Hace algunos decenios la comunidad ortodoxa búlgara en Estambul estaba bastante numerosa pero una buena parte de la misma fue emigrando paulatinamente, radicándose algunos de sus integrantes en Bulgaria, y, otros, allende el océano, en EE.UU., Canadá y Australia.
Hoy en día los búlgaros ortodoxos en Estambul suman apenas 450.A ellos está dedicada la monografía, de reciente publicación,titulada ”La comunidad invisible: los búlgaros ortodoxos en Estambul”. La autora de la obra es Magdalena Elchinova quien preside en departamento de Antropología de la Nueva Universidad Búlgara. El libro recoge los resultados de un estudio antropológico de esta comunidad y examina la forma en que, en el tiempo, se ha conservado la pertenencia étnica de sus integrantes y cómo estos se han insertado en la vida de la megalópolis.
Se trata de personas que, en su grueso, son al menos una segunda generación de búlgaros nacidos en Estambul, dice la autora. Los antepasados de la mayoría de ellos se establecieron en Estambul a comienzos del siglo XX, forzados por acontecimientos como el Levantamiento del día de San Elías, la II Guerra Balcánica de 1913, los años posteriores a la I Guerra Mundial. Fueron aquéllos los acontecimientos que desencadenaron las oleadas más nutridas de emigrantes ,incluso rumbo a Estambul. Las más de las veces el punto de partida para el éxodo fue la región conocida por el nombre de Macedonia del Egeo, en el territorio de la actual Grecia. Un pequeño porcentaje de esas personas fueron descendientes de emigrantes procedentes de la Tracia de Edirne donde, al menos hasta los años 20 del siglo XX, hubo una población búlgara bastante compacta.
Magdalena Elchinova explica , además, cómo los búlgaros cristianos han logrado conservar en un entorno que les es ajeno su identidad étnica y religiosa.
Esta comunidad mantuvo, a través de los años, unos contactos bastante débiles con Bulgaria, sobre todo en la época del régimen comunista en Bulgaria ya que en aquella época los dos países estaban en los dos lados contrarios de la barrera ideológica. Sin embargo, pese al contacto restringido con Bulgaria, esas personas se definen como búlgaros y cristianos ortodoxos. Soy de la opinión de que lo que más fuertemente aglutina a esas personas en torno al espíritu búlgaro, es su contacto con la religión, no sólo como una confesión o un rito religioso, sino también como institución y legado. En conformidad con las leyes en Turquía estos búlgaros han instituido una fundación que cuida de los bienes raíces –quedados del antaño Exarcado búlgaro, que tenía su sede en Estambul-la casa del exarcado, la iglesia de San Esteban, más conocida por el nombre de la Iglesia de Hierro , el cementerio búlgaro entre otros. Las atenciones que reciben estos lugares los transforman en activos y reconocibles ya que estos búlgaros están en contacto con las autoridades locales en Estambul en los trámites de asignación de recursos para el mantenimiento de los monumentos histórico-culturales. En la última veintena de años los búlgaros de Estambul ya mantienen contactos también con el Estado búlgaro que, igualmente, les ofrece asistencia en este sentido.
El vínculo de los búlgaros estambulíes con el Exarcado búlgaro tiene una historia de varias generaciones. A través de su pertenencia a la iglesia esas personas se definen étnicamente como búlgaros y conservan su identidad. Es asimismo un importante eslabón de unión la lengua búlgara, cuya función, sin embargo, va debilitándose paulatinamente y actualmente sólo una parte de esos búlgaros mantienen su lengua materna usándola en el seno familiar. Ocupan un puesto de importancia en la vida de los búlgaros de Estambul también las tradiciones festivas vinculadas básicamente con la iglesia: el Día de San Jorge, la Pascua de Resurrección, la Natividad de Jesucristo, junto con las festividades del santoral popular.
Un evento de este tipo es el carnaval que se organiza el domingo que precede el ayuno navideño. Este carnaval es una tradición heredadas de los terruños, las comarcas natales de los búlgaros estambulíes. Hoy en día se organiza, empero, íntegramente en el espíritu de la mascarada urbana , y, así, no se celebra en la forma pueblerina de antaño.
Son varias las razones que han movido a Magdalena Elchinova a calificar a los búlgaros ortodoxos en Estambul de una “comunidad invisible”.
Primero, quizás por el hecho de que son de un número muy reducido y se pierden en el abigarrado mosaico de la muy populosa ciudad, explica. Segundo, ellos forman ya una población local consagrada y se encuentran bien integrados en el entorno urbano, formando parte de la mayoría de los estambulíes de orientación laica de la clase media. Pero el argumento de mayor peso para poner este título a mi libro probablemente haya sido el hecho de que estos búlgaros siguen siendo muy desconocidos tanto para la sociedad búlgara como para la turca. En Bulgaria en los últimos años sólo aparecen informaciones esporádicas sobre ellos en los medios informativos. En Turquía no hay una minoría búlgara oficialmente reconocida y a esos búlgaros sólo se les conoce como una comunidad por parte de sus vecinos en los barrios en que residen, y de las autoridades urbanas con las que colaboran.
Versión en español por Mijail Mijailov