Es la primera canonización de santos búlgaros desde hace varios decenios, tras la canonización, en 1961, del monje Paisi de Hilendar, autor de la primera Historia Eslavo-Búlgara, y en 1964, de Sofronio de Vratsa, eminente figura de la ilustración nacional que a finales del siglo XIX era asumido por los gobiernos ruso y rumano como representante fundamental de la nación búlgara. Estos dos santos desempeñaron un destacado papel para la conservación de la identidad nacional de los búlgaros. La hazaña de Paisi de Hilendar y su seguidor, Sofronio de Vratsa, es algo diferente de la de los mártires que se inmolaron por la fe en cristo. Se conoce, por ejemplo, que el pope Neicho, de Batak, antes de ser asesinado, fue obligado a elegir entre la fe en Cristo y la vida de cada una de sus siete hijas, decapitadas una a una delante de él.
“Familias enteras fueron mutiladas por su fe en Cristo, en la Iglesia y en la Patria, continúa diciendo el director del Mueso de la Iglesia Ortodoxa Búlgara. Aquellas víctimas fueron los verdaderos pastores de la Iglesia de Cristo.
La Iglesia Ortodoxa Búlgara ha participado en todos los momentos decisivos de la historia del pueblo búlgaro. La canonización de estos mártires ha significado algo más, que raras veces ocurre. En el día de la canonización todos los búlgaros se mostraron unidos en esta empresa sagrada. Esta unidad es una gran bendición para nuestra tierra y nuestro pueblo. La fe del pueblo búlgaro en Cristo es su única posesión que jamás ha cambiado a través de los siglos. Es un legado que nos han dejado nuestros padres y es el sustento moral de nuestro espíritu nacional. Todo lo demás ha cambiado: las ideologías, los sistemas, las doctrinas, pero nuestra fe en Cristo siempre se ha mantenido como algo sagrado desde la adopción del cristianismo en el año 865 bajo el reinado del zar Boris I".
Versión en español por Raina Petkova
Fotos: bulgariran-orthodox-church.org y BGNES
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