban iconos u otros objetos.
Al final del corredor se encuentran la cocina y el comedor. Una pequeña rampa da acceso a otra pieza la cual no está conservada en su integridad, pero el ábside semicircular intacto en el muro oriental hace suponer que se trataba de un pequeño templo o quizás de una cámara mortuoria, al juzgar por su proximidad a la cripta. Ésta se sitúa en el extremo inferior del primer nivel y abrigaba sólo tres tumbas. Otras dos tumbas excavadas en el rellano de acceso son de época posterior. Una prueba de ello es el cuño de plata del s. XVIII descubierto en una de las tumbas.
El segundo nivel del monasterio Aladzhá representa un espacioso nicho. En su parte oriental se aloja la capilla que es el único recinto totalmente conservado. Ella era usada para los rezos cotidianos, mientras que las misas mayores se oficiaban en la iglesia central. Los frescos de la capilla están mejor conservados, puesto que el acceso a ésta fue cortado ya en la Edad Media por derrumbarse la escalera de madera. En mejor estado de condiciones está la composición en el techo que representa uno de los principales temas cristianos, la Ascensión de Cristo.
A unos 800 metros al Noroeste, sumido en la abundante vegetación, hay otro grupo de grutas a tres niveles llamado Las Catacumbas, por analogía con los centros rituales de las comunidades cristianas tempranas en el territorio del Imperio Romano. El sepulcro, las dos cruces talladas en la roca y los objetos hallados son de los siglos IV a VI., y nos remontan a la época paleocristiana. Del mismo periodo son los vestigios de una basílica bizantina, una pequeña fortaleza y varios poblados ubicados al Este del convento. La proximidad de Las Catacumbas, la basílica, la fortaleza y los poblados hace suponer que se trataba de uno de los grandes centros paleocristianos en el litoral del Mar Negro.
Cuando a finales del s. XIV Bulgaria cayó bajo la dominación turca, el antiguo monasterio Aladzhá, al igual que muchos de los conventos búlgaros, quedó abandonado. Pero la población cristiana de la región continuó venerando y frecuentando este lugar sagrado. El nombre “Aladzhá” es de origen turco y significa “multicolor, de colores” y se debe, probablemente, a los frescos que cubrían los muros de la capilla. Según una leyenda el monasterio se llamaba Sveti Spas o sea San Salvador.
Ya sea porque los búlgaros tienden a adorar a sus creencias tradicionales, ya sea porque realmente irradia especial energía, el monasterio Aladzhá es un lugar que la gente no deja de visitar porque siente una conexión singular con la historia del convento. En su museo, cerca de la entrada, los visitantes están recibidos por jóvenes sonrientes que les muestran la exposición. Se pueden conseguir también ediciones impresas traducidas a varios idiomas con información interesante sobre el convento.
En el claustro a menudo viene un hombre silencioso, electricista de profesión, que reside en la ciudad de Varna. Habiéndose apasionado por el tallado en madera, él modela sin cesar figuras de monjes ascetas quienes, a su juicio, han colmado este lugar de fe y muchas cosas más, imposibles de expresar con palabras.
Versión en español: Daniela Radichkova
Fotos: Albena Bézovska
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